Capítulo 18

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Narrador Omnisciente 

Aquél fue, seguramente, el peor día de la vida de Harry. Él, Ron, Fred y George se habían sentado juntos en un rincón de la sala común de Gryffindor, nadie era capaz de decir algo. Percy no estaba con ellos. Había estado todo este tiempo consolando a Ginny, quien no paraba de llorar diciendo que era su culpa pero no podían averiguar nada más pues cada vez que intentaba hablar, volvía a caer en el llanto; la profesora McGonagall le había dado algo para que se tranquilizara  hace unos minutos y realmente había hecho efecto pues se encontraba dormida en el regazo de Percy. 

—Ella sabía algo, Harry —dijo Ron– Por eso la han raptado, debió de haber averiguado algo más sobre la Cámara de los Secretos. Debe de ser por eso, porque ella era... Quiero decir, que es de sangre limpia. No puede haber otra razón...¿crees que existe alguna posibilidad de que ella no esté...? Ya sabes a lo que me refiero—Harry no supo qué contestar. No creía que pudiera seguir viva pero tampoco quería darse por vencido—. ¿Sabes qué? —añadió Ron—. Deberíamos ir a ver a Lockhart para decirle lo que sabemos. Va a intentar entrar en la cámara. Podemos decirle dónde sospechamos que está la entrada y explicarle que lo que hay dentro es un basilisco–Harry estuvo de acuerdo, rápidamente cruzaron la sala y se pusieron en marcha hacia el despacho de Lockhart. 

—¡Ah...! Señor Potter, señor Weasley... 

—Profesor, tenemos información para usted —dijo Harry—. Creemos que le será útil...¿va a alguna parte?–preguntó cuando vió los baúles. 

—Esto..., bueno, sí... —admitió Lockhart— Una llamada urgente..., insoslayable..., tengo que marchar...

—¿Y Sarah? —preguntó Ron con voz entrecortada.

—Bueno, en cuanto a eso... es ciertamente lamentable. Nadie lo lamenta más. que yo...

—¡Usted es el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras! —protestó Ron—. ¡No puede irse ahora! ¡Con todas las cosas oscuras que están pasando!

—Bueno, he de decir que... cuando acepté el empleo... no decía nada sobre esto

—¿Quiere decir que va a salir corriendo? —dijo Harry — ¿Después de todo lo que cuenta en sus libros?

—Los libros pueden ser mal interpretados —contestó Lockhart 

 —¡Usted los ha escrito! —gritó Harry.

—Muchacho, usa el sentido común. No habría vendido mis libros ni la mitad de bien si la gente no se hubiera creído que yo hice todas esas cosas. A nadie le interesa la historia de un mago armenio feo y viejo, aunque librara de los hombres lobo a un pueblo. Habría quedado horrible en la portada. No tenía ningún gusto vistiendo. Y la bruja que echó a la banshee que presagiaba la muerte tenía un labio leporino. Quiero decir..., vamos, que...

—¿Así que usted se ha estado llevando la gloria de lo que ha hecho otra gente? —dijo Harry enojado

–¿Hay algo que sí pueda hacer?–preguntó Ron desesperado

–Sí, y ya que lo mencionas, el hechizo desmemorizante es mi orgullo, sin él esos magos habrían hablado y hubiera sido el fin de mis libros, de hecho–sacó su varita mágica y se volvió hacia ellos—Lo lamento profundamente, muchachos, pero ahora les tengo que echar uno de mis embrujos desmemorizantes. No puedo permitir que revelen a todo el mundo mis secretos. No volvería a vender ni un solo libro...

Harry sacó su varita justo a tiempo. Lockhart apenas había alzado la suya cuando Harry gritó:

—¡Expelliarmus!

Lockhart salió despedido hacia atrás y cayó sobre uno de los baúles. La varita voló por el aire. Ron la cogió y la lanzó por la ventana. Así, con Lockhart amenazado, se dirigieron a los aseos de Myrtle.

—¡Ah, eres tú! —dijo al ver a Harry—. ¿Qué quieres esta vez? 

—Preguntarte cómo moriste —dijo Harry.

—¡Oooooooh, fue horrible! Sucedió aquí mismo. Morí en este mismo retrete. Lo recuerdo perfectamente. Me había escondido porque Olive Hornby se reía de mis gafas. La puerta estaba cerrada y yo lloraba, y entonces oí que entraba alguien. 

–¿Quién era?

–No lo sé...decía algo raro. Pienso que debían de estar hablando en una lengua extraña. De cualquier manera, lo que de verdad me llamó la atención es que era un chico el que hablaba. Así que abrí la puerta para decirle que se fuera y utilizara sus aseos, pero entonces... me morí.

—¿Cómo? —preguntó Harry.

—Ni idea —dijo Myrtle en voz muy baja—. Sólo recuerdo haber visto unos grandes ojos amarillos, sobre aquel lavabo– contestó Myrtle, señalando vagamente hacia el lavabo que había enfrente de su retrete. Harry y Ron se acercaron a toda prisa—Ese grifo no ha funcionado nunca —dijo Myrtle cuando intentaron accionarlo.

—Harry —interrumpió Ron—di algo, algo en lengua pársel.

—Pero... —Harry no estaba seguro pero decidió intentarlo–Ábrete —dijo.

—Lo has dicho en nuestra lengua Harry —explicó Ron

—Ábrete —repitió, esta vez el lavabo desapareció dejando a la vista una tubería grande

—Bien, creo que no les hago falta —dijo Lockhart intentando huir pero  tanto Ron como Harry lo apuntaron con sus varitas.

—Usted bajará primero —gruñó Ron.

—Muchachos,muchachos, ¿de qué va a servir?

–Mejor usted que nosotros–antes de que Lockhart pudiera decir algo más, Ron le dio un empujón, dejándolo caer. Inmediatamente lo siguieron Ron y Harry 

—Debemos encontrarnos a kilómetros de distancia del colegio —comentó Harry

—Y debajo del lago, quizá —continuó Ron,

—¡Lumos! —ordenó Harry a su varita

— Vamos —dijo a Ron y a Lockhart, y comenzaron a andar. 

—Recuerden,  al menor signo de movimiento, hay que cerrar los ojos inmediatamente.

–¿Qué es eso?–preguntó Ron–Parece...una serpiente

–Es piel de serpiente–corrigió Harry

–Parece que mide siete metros de largo...o más–de repente Lockhart cayó–¡Vaya! Éste sí que es valiente–dijo Ron pero Lockhart sólo estaba fingiendo y aprovechó aquella distracción para robarle su varita

 —¡Aquí termina la aventura, muchachos! —dijo—. Cogeré un trozo de esta piel y volveré al colegio, diré que era demasiado tarde para salvar a la niña y que ustedes dos se volvieron locos al ver su cuerpo destrozado. ¡Despídanse de sus memorias! ¡Obliviate!–la varita estalló contra el mismo Lockhart causando que saliera volando por los aires. Aquel choque ocasionó que miles de rocas comenzaran a caer del techo. 

–¡Harry!–gritó Ron, quien había quedado atrapado por la pared formada por las rocas

—¡Ron! —contestó Harry—¿estás bien? ¡Ron!

—¡Estoy aquí! Estoy bien. Pero este idiota no. La varita se volvió contra él. Perdió la memoria ¿y ahora qué?

—Aguarda aquí —le indicó Harry a Ron—. Aguarda con Lockhart, trata de mover algunas rocas para que podamos escapar, yo iré por Sarah

–¡De acuerdo!

Harry continuó su camino intentando pisar la menor cantidad de piel de serpiente que le era posible, tras algunos minutos de caminar se encontró con una pared con dos figuras de dos serpientes entrelazadas 

—¡Ábrete! —dijo Harry, imaginándose que hablaba con una serpiente viva. Las esculturas  se separaron y con ello el muro. Con un poco de tambaleo, Harry decidió entrar. 




La Heredera de Ravenclaw y La Cámara de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora