VII. El plan
Las llamas de las velas temblaban como si un ligero viento soplara sobre ellas. Tal vez para una velada con cena romántica y durante un corto periodo de tiempo, esa tenue claridad cubierta de cierto halo de misterio hubiera sido lo apropiado. No era el caso, Fengart no podía más, llevaba toda la noche leyendo los libros que Noath despreció, no solo esos, un cúmulo de tomos de diferentes tamaños se amontonaban en su mesa. Se levantó tambaleándose, con los ojos irritados, cansado por la falta de sueño, puede que tal vez desnutrido y por supuesto, afligido por la muerte de su mentor. El mago mostraba un aspecto lamentable, estaba deteriorado, no parecía la persona de tan solo unos días antes.
No era la primera noche que pasaba en vela, desde que descubrió el regreso del cuarto apenas si había dormido. Nunca se le ocurrió que todo se ofuscara de esta manera, debía haberlo previsto. Sin duda un acontecimiento extraordinario que marcaría una nueva etapa en la tierra. Lo tenía todo preparado. El hechizo lo descubrió hacía ya muchas lunas, pero en ese momento carecía de sentido. Sin embargo, a día de hoy, aquel sortilegio oculto que antaño encontró, podía hacerlo el ser más poderoso sobre la tierra. El regreso del cuarto era cuanto necesitaba. Aquel hechizo tenía que ser realizado antes de que fuera consciente de su verdadero yo.
Pensó de nuevo en la dimensión del encantamiento. Si era capaz de llevarlo a cabo, jamás volvería a vivir situaciones como la actual. No solo sería el comandante de los Jyriths, se convertiría en el señor de todo cuanto viera allá donde estuviese.
Pensó que sería más fácil, estaba acostumbrado a zanjar cuestiones. Las criaturas que buscaban al chico... muy poco había leído sobre ellos, nunca nada conciso, solo conjeturas. Debían estar en un lugar vetado para cualquier humano, fue el cuarto junto con sus generales quienes los condenaron a un encierro eterno. Por sí mismos no hubieran podido escapar. Tal vez detrás de ellos, alguien en las sombras los estuviera guiando en su cometido. No solo eso, por otro lado, estaba el Naggum... el primero de su especie, un ser terrible, poderoso y astuto.
Pensaba en el poder que podía desatarse, mucho más de lo concebible, maldijo entre dientes. Tenía en sus manos la sabiduría de la bóveda y no era capaz de sostener una visión clara y resolutiva.
También estaban los magos buscando sin descanso al muchacho, aunque a estos casi no les daba importancia, le preocupaba más la parte oscura que lo perseguía con tanto ahínco. A pesar del cansancio que acumulaba seguía dándole vueltas a la cabeza, debía haber alguna forma de llegar al joven.
Sintió que se le cerraban los ojos, apenas se podía mantener de pie. Se concentró y pronunció algunas palabras, el efecto del conjuro lo mantendría despierto durante un rato más. Siguió pensando... Hubiera dado cualquier cosa, lo que sea por haber tenido a su lado a su amigo y mentor, a su consejero, y un velo de tristeza lo sacudió.
Algo, había algo que se le escapaba. Una idea comenzó a rondar su cabeza. Tal vez no pudiera llegar hasta él, pero quizás no hiciera falta. Solo tenia que conseguir que fuera el chico quien viniera a él.
Se sentó y volcó cada uno de sus pensamientos en distintas direcciones, localizó las sombras implicadas en su captura y vio lo que ellas vieron. Las imágenes sin color pasaban por su mente como si hubiera sido él quien hubiese estado allí. No encontró nada de interés, nada hasta que vio a Qaat. El guerrero Jyrith se alió con una de aquellas criaturas en su afán de apresarlo. Y lo vio, los recuerdos de la sombra se volvían inestables e incoherentes en el desierto de arenas rojas, pero ya no le importaba, lo que venía a continuación no era de su interés, ya tenía lo que quería. El color acudió a su rostro y la sonrisa dobló sus labios. No cabía tiempo para el descanso, además la adrenalina se había disparado en sus venas y en ese momento se encontraba eufórico. Salió de la sala dictando órdenes.
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EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGO
AventuraTercer y último libro. Este volumen completa la trilogía. El desenlace. Un enfrentamiento que hará temblar cada uno de los reinos de los hombres y las distintas criaturas de este mundo de magia.