X. Pergaminos de Rinddenat

596 134 25
                                    

         

X. Pergaminos de Rinddenat

El músculo de su espalda se contraía como si tuviera vida propia. La absorción de poder aún no se había completado. A pesar de poseer el dominio absoluto de cada una de sus funciones vitales, aquella fuerza era incontrolable.

Cayó sobre el rugoso terreno, inmovilizado por las convulsiones no voluntarias de su interior. Los símbolos al salir del pergamino se acercaron a su piel que los adsorbió con mucha avidez. Sintió como atravesaban su carne, se instalaron en su torrente sanguíneo que utilizaron como medio para repartir el conocimiento oculto en aquellos emblemas a través de su cuerpo, de sus huesos. Su sistema nervioso quedó atrapado por incontables punzadas que lo saturaban, provocándole un dolor que hacía mucho tiempo no experimentaba.

Sabía que el poder tenía un precio, lo experimentó durante su paso por mundos vetados a los mortales.

Pensó que el dolor había sido erradicado. No era así. Debía haberlo previsto, aún existían en él restos de su parte humana y esos fragmentos que un día fueron, se negaban a abandonarlo. Sonrió con una mueca torcida, sus conocimientos eran muy superiores a cualquier mago o brujo, de igual manera, su dominio sobre la magia abarcaba rincones que incluso los magos más poderosos jamás podrían alcanzar. El traslado de la sabiduría contenida en el pergamino de Rinddenat se completó, la fuerza sostenida por sus símbolos había sido liberada. Desde ese momento formaban parte de Noath.

Seis. Quedaban seis. Recordó cuando estudiaba y Mundinoth le habló de ellos, de la capacidad que otorgaban y del peligro que suponían.

Siete son los pergaminos de Rinddenat, siete escritos en un mismo compendio, posteriormente fragmentado con el único fin de dividir su poder. Cada uno contenía una sentencia. Cuentan los antiguos libros que el nexo de los tres primeros mantiene los pilares de las tierras conocidas por el hombre. Los cuatro restantes sostienen los mundos ocultos a los ojos de los vivos, la fusión entre ellos trasciende la muerte. Los Dioses dividieron y repartieron los pergaminos, no solo en tierras mortales, algunos fueron llevados a lugares donde ninguna criatura viva pudiera llegar. En cada uno, reside una fuerza que va más allá de la comprensión humana.

El poder que contienen es permanente movimiento, no tal como lo pueda entender un mortal. Es un "movimiento" eterno de evolución que debe formar parte de una entidad capaz de contener un don de origen divino.

El pergamino realzó sus capacidades, en ese instante percibía las cosas de forma diferente. Su memoria se expandió, las sombras ocultas de su recuerdo se volvieron nítidas como la luz del sol. En esos fragmentos perdidos encontró respuestas que nunca había buscado.

No, no era el primero, hace no mucho tiempo abrieron otro pergamino para él, no uno de los siete, aunque también pertenecía al original. Su recuerdo lo llevó a sentir cómo los símbolos recogidos en él buscaron su piel y se fusionaron con ella. Aquella vez no hubo dolor, solo sensación de poder. Un poder multiplicado, más de lo que en principio creyó. Si una sentencia menor podía otorgar ese don, sería impensable lo que podría poseer con los símbolos originales en su sangre. Fue un anticipo, un regalo que pronosticaba cuan poderoso podía llegar a ser.

Los pergaminos tenían una fuente de poder supremo.

He ahí el motivo del trato. La captura del muchacho, el pacto entre ellos.

El ente oscuro le abrió la puerta, una tan secreta y certera como el mismo A'lkium, y tras el primer anticipo y como prueba de lo expuesto, le dio la ubicación del pergamino que ahora habitaba en él.

Así fue. Entonces supo la verdad de sus palabras. Estaba justo donde le dijo, en la Bóveda de la Sabiduría. Además, él tenía uno, se lo había mostrado sin abrir, sellado probablemente con una poderosa magia de contención. No solo eso, también le otorgaría la facultad de ver la ubicación de dos más, los que engañaban, los que susurraban al oído de la muerte.

EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora