Introducción

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Mi abuela sentía una debilidad por Martina, siempre le consentía y le regalaba dulces a escondidas de mi madre. Ella creía que a ella le faltaba cariño, pero la verdad es que no. Incluso mis padres querían mas a Martina que a mí, era una niña demasiada consentida para ser la hija de la niñera.

Mis hermanos estaban encantados cuando ella llego, escondida detrás de la falda de su madre con la nariz roja y los ojos hinchados de tanto llorar. Yo sabia que su presencia significaba problemas.

El día que entro a nuestras vidas fue como un nuevo nacimiento, todos se preocupaban por ella: si tenía hambre, la cocinera le preparaba comida lo antes posible; si quería jugar, mis hermanas se turnaban para entretenerla; todo lo que deseaba estaba en sus ojos en menos de cinco segundos.

Y a mí me dejaron de lado, abandonada entre las sonrisas que le dedicaban a ella.

Fue la infancia mas aburrida que se pudieran imaginar. A pesar de que la madre de Martina estaba allí para cuidarnos, su hija era la protagonista.

Era tierna, adorable, amable, cariñosa, risueña, y un montón de bobadas que la gente pensaba acerca de ella.

Por eso la odiaba.

Era estúpido, mis amigos me decían que nunca me falto nada de material. Pero lo que yo anhelaba era amor, sentirme especial para mi familia y no ser alguien invisible. Sin embargo, era difícil destacar: mi hermano mayor, Franco, estaba estudiando economía para ayudar a mi papá en el trabajo, y Delfina, mi hermana menor, era tan dulce como el azúcar y la niña mas sociable que haya conocido en mi vida.

En cambio, yo era la que sacaba calificaciones promedio, la que no ganaba ningún premio en la feria de ciencias, la que no conseguía nada por sus propios méritos. Simplemente nadie.

Con los años, llegue a creer que esa era una de las razones por las cuales trataban a Martina como su propia hija.

Cuando ella cumplió 16, le hicieron una fiesta, arrendaron un local e invitaron a los amigos de Martina y a los de mi familia. Fue espectacular, hubo fuegos artificiales y mis padres le regalaron un auto para cuando cumpliera 18 sacara la licencia de conducir.

Cuando yo cumplí 16, tres meses después del cumpleaños de Martina, me regañaron por reprobar matemáticas y me inscribieron a una escuela de verano donde sufrí dos meses con chicos que no paraban de calcular nada. Lo único bueno fue que conoci a Angie y Brisa, las únicas que también fueron obligadas a ir a esa escuela por reprobar.

Pero todo se complicó cuando Martina celebró cumpleaños número 18, y mis padres decidieron hacer algo más intimo

Fue una pequeña reunión entre mi familia y la de ella, su madre seguía trabajando para nosotros, Delfina tenía 14 y mi madre la consideraba todavía una niña. La hermana de Martina, Megan, viajo desde Londres hasta Canterbury para esa fecha. Ella, a diferencia de su hermana, me agradaba

Mi abuela había ordenado hacer un pastel gigante de crema y chocolate, decoraron la casa con flores y mis padres le susurraban cosas a Franco con aspecto sospechoso

En la noche, después de la cena especial que hicieron para Martina, mis padres se pusieron de pie y levantaron sus copas para hacer un brindis. Dieron un discurso aburrido de lo mucho que la querían y que era considerada una mas de la familia González

Entonces, la abuela empezó a soltar lagrimas de felicidad, Franco no paraba de sonreír y mis padres se miraron como si a punto de revelar un secreto

Pero lo que dijeron fue mas que un secreto, fue mi condena

-Y por todo ese cariño que te tenemos, Martina- Dijo mi padre, radiante con su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión -queremos que formes parte oficialmente de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestra querida hija Lourdes


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Hola gente! Esta es mi primera historia, estoy trabajando en la portada, espero les guste ^-^

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