CONTROL - L.S

Capítulo 11

El sonido incesante de las teclas del ordenador le sacó del sueño en el que estaba sumido. La habitación solo era iluminada por las cuatro brillantes pantallas y una pequeña lampara que iluminaba el escritorio de manera que la figura Styles sentado en la silla de oficina se recortó a la perfección.

Louis se estiró ligeramente sintiéndose relajado por primera vez. No sabía cuánto tiempo había pasado durmiendo, pero el sitio estaba bastante oscuro. Las sabanas de Harry eran mucho más suaves, o talvez las sintiese más suave contra su piel porque eran de Edward y no suyas. El olor del menor le envolvía y se adentraba dentro de él sin consideración de ninguna clase.

Acomodándose mejor se quedó mirando al menor no queriendo levantarse y tampoco queriendo molestarlo. En las pantallas solo se veían largas ordenes en código que él no reconocía y que le daban igual. Aunque tenía curiosidad por todo lo que tenía que ver con Harry tampoco creía conveniente invadir su privacidad.

–¿Ya te has cansado de dormir? –preguntó Harry con voz divertida.

¿Por qué se extrañaba? Estaba claro que Styles iba a saber cuándo se había levantado, aunque no hubiese levantado la mirada de las pantallas en ningún momento. Aun si se sonrojó revolviéndose un poco el pelo.

–¿Qué hora es?

–Pasadas las nueves. No es muy tarde, pero si pretendías dormir por la noche se te ha jodido.

–A lo mejor si hago ejercicio pueda dormir bien –su insinuación fue entendida y como tal despertó una armoniosa risa en el menor.

–Tengo que terminar esto, Louis. Voy con retraso.

–¿Puedo preguntar qué es eso?

Los dedos de Edward dejaron de moverse por el teclado. La silla de oficina se giró y mostró a Edward Styles vistiendo únicamente unos calzoncillos y las gafas de la vista, el pelo desordenado de manera divertida.

–Lo que te diga es confidencial –advirtió con el dedo índice alzado–. Es el nuevo antivirus que pienso venderle al gobierno en un par de meses.

–Perdona, ¿qué? –sonrió como un bobo.

–Verás –se levantó quitándose las gafas y se sentó en la cama dejando que Louis, de manera instintiva, colocase la mano en su muslo desnudo sintiéndolo frío–. Soy un programador de la hostia, cosa que no es muy posible que lo sepas. Soy un genio. Pero halagos aparte, soy un tío con cabeza. Lo que he hecho es crear el más poderoso de los virus, capaz de penetrar en todos los antivirus que existen, un virus tan potente que es capaz de cargarse todos los sistemas del Pentágono, subir sus archivos a Internet sin encriptación para que todo el mundo pueda verlo, y, además, aunque crean haberse deshecho de él, se queda una parte residual que se va reproduciendo periódicamente.

–Eso no suena bien.

–He creado el virus y el perfecto antivirus para ese virus. Con mi antivirus no solo los ordenadores más potentes e importantes quedaran impermeabilizados ante la penetración de virus informáticos independientemente de su potencia, sino que es capaz de aniquilar mi virus por completo.

–¿Para qué haces el virus y el antivirus? –frunció el ceño porque no lo entendía, pero le gustaba el entusiasmo con el que hablaba Harry.

–No puedes vender la solución a un problema que no existe. Si creo un virus superpotente, pero no hace falta usarlo porque no hay virus tan problemático todavía, el antivirus no sirve de nada. ¿Lo entiendes?

–¿Cómo vas a hacer que le gobierno te compre el antivirus?

–Infectándoles con el virus, por supuesto. Ellos no sabrán que le virus es mío, no tienen forma de saberlo. Una vez infectado acudirán de mí y les presentaré el antivirus.