Capítulo XVII: E37

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Artemis se encontró a si mismo sentado en la sala de Athena a las cinco de la mañana, con una traza de Earl Grey en las manos y un plato de galletas en la mesita de té, sentado junto a una desconfiada elfa policía y a un elfo que se suponía era el ex-comandante Julius Remo.

-¿Tú quieres algo, Holly?- preguntó Athena. La chica se había vestido, y tenía el largo cabello castaño atado en una trenza.

-Carne de delfín-respondió la elfa, malhumorada. Tenía los brazos cruzados y ni siquiera había probado su batido de ortigas. Había arreglado el problema de la comunicación con Refugio, y el informe que dio decía que la alerta de Centinela era solo una falsa alarma.

Artemis había estado pensando en la situación y en las probabilidades de que ese elfo fuera efectivamente Julius Remo, y ya había sacado sus conclusiones.

Athena se sentó frente a Artemis.

-Holly, Artemis, este es el verdadero Julius Remo, y por increíble que parezca, sobrevivió durante el ataque en E37- hizo una pausa-. Creo que deberíamos comenzar rememorando los hechos, Comandante.

Remo asintió y comenzó a hablar:

«Ocurrió poco después de la revolución goblin. El general goblin, Escaleno, había escapado de prisión, con ayuda de su sobrino Bunn. Tenía implantado un localizador-noqueador subcutáneo, pero no recibíamos la señal para activarlo. Envié al teniente coronel Kelp a localizarlo. Cuando lo encontró, Escaleno estaba en el E37, y demandaba que la capitana Canija y yo entráramos, o de lo contrario, muchos duendes morirían. Cuando estuvimos dentro, armados hasta los dientes, nos encontramos con Escaleno inconsciente y una pantalla sujeta por medio de octocadenas a su torso. En la pantalla estaba Opal Koboi.»

Remo se ponía colorado a la vez que hablaba.

«Esa duendecilla maníaca nos había puesto una trampa. Nos engañó, intentamos una maniobra simple para tratar salir de allí, pero cuando me acerqué a Escaleno para llevarlo con nosotros, las octocadenas me atraparon a mí, y comenzaron a apretarme hasta quebrar varias costillas. Cuando Holly intentó acercarse, un pitido comenzó a sonar, era un detonador de proximidad. Koboi se burlaba, y comenzó una cuenta atrás de un minuto hasta la explosión. Estábamos encerrados e incomunicados, solo las cámaras estaban activas, y no era posible que los demás vieran el aparato de Koboi, pues estaba hecho de mena sigilosa. Koboi le dijo a Holly que el dispositivo tenía un punto débil, y si le acertaba con un tiro, la bomba se desactivaría. Pero no fue así.»

-La bomba explotó, y el comandante se desintegró en un montón de partículas incineradas-finalizó Holly.

Artemis no sabía si la elfa quería llorar o golpear a alguien. Probablemente ambas cosas.

-No hay forma de que el comandante sobreviviera a eso. La bola de fuego salió desde el terminal hacia el conducto, y los restos y los pedazos de metralla cayeron hasta el núcleo terrestre-continuó la elfa.

-Sí había forma de sobrevivir-dijo el elfo-. Gracias a ti, Holly. Y gracias al traje de Potrillo, resistió más de lo que imaginaba.

Sacó de debajo de su ropa un pequeño recipiente con una bellota en su interior.

-Una bellota en conserva me salvó la vida.

«Verán, cuando el dispositivo estalló, las octocadenas se soltaron. Yo estaba atrapado, en medio del fuego. No podía pensar en nada, sólo sentía dolor. Mi traje se fundía y se pegaba a mi cuerpo, chocaba con pedazos de metralla y con las paredes del conducto, sentía que mi casco iba a explotar, junto con mi cabeza. De pronto comencé a caer. Mi instinto se sobrepuso a todo, e intenté agarrar algo, lo que fuera. Un trozo de metal quedó atascado en la pared del conducto, y mi pié chocó con eso y se quebró, pero alcancé a agarrarme. Quería gritar, pero no podía, cada respiro era un suplicio, tenía un pulmón perforado por las costillas rotas. Quería dejar de sentir. Cada segundo de vida era una agonía interminable. Pero sentí algo golpear mi pecho, suavemente. A duras penas logré agarrarlo. Aunque había perdido la vista, supe que era una bellota. La planté en el conducto, y rogué por que funcionara. Y funcionó. Pude volver a ver, y mis costillas y mi pulmón volvieron a su lugar. Todo me dolía terriblemente aún, pero no estaba al borde de la muerte. De pronto siento un fuerte tirón hacia arriba, que me hace soltar el risco. Una corriente de aire caliente que emergía desde el centro de la tierra, me llevó violentamente hasta la superficie. Lo último que vi fue la luz del sol. Luego me desmayé.»

Por el amor de Frond, esto no se ve nada bien.
¿Ustedes le creen al supuesto Remo? ¿Por qué?

#ArtyRules

Una historia de Artemis FowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora