IV. Grandes secretos
Libro de fuego. Hoja 1. Párrafo 1.
"Los grandes secretos quedarán ocultos a la vista de los mortales".
—Así fue desde el principio de los tiempos.
La voz de Ikalinet sonaba clara, con gravedad. Solía leer a los jóvenes magos de la ciudad los relatos de los antiguos manuscritos, era parte de la enseñanza, y a pesar de llevar haciéndolo mucho tiempo, ese era uno de sus momentos, los que más disfrutaba. No solo él, cualquiera que lo escuchara se quedaba maravillado. Tal abstracción quedaba reflejada en el rostro de los oyentes. Relato y narrador eran uno. El custodio del templo de la verdad tenía el don de transmitir, de hacer ver y sentir al que lo escuchaba cada párrafo que leía.
La divulgación de tiempos pasados ayudaba a entender mejor los tiempos presentes y quizás, a prever o anticipar los tiempos futuros. No solo los más jóvenes escuchaban embelesados, cuando Ikalinet daba sus clases de historia, aquel que no tuviera que hacer asistía gustoso al templo para escucharlo.
En ese momento, lo que leía era tan solo para unos pocos y lo que decía, debía ser escuchado, porque tal vez, los presentes, después de escuchar pudieran entender el alcance de lo que acontecía.
El anciano observó a su audiencia.
Los tres grandes magos lo miraban con atención, solo faltaba Wonkal, el primero de la orden del día. En la sala, también se hallaba el príncipe de los Dauls, Tdaim, hijo del señor de los valles, el gran Muaiot.
Mitigado por un hechizo de contención, recién llegado, Atreeom, el señor del reino de fuego. A su lado su antagónico aliado, Wrutm; el príncipe del hielo. También junto a ellos se encontraba Danoam, representante de las Albrant de los árboles. Ainanit hizo bien su cometido, era la única portadora de palabras que había regresado. La joven, pero experta guerrera, quedó con ganas de acompañar al invitado al interior de la sala de las lecturas.
Cuando el custodio del templo se disponía a seguir leyendo la puerta se abrió. Nadie podía entrar en el recinto una vez cerrada la sala. Solo los señores de los grandes reinos y siempre en casos extraordinarios.
En el pórtico de entrada se dibujó la delgada silueta de Ryam. Los ojos de Ikalinet se iluminaron, no pudo evitar un leve temblor al tiempo que luchaba por contener la humedad de sus ojos. El muchacho se apartó a un lado y el mismísimo señor de las aguas, el rey de todos los mares, Ecdinnor, solicitó permiso para unirse al grupo.
Ikalinet, con disimulo, tuvo que sujetarse al atril. Lo había logrado. En ese momento el gran maestro del templo de la verdad supo que su discípulo, Ryam, estaba llamado a ser un gran erudito entre los magos. Ya no podría enseñarle más, el hecho de llegar hasta el señor de las criaturas marinas y traerlo a la ciudad, le había revelado su propio camino.
No era tiempo de demora, Ecdinnor fue invitado a pasar. Más tarde si ello fuera posible, sería celebrada su estancia en la ciudad de los magos a la que no se recordaba que hubiera asistido jamás.
Ainanit con tristeza, junto a Ryam, observaban las puertas cerrarse de nuevo. Apenas se habían unido las dos hojas, se volvieron a abrir.
Y la voz de Ikalinet sonó:
—Los grandes señores, así como los primeros de las casas han decidido que os quieren dentro de la sala. —No pudo evitarlo y los matices de la emoción que sentía hizo que algunas de sus palabras, se quebraran al pronunciarlas.
A la segunda protectora de las llamas, se le encendió la mirada. Ryam compuso una sonrisa tan amplia, que la boca le llegaba de oreja a oreja. Ainanit fue la primera en avanzar con decisión, su compañero, más torpe e indeciso quedó atrás. Sintió que tiraban de él. La joven maga le cogió la mano resolutiva, obligándolo a seguirla, provocándole una pequeña sacudida que por poco lo hace caer. Ikalinet aun emocionado, intentó disimular una sonrisa. "Sigue siendo mi chico" pensó.
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EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGO
MaceraTercer y último libro. Este volumen completa la trilogía. El desenlace. Un enfrentamiento que hará temblar cada uno de los reinos de los hombres y las distintas criaturas de este mundo de magia.