Capitulo I: Rodeada de Goblins

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La capitana Holly Canija de la PES estaba en un amplio y oscuro túnel, rodeada de goblins. Debían de ser treinta, algunos más, algunos menos. No podía aturdirlos a todos con su Neutrino. No tenía comunicación con la jefatura de policía (lo que era frecuente), y tampoco sabía donde rayos estaba metido su apestoso amigo Mantillo Mandíbulas, así que no podía efectuar ninguna gaseosa escapada.

«No me vendría mal la ayuda de Mayordomo en este momento», pensó la elfa, mientras veía a la panda de reptiles acercándose. «O el cerebro de Artemis Fowl, ya que estamos».

Pero ninguno de sus amigos vendría a ayudarla. Esta vez, tendría que arreglárselas solita.

En ese momento el jefe de los goblins hizo una señal al resto, y dos docenas de bolas de fuego apuntaron y volaron en dirección a Holly. La elfa se tiró al suelo, hecha un ovillo, justo antes de acabar carbonizada en un montoncito de cenizas. Rodó y se atrincheró tras unas rocas.

«Piensa a lo grande, Holly», se dijo. «Piensa, ¿qué haría Artemis Fowl?»

Disparó unas cuantas descargas en dirección a los goblins. Le respondieron varios aullidos y un par de bolas de fuego. Intentaba ganar tiempo para idear un plan.

Se imaginó a Artemis diciéndole a Mayordomo que aplastara a todos aquellos goblins de un manotazo, tarea que el sirviente no tendría ninguna dificultad en cumplir.

«Pero tú no puedes aplastarlos, Holly. Tú eres una pequeña elfilla, no un enorme fangoso».

Miró a su alrededor, buscando algo con lo que pudiera aplastar goblins, mientras las bolas de fuego seguían cayendo por sobre su cabeza. De pronto, sus ojos captaron algo en el techo de la caverna.

Ahí arriba había una carga explosiva de enanos, una bomba de proximidad. Bastaría una sola descarga de neutrino para que una lluvia de rocas sepultara a los goblins.

Y a ella. Debía alejarse antes de disparar.

La lluvia de fuego cesó de pronto. Asomó la nariz para ver qué ocurría.

Al parecer los goblins discutían una nueva táctica de ataque, lo que le dio unos momentos para estudiar su situación.

Tras ella había una muralla de roca. Delante, un montón de goblins. Sobre ellos había una carga que volaría todo el techo de la caverna. Pero tras los goblins...

Sin pensarlo dos veces, echó a correr entre los reptiles, disparando y zigzagueando, rogando por que no le frieran el traje. Los goblins, estúpidos como eran, tardaron en darse cuenta de que su objetivo se movía y los atacaba, así que la elfa pudo pasar entre ellos sin quedar hecha cenizas.

Siguió corriendo, alejándose cada vez más de los goblins, que quedaron a su espalda, lanzando un par de bolas de fuegoque la roja esquivó sin problemas. Pero ante ella se extendía una enorme grieta.

Tenía dos metros de ancho, de lado a lado en el suelo de la cueva, y al fondo brillaba magma anaranjado.

Holly siguió adelante, sin dejar de correr, tomando impulso para saltar. Ningún problema. Disparó unas cuantas veces más a los goblins, para mantenerlos a raya.

Dos metros.

Saltar.

Pies firmes y concentración.

Llegó a la orilla y saltó.

Y justo en ese momento, algo la distrajo.

-Ya deberías irte, Holly- dijo una voz familiar-. Se marcha a primera hora de la mañana, y sabes que al fangosillo no le gusta esperar.

-D' Arvit! -Holly no alcanzó a sujetarse del borde, y comenzó a caer hacia el magma hirviente, mientras desde arriba los goblins se reían de ella y lamían sus globos oculares.

Oh, no. Pobre Holly.

qué creen que pasará?

Una historia de Artemis FowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora