Capítulo 22

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Maddison...

¿Resignación?

Desconocía por completo el significado de esa palabra.

Durante los meses trascurridos jamás deje de pensar en él, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo podría olvidarme del único ser que me hizo conocer el amor más puro y sincero? ¿Cómo aprender a vivir sin él? ¿De qué forma seguir adelante?

Viví por un tiempo como un robot, haciéndole creer a los demás que mi vida me importaba, en realidad mi vida no tenía un rumbo hacia donde ir, no me interesaba en lo más mínimo que pasara conmigo, solo despertaba para ponerme una máscara y actuar como si todo fuese perfecto. Era difícil creer que pudiese estar vivo, por más que intentaba que esa noticia me alegrara, no lograba hacerlo.

Quizás había algo mal en mí.

Quizás ya estaba completamente desquiciada.

¿Quién no se alegraría de que su hijo estuviese vivo?

Al contrario, tenía miedo. El enorme temor de que el estuviese vivo, solo significaba una cosa. Fui la peor de las madres al dejarlo todos esos meses en manos de esas malditas bestias. Fui la peor de las madres al intentar seguir con mi vida. Fui la peor...

No sabía que era lo que quería, por un lado, la esperanza de que Noah estuviese vivo, dolía. Por otro lado, la ilusión de poder tenerlo entre mis brazos era tan grande que quería gritar hasta reventar mis cuerdas bucales.

Mis lágrimas estaban extintas, mis sentimientos al igual que mis pensamientos eran un completo caos.

—Llévenla con el jefe —ordeno uno de los hombres.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percate cuando el auto se detuvo, quizás si no hubiese estado así de distraída estos idiotas no me hubiesen acorralado antes de llegar al departamento de Dimitri.

Dimitri... ¿Qué pasaría con él? después de haberme visto con Alexander lo más seguro era que me odiara, quizás ya no quería saber de mí, tal vez era lo mejor. Y tenia que reconocer que dolía, dolía mucho.

De forma brusca fui bajada del auto, mis ojos estaban vendados, mis manos atadas sobre mi espalda, no puse resistencia y caminé. Las firmes manos de quien fuese el gorila que me sostenía, ejercía fuerza sobre mi brazo, pero no me queje. No le daría el gusto de verme débil. Esta vez no me importaba nada, si Rod Dickrerson quería guerra; guerra tendría. Estaba dispuesta a enfrentarlo, jamás había deseado tanto asesinar a alguien y no me importaba ensuciar mis manos con la sangre de ese hijo de perra.

No sabia exactamente en donde estábamos, suponía era una casa ya que escuche como cerraban una puerta.

—Déjenla ahí, el jefe vendrá mas tarde —sin preocuparse por el daño que pudiesen causarme, fui lanzada al suelo. Después un fuerte golpe se escucho y todo se quedó en silencio.

Dicen que recordar es volver a vivir, es gracioso que esa frase definiera mi situación. Tal y como hace más de un año, me encontraba en la misma posición, atada de manos, con los ojos vendados, en un lugar completamente desconocido. La única diferencia era que en aquella ocasión no tenía ni la más remota idea de la razón por la que me encontraba de esa manera. Desconocía por completo que a partir de ese día mi vida cambiaría. En esta ocasión sabía perfectamente quien estaba detrás de todo y la razón.

No lucharía, no gritaría, ni lloraría, no estaba dispuesta a quebrarme; si eso era lo que Rod buscaba, no estaba dispuesta a dárselo.

Los minutos pasaron o quizás horas. Desconocía cuánto tiempo llevaba en la misma posición, sabía que el suficiente como para que mi cuerpo comenzara a verse afectado, mis músculos dolían, pero por mucho que doliera, no me quejaría.

Lejos de la Bestia (Parte2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora