Capítulo 3

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Maddison...

—¿Se puede saber en qué tanto piensas? — por más que trataba de desviar mis pensamientos a cualquier cosa, los muy traidores no dejaban de reproducirme la imagen de aquel desconocido, por alguna razón no podía dejar de pensar en él, su extraña manera de verme, quizás estaba alucinando un poco, pero esa extraña sensación me ponía los bellos de punta —ghghg— el carraspeo de Tris me hizo reaccionar.

—Nada— dije no muy convencida, fui tan obvia que Tris comenzó a reírse de mi.

—ja, ja, lo dices como si hablaras con un extraño. Vamos sabes que te conozco, así que dime que tienes o te lanzare por la ventana— abrió la ventana del auto, de manera dramática como si en realidad me fuese a lanzar por ella.

—Podrían multarte por ello— seguí su juego, era mejor evitar el tema, me causaba pena decirle a Tris en quien pensaba, como podría explicárselo.

—Tendré que trabajar horas extras para pagar la multa— di un leve golpe en su brazo, haciendo que se quejara de dolor y después comenzara a reírse, por breves segundos desvió la mirada de la carretera para verme —No quieras distraerme y dime que sucede.

—En realidad no es nada malo, solo estaba pensando en la psicóloga que me comentaste— mentir estaba mal, pero eso era lo mejor —No estaría mal si le agrego a ello unas clases de defensa personal, ya sabes por si algún día lo llegó necesitar— permaneció pensativo por unos segundos.

—Es buena idea, solo porque me agrada la idea de que ocupes tu tiempo en algo más que encerrarte en tu habitación— quise sonreír, pero salió más como una ligera mueca. No era como si me molestara su comentario, en realidad tenía razón, pero me era difícil por no decir imposible, superar todo lo ocurrido —Quiero que sepas que siempre estaré ahí si necesitas ayuda, ni mi hermana ni yo dejaremos que nada te pase, sé que en ocasiones suelo ser un tanto protector y por qué no hasta un ogro, pero créeme te quiero y no quiero que sigas sufriendo, eres joven, guapa, mereces ser feliz y eso es algo que no me cansare de decirte.

—Gracias— detuvo el auto frente a la casa donde se suponía que estaba Tay.

—Regresando al tema de la psicóloga, si no tienes problema podríamos ir mañana— me sorprendí, pero no por lo rápido, sino porque había hablado en plural.

—¿Quieres decir, iré? — comenzó a negar con la cabeza.

—Iremos! No dejare que vayas sola, no me importa esperar afuera, estaré contigo por si llegas a necesitarme— me acerque lo más que me permitió el asiento, para darle un abrazo, el cual fue correspondido con un tierno beso en la frente.

Jamás había conocido lo que era tener un hermano, es una experiencia nueva, la cual agradezco infinitamente, quizás si no hubiese conocido a este par, mi vida seguiría siendo un caos o simplemente hubiese desistido de seguir viviendo.

—Heeeey traidores, se dan un abrazo sin mí, eso es una falta de respeto a esta hermandad— dijo Tay mientras abría la puerta para unirse a nuestro abrazo, estábamos incomodos, pero no importo —¿Ahora díganme que celebramos? — dijo en cuanto nos separamos.

—Nada, demente. Ahora súbete si no quieres que te deje.

—Hablo don Ogro.

De camino a casa hablamos sobre mi decisión, Tay se alegró y se portó demasiado comprensiva y como era de esperarse, se unió a su hermano para acompañarme a la consulta. No estaba segura de que dicha especialista me fuese ayudar, una parte de mi lo deseaba, quería terminar con todas esas pesadillas, necesitaba comenzar nuevamente, quería recordar lo que era sentir felicidad, sonreír porque en realidad lo sentía y no solo por aparentar.

Lejos de la Bestia (Parte2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora