C A P Í T U L O 30

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C a p i t u l o 30 "Quedarse" 

Han pasado cinco días desde lo ocurrido con Sam.

Con Harry.

Esconderme en casa de mis padres fue la mejor solución que todos encontraron, aunque, en realidad, muy buen escondite no era, pues Patrick y Louis inmediatamente habían sabido que aquí me encontraba. Sus visitas me habían animado solo un poco.

Anne, se había portado más maternal conmigo de lo normal.

Le confesé que había admitido mis sentimientos a su hijo y ella no tardó en informarme que lo sabía; el mismo Harry se lo había informado.

Patrick se encargó de mencionar en el trabajo que me encontraba indispuesta debido a la anemia. Una mentira piadosa no hacía daño. Pero siendo sincera, no todo era un engaño. Hasta la fecha, casi no he comido y mi cuerpo se siente más débil y pesado a la vez; mi madre insiste con que me veo más blanca que una hoja de papel, pero intento ignorar sus comentarios acertados. Había tenido suficiente con verme al espejo hoy por la mañana para saber que era verdad.

Pero, qué más da, no era como que mi aspecto físico me importara ahora mismo.

Mi celular había estado apagado todo este tiempo y me negaba a encenderlo, la diminuta paz mental que aún me quedaba se vería estropeada si prendía el aparato.

Hoy he decidido regresar a Londres.

Necesitaba mi cama, mi hogar, mi lugar y mi soledad.

El camino se hace en silencio aunque a veces mi padre me cuenta algunos chistes y chismes de las vecinas del pueblo. No intenta indagar acerca de la guerra que se debate en mí interior, ha guardado distancia respecto al tema pero aun así, se ha asegurado de repetirme una y otra vez que siempre va a estar para mí.

Y se lo agradezco profundamente.

Tres horas después, se está estacionando en mi calle y a pesar de que lo invito a pasar, él se niega, pues tiene que volver a manejar de regreso a Holmes Chapel. Con un beso en la frente y nuevamente palabras de aliento, me bajo de su automóvil gris y me adentro en el edificio.

Saludo a Ralph, el portero que de vez en cuando está cuidando nuestra propiedad y arrastrando los pies llego al ascensor y después, a mi departamento.

Todo luce completamente igual.

Tranquilo y silencioso, como si todo el desastre ocurrido hace menos de una semana hubiera sido solo una simple pesadilla.

Suspiro pesadamente y me dirijo a mi habitación para ponerme el pijama a pesar de que son las 4:30 p.m. el cielo está nublado, por lo que tomo algo abrigador para que me abrace. Una vez cambiada, voy a la cocina y me preparo un chocolate caliente y mientras espero a que esté listo, enciendo el televisor y pongo Friends en la pantalla.

Sobre el comedor, en un jarrón de cristal, están depositadas las flores que Sam me regaló un día antes de lo ocurrido; ahora están marchitas, sin luz, sin una gota de color.

Tal como yo.

Y cuando las tomo entre mis manos para depositarlas en el contenedor de basura, vuelvo a llorar por la ausencia del chico. Me permito sentarme un momento, y abrazo mis rodillas para hundir mi cara en ellas.

Toda mi casa está llena de su recuerdo y estoy casi segura de que si me recuesto en mi cama, mi almohada aún conservará el olor de quien era mi novio.

¿Cómo estará Sam?

Paso mis manos por mi rostro con la intención de secar mis lágrimas y vuelvo a la cocina para apagar la estufa y servir en una taza mi bebida. Camino hasta el sofá y me recuesto en este cobijando mi cuerpo con una delgada manta.

YOUR TYPE | H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora