XXXX. Dioses

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Esta vez el silencio era un murmullo que aumentaba en fuerza e intensidad. Athim levantó la mano, la hoja de la espada se movía en un constante titilar y por momentos se intensificó y el sonido cesó.

Sí, el ruido se extinguió, pero del mismo modo la noche arreció en oscuridad y un manto siniestro de tinieblas envolvió el campo de entrenamiento. Todo quedó sin luz, la vista dejó de ser útil, sonidos desagradables crepitaban por el aire.

Aunque estaba protegida por el escudo rojo, Niela no pudo evitar ser tocada por un mal que parecía abarcarlo todo. Hasta ella llegó un dolor que oprimió su pecho y una sensación de abatimiento le rasgó la médula.

Silbidos apagados se movían con una rapidez asombrosa desde lugares imprecisos. Athim cogió la mano de la joven y la calma llegó a ella de súbito. Wonkal susurró y un resplandor blanquecino brotó del suelo y se elevó sesgando la noche, formando una gigantesca columna de luz.

Los espectros aparecieron lo mismo que negros e inquietos vestigios de la vacía oscuridad, crepitando al viento, buscando la forma de romper la defensa que protegía al grupo. Fue Noath quien avanzó como el que quiere empujar con fuerza, alzando sus brazos al frente. Sus manos durante un ínfimo tiempo quedaron ocultas por un halo turbador y algo que no se pudo ver distorsionó el aura. Se formó un movimiento ondulatorio que cubrió por completo el color rojizo, que a su vez se apagó y desapareció.

El Señor de los Abismos levantó una mano. Todos los Jyriths a excepción de Tkinum se transformaron en Rukjunuy como ocurrió con Qaat. Los monstruos babeantes e inquietos se precipitaron sobre Athim que, avanzó con paso firme, y su espada bailó con la danza de un tornado, el filo los tocaba casi con delicadeza y solo mataban el temible ser que habitaba en los hombres. Y se podía ver la flama blanca separar el mal de ellos y sus cuerpos inconscientes quedaban en la tierra.

Ninguno habló, pues las palabras no eran necesarias. Humkiom el señor de los brujos se detuvo, todos lo vieron realizar un leve movimiento de cabeza. Los tres que quedaban, proyectaron su cuerpo al viento, y una tempestad de sucios harapos buscó vestir la noche de muerte. Aprovechó Noath ese instante para llegar hasta Wonkal. Se acercó proyectando en la mente de sus oponentes un tiempo que no recordarían, mientras a una sorprendente velocidad se desplazaría hasta su objetivo. Cuando el rival reaccionaba, el mago de A'lkium estaba allí, y la sensación se volvía sobrenatural. Ya no más, no lo volvería a coger desprevenido y el primero de la orden del día clamó a los Dioses mediante un sortilegio que el mismo Kelj escribió en el libro de fuego. Ni siquiera el antiguo protector de las sombras esperaba esa respuesta. Al trasladarse percibió una fuerza enorme que contrarrestaba su avance, de esta manera no pudo completar la distancia en el tiempo previsto. La segunda parte del conjuro llegó de inmediato. Noath sintió que dejaban de sujetarlo y por el empuje que hizo para superar el obstáculo, salió despedido. Notó el giro inesperado de su lance al golpear la pared de piedra, situada en el lugar contrario a su blanco. El golpe lo aturdió, sin embargo, en el tiempo que un hombre tarda en bostezar estaba recuperado.

El lugar se volvió un caos, pues a pesar de la luz, los jirones de tela y humo asediaban el espacio por completo. Uno de los espectros se materializó tan solo a una vara de Athim y de su mano surgió un puñal de piedra ennegrecida con el que buscó su cuello. Giró mientras su espada se agitaba descomponiendo los retales del aire, y saltó como un experimentado acróbata cuando la segunda entidad del mal buscó apresarlo por la espalda. Tras el salto quedó cubierto por los mugrientos desechos que se adherían a su cuerpo igual que sanguijuelas sedientas de sangre, y fue entonces, en ese momento cuando los andrajos se volvieron garras, y Athim cayó rodando con dos espectros agarrados a él en un abrazo mortal, tratando de consumir su cuerpo.

EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora