-¿Ahora qué, Blunt?-preguntó Kong. Acababan de salir de la prisión, las alarmas no paraban de pitar y un escuadrón de guardias les pisaba los talones mientras corrían por el pastizal-. No sirve de nada escaparse si nos pillan de inmediato, estamos en medio de la nada, no hay adónde huir.
-Este plan no sirve-se quejaba Kronski-. Me duelen los pies, estos zapatos me hacen daño, quiero mis botines de visón. Además, esas estúpidas sirenas me van a dejar sordo.
-¿Quieren callarse?-esos descerebrados, no paraban de quejarse-. Intento pensar en algo. Necesitamos una distracción, mi contacto llega a recogernos en diez minutos nada más.
De pronto, Kong se tiró al suelo. Cogió dos piedras y comenzó a golpearlas. Brutus creyó que había perdido la chaveta.
-¿Qué demonios haces?-siseó.
-Una distracción-dijo Kong-. Un par de chispas saltaron y encendieron el pasto seco-. Ahora debemos correr.
Blunt lo entendió de inmediato. Agarró al lunático de Kronski del pescuezo y lo arrastró junto a él, corría lo más rápido que podía. Kong iba a su lado, tapándose la nariz con la manga.
El fuego se propagaba rápidamente, y todo el aire olía a humo.
Los guardias se quedaron muy atrás, impedidos de avanzar por el incendio. Los fugitivos siguieron corriendo, hasta llegar a la carretera. Un auto sin patente y con los vidrios tintados se detuvo el tiempo justo para que subieran. Luego arrancó a toda velocidad.
Dentro, por fin Brutus sintió que podía relajarse.
-Gracias, Charlie- jadeó-. Finalmente estamos a mano.
Charlie había sido compañero de Blunt muchos años antes, cuando trabajaban como guardaespaldas para un bufet de abogados, Crane & Sparrow. Blunt le había salvado el pellejo a Charlie una vez, en Shanghái, y ahora este le devolvía el favor.
Solo transporte-respondió Charlie en un gruñido-. No quiero que me involucres en tus crímenes, ya limpié mi nombre, y no pienso volver a la cárcel por tu culpa.
-No sabrás más de mi-prometió Blunt-. Sólo llevanos a la frontera.
Charlie asintió y condujo en silencio el resto del camino.
-Ya estamos libres. Ahora, la fase dos del plan-dijo Blunt.
-¿Pero cuál es el plan?-preguntó Kronski.
-Destruir al mocoso Fowl.
-Aplastarle la cabeza como a una nuez-intervino Kong, golpeando la palma izquierda contra su puño derecho-. Necesitamos dinero para llegar hasta él.
Blunt asintió.
-Yo estoy quebrado. Mi jefe anterior perdió la chaveta por culpa de Fowl, y encima está en la cárcel. Su empresa se fue a pique hace años.
-Yo tenía mucho dinero-dijo Kronski-. Muchas pieles y diamantes, en mi cuartel de antiecologistas.
-Ya, ¿Y dónde está eso?
-En Marruecos. Más bien, estaba en Marruecos, ya no queda nada. Fowl lo hizo, destruyó todo. Perdí el apoyo de mis seguidores, saquearon las instalaciones y luego todo el lugar explotó.
-¡Maldición!-exclamó Brutus-.¿Y tu, Kong?
-Yo nunca he tenido muchos recursos, que digamos. Cuando caí preso, congelaron mi cuenta-Kong se encogió de hombros-. Podemos asaltar un banco. Tengo un contacto en Venecia que nos puede facilitar los implementos necesarios, sin necesidad de pago inmediato.