XXX. Inike

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Inike

En tiempos muy remotos...

—No os precipitéis, buscad en los sitios correctos, no os dejéis llevar por rastros falsos. Son muy hábiles escondiéndose...

—Y muy astutos, así como pérfidos y traidores. —Dijo Wyam adelantándose a las palabras de Unot.

—Nos ocuparemos de ellos. —Respondió Noath confiado.

Wonkal miró con recelo a su compañero. Esta sería su primera misión oficial, Noath ya tenía experiencia en este tipo de lances, pero él todavía no estaba muy seguro de sus habilidades.

Unot advirtió las dudas en el semblante de Wonkal. Entonces sacó un pequeño trozo de madera de uno de sus bolsillos. Wyam sonrió, le puso una mano en el hombro a Noath y de manera sutil lo llevó hasta la puerta.

—Vamos a ultimar detalles. —Le dijo.

Noath echó una mirada a Wonkal, se encogió de hombros y se marchó con el general.

Wyam al igual que su compañero Unot, conocían cada detalle de la vida de Wonkal, el muchacho que un día fue, ya no estaba. En ese momento sus pensamientos eran radicalmente opuestos a los de hace algunos ciclos. Su condición, sus ganas y su inteligencia lo situaron como una de las mejores promesas de la magia. Todo cuanto aprendió, en ese momento se volvía en su contra, pues él, sabía de sus capacidades y temía su poder. Pero Unot, sabio entre los sabios le habló:

—Dime, ¿qué ves aquí? —Preguntó al joven mostrándole el trozo de madera.

—Es un pequeño madero, del tamaño, en largo y grueso del dedo meñique. Por las grietas que se aprecian en su contorno está seco, lleva cortado bastante tiempo. Diría que es un trozo de una vieja rama de madera de Crousten.

Unot no tuvo más remedio que sonreír por la sagacidad del chico.

—Esto —dijo levantando el tronco en miniatura, es un Inike. Alguna vez, lo habrás oído en los relatos de Ikalinet. Muchos magos lo podrían considerar una reliquia, pero en realidad no lo es. El secreto de su creación procede de una estirpe de Enit, de los que ya, desgraciadamente, quedan muy pocos. Es un contenedor.

Unot dejó el objeto encima de una pequeña mesa de piedra.

—Hace tiempo conocí a un joven parecido a ti. Debía tener tu misma edad. Era disciplinado, constante, se aplicaba en el aprendizaje, en las artes guerreras y en las artes mágicas. Sus compañeros lo acogieron como líder, sin reservas, pues sabían que nadie mejor que él para conducirlos a la batalla.

Unot observó a Wonkal. El joven lo miraba con atención, pues sabía que, con cada una de las palabras del mago aprendía más que con cualquier batalla, o la mejor clase del maestro más sabio. No solo las palabras, la cadencia del habla, el tono sincero y equilibrado de su voz, tan solo eso era una lección de vida. Así que escuchó con todo el esmero que pudo.

—Llegó el día que tuvo que enfrentarse a su primera misión, lo mismo que te ocurre a ti en este momento.

En ese momento Wyam interrumpió en la sala de forma brusca.

—No podemos demorarnos más, tienen que salir ya, la luna nueva estará presente en tan solo dos días. Siento mucho interrumpir así, pero han de partir de inmediato.

—Bien, Wyam lleva razón, debéis partir ya. Recuerda, —Dijo Unot dirigiéndose a Wonkal— Ya te dije, es un contenedor, y yo estoy en él. Si te ves en apuros, rómpelo. —Diciendo esto le dio el trozo de madera a Wonkal y le cerró el puño sobre él.

EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora