Capítulo X: Risoterapia

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Artemis llegó sin aliento a su clase.

Se arregló el cuello de la camisa y se ordenó el pelo oscuro antes de entrar. Estaba fuera del Auditorio 5, tenía Introducción a la Medicina con el profesor Charles Lancaster.

Entró lo más silenciosamente posible, buscó un asiento disponible, sacó su laptop y comenzó a tomar apuntes.

-La medicina es una ciencia exacta- decía el profesor-. Estudia el cuerpo humano, cada detalle del perfecto funcionamiento de esta maquinaria. Los médicos cuidan que esta maquinaria funcione correctamente, cada uno de sus elementos debe trabajar en perfecta sincronía con el resto de los elementos que componen el cuerpo. Cuando esta armonía se rompe, ahí es donde interviene el médico- explicó el doctor Lancaster. Era un hombre de mediana edad, cabello castaño. Se paseaba enérgicamente por toda la sala, gesticulando con las manos al tiempo que hablaba-. Eso fue, estimados alumnos, una pequeña introducción al curso y a la carrera en general. Y aunque en mi clase no van a aprender mucho de anatomía, si aprenderán sobre la ciencia de la medicina, que no implica sólo el ámbito físico, sino también lo psicológico. La medicina puede, incluso, llegar a ser una filosofía de vida.

-Ahora, quiero que armen grupos de a lo más cinco integrantes. Sí, sólo cinco, chicos- agregó al escuchar quejidos-, y discutan el punto de vista sobre la medicina del doctor Hunter Patch Adams, en su ensayo sobre la risoterapia, y me entreguen un informe sobre su reflexión la próxima semana.

Todos comenzaron a organizarse, juntar sillas y esas cosas, pero Artemis no quería juntarse en grupos y trabajar. Él podía hacerlo sólo, perfectamente. No necesitaba la ayuda de nadie más. Así que ni siquiera se molestó en mirar alrededor a sus compañeros de curso. Buscó el ensayo sobre la risoterapia en su portafolio y comenzó a leerlo y a hacer anotaciones en su computadora.

Sintió que alguien se aproximaba a él, y que las sillas a su alrededor se movían y gente se sentaba en ellas.

Levantó la vista y vio a cuatro chicos sentados a su alrededor, dos chicos y dos chicas.

Abrió la boca para protestar, pero uno de los chicos lo interrumpió:

-Imagina que ya eres doctor, y estás trabajando en un hospital. Imagina que tienes que ir a pabellón y operar a alguien. En ese momento no puedes decirle a la enfermera «no es necesario que me pase los instrumentos, señorita, yo puedo solo», tienes que trabajar en conjunto con la enfermera y los otros médicos. Así que no me vengas a decir que vas a trabajar solo.

Artemis cerró la boca y frunció el ceño. Ese tipo era un pedante, pero en cierto modo, tenía razón. A regañadientes, giró un poco su asiento hacia los demás y cerró la tapa de su computadora.

-Genial-el pedante se frotó las manos y miró sonriente a la chica castaña sentada a su derecha-. Tenías razón, Bluebell, se puede convencer a cualquiera con un buen argumento. Te debo una soda, recuérdamelo hoy a la hora de almuerzo.

La chica castaña le sonrió levemente y miró a Artemis por un instante. Tenía los ojos claros, rebosaban inteligencia. En ese momento, el chico se dio cuenta de que ella era la mente detrás de las palabras del otro, ella era quien quería convencerlo de formar parte del grupo. Debía tener ojo con la chica Bluebell.

-Si, si, Mike, después te haces el galán con Athena- intervino el otro chico, uno rubio-. Ahora lo correcto sería presentarnos-miró a Artemis-. Yo soy Thomas Wilkins, ella es Katie Peterson-dijo, señalando a la otra chica, una de pelo oscuro que no despegaba la vista de su teléfono- este de aquí- continuó dándole un codazo en las costillas al chico pedante, que soltó un quejido. Artemis sonrió para sus adentros- es Mike Belleek, y ella- señaló a la castaña, que estaba concentrada leyendo- es Athena Bluebell.

Athena levantó la vista de su libro y miró a Artemis directamente a los ojos. Parecía que lo estaba estudiando por dentro, que podía leer todos sus pensamientos como si fueran un libro abierto. Esa mirada le recordó un poco a Holly. Lista, incisiva, siempre alerta. Athena...

El nombre le quedaba, cómo no. Athena, diosa de la sabiduría, el nombre griego para Minerva. Artemis deseó que no se parecieran. Ya era bastante tener que lidiar con Minerva, no quería que otra chica sabelotodo lo arrastrara del brazo por todo el Campus contándole su vida.

-Mi nombre es Artemis Fowl, gusto en conocerlos- dijo, simplemente.

Gracias a los que leen este fic, sí, incluso a ti, lector fantasma, y muchas gracias a las chicas que siempre comentan, me hacen mucho reír y me dan la motivación para seguir escribiendo.

Pregunta: ¿Chocolate o helado?

Jum!

Una historia de Artemis FowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora