Capítulo XXI: Corre, Juliet.

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-¿Ahora qué, Blunt?-preguntó Kong. Acababan de salir de la prisión, las alarmas no paraban de pitar y un escuadrón de guardias les pisaba los talones mientras corrían por el pastizal-. No sirve de nada escaparse si nos pillan de inmediato, estamos en medio de la nada, no hay adónde huir.

-Este plan no sirve-se quejaba Kronski-. Me duelen los pies, estos zapatos me hacen daño, quiero mis botines de visón. Además, esas estúpidas sirenas me van a dejar sordo.

-¿Quieren callarse?-esos descerebrados, no paraban de quejarse-. Intento pensar en algo. Necesitamos una distracción, mi contacto llega a recogernos en diez minutos nada más.

De pronto, Kong se tiró al suelo. Cogió dos piedras y comenzó a golpearlas. Brutus creyó que había perdido la chaveta.

-¿Qué demonios haces?-siseó.

-Una distracción-dijo Kong-. Un par de chispas saltaron y encendieron el pasto seco-. Ahora debemos correr.

Blunt lo entendió de inmediato. Agarró al lunático de Kronski del pescuezo y lo arrastró junto a él, corría lo más rápido que podía. Kong iba a su lado, tapándose la nariz con la manga.

El fuego se propagaba rápidamente, y todo el aire olía a humo.

Los guardias se quedaron muy atrás, impedidos de avanzar por el incendio. Los fugitivos siguieron corriendo, hasta llegar a la carretera. Un auto sin patente y con los vidrios tintados se detuvo el tiempo justo para que subieran. Luego arrancó a toda velocidad.

Dentro, por fin Brutus sintió que podía relajarse.

-Gracias, Charlie- jadeó-. Finalmente estamos a mano.

Charlie había sido compañero de Blunt muchos años antes, cuando trabajaban como guardaespaldas para un bufet de abogados, Crane & Sparrow. Blunt le había salvado el pellejo a Charlie una vez, en Shanghái, y ahora este le devolvía el favor.

Solo transporte-respondió Charlie en un gruñido-. No quiero que me involucres en tus crímenes, ya limpié mi nombre, y no pienso volver a la cárcel por tu culpa.

-No sabrás más de mi-prometió Blunt-. Sólo llevanos a la frontera.

Charlie asintió y condujo en silencio el resto del camino.

-Ya estamos libres. Ahora, la fase dos del plan-dijo Blunt.

-¿Pero cuál es el plan?-preguntó Kronski.

-Destruir al mocoso Fowl.

-Aplastarle la cabeza como a una nuez-intervino Kong, golpeando la palma izquierda contra su puño derecho-. Necesitamos dinero para llegar hasta él.

Blunt asintió.

-Yo estoy quebrado. Mi jefe anterior perdió la chaveta por culpa de Fowl, y encima está en la cárcel. Su empresa se fue a pique hace años.

-Yo tenía mucho dinero-dijo Kronski-. Muchas pieles y diamantes, en mi cuartel de antiecologistas.

-Ya, ¿Y dónde está eso?

-En Marruecos. Más bien, estaba en Marruecos, ya no queda nada. Fowl lo hizo, destruyó todo. Perdí el apoyo de mis seguidores, saquearon las instalaciones y luego todo el lugar explotó.

-¡Maldición!-exclamó Brutus-.¿Y tu, Kong?

-Yo nunca he tenido muchos recursos, que digamos. Cuando caí preso, congelaron mi cuenta-Kong se encogió de hombros-. Podemos asaltar un banco. Tengo un contacto en Venecia que nos puede facilitar los implementos necesarios, sin necesidad de pago inmediato.

Una historia de Artemis FowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora