XV. Lo inesperado

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Los generales se levantaron como si fueran uno solo, la salida inesperada de los diablos los dejó sorprendidos. Algo debía ir mal, Erij nunca antes había actuado de esa manera.

La preocupación de Iluymt aumentó, por un lado; la imprevista ausencia del demonio, por otro; el maldito bosque. Eran muchísimos hombres, sin ninguna duda influidos por la poderosa voluntad del demonio que tal vez, pudieran atravesar aquel sitio sin mayores problemas, aunque sabía que, según lo contado, muchos sucumbirían al encantamiento. Valdría la pena si lograban atravesarlo, una vez fuera, someter a los magos sería un juego de niños.

Leymt, también quedó sorprendido por la marcha del Naggum, pero sus pensamientos en ese momento, rondaban en torno a lo que acababa de escuchar. No podía permitir que sus hombres murieran en aquel sitio. No solo afectaba a sus soldados, muchos guerreros con familia sucumbirían, aquello era una trampa mortal a la que acudían por voluntad propia. Debía instruir bien a los Zueritas antes de entrar allí. Eran guerreros, como guerreros debían morir, no en un bosque nocivo, perdidos en sus propios delirios. También necesitaba saber algo que percibió, o intuyó en las palabras del primer demonio. Entonces sin poder contenerse, dirigiéndose a Diegt le preguntó.

—El Naggum habló del primer general del cuarto con cierto desprecio, pero al mismo tiempo me dio la sensación que tan solo nombrarlo le causaba respeto, cosa que me extraña en una criatura tan poderosa. Sé que tú sabes más de lo que dices, lo que callas puede sernos útil a todos ¿Qué nos puedes decir del tal Unot?

La pregunta cogió por sorpresa al comandante que, durante un periodo de tiempo más bien largo guardó silencio. La consulta consiguió llamar la atención de cuantos formaban el grupo, la mayoría seguían en pie, inquietos, pero nadie dijo nada. La espera dio su fruto y Diegt miró a Leymt y contestó a su pregunta, y habló para sí mismo en voz alta.

—Hace mucho tiempo fueron cuatro, cuatro generales de la magia. Unot es el primero, por lo tanto, el más poderoso de los cuatro. No sé mucho más que vosotros, la historia de mi pueblo se vuelca en la destrucción del primer demonio y a lo largo de antiquísimos escritos, Unot se menciona de manera puntual. La primera referencia llega del periodo de las lunas negras. Esa época es motivo de celebración para los míos, pues Unot, junto a Wyam derrotan al primer Naggum y el cuarto lo destierra a las tierras malditas. En mi pueblo, lo mismo que en los pueblos antiguos, las leyendas de la magia están muy presentes, pues los magos que libraron la batalla de la libertad dan nombre a nuestra historia. Fue... antes que Kelj, el tercero. En este caso el mayor poder corresponde al cuarto, pues el tercero era tan solo un mago, no poseía la capacidad de la contienda, mientras que Kelj se levantaba a su vez como guerrero. Los dos grandes magos, después de restaurar el equilibrio, tras numerosas batallas por restaurar el equilibrio, hicieron nacer a cuatro. En ellos delegarían sus funciones en tiempos de paz, y serían sus generales en tiempos de guerra. El primero fue Unot. En él se depositó una fuerza sin parangón, no física, que también, pero fue más bien un poder mágico cedido a partes iguales por los dos magos. Después nació Delínia. Dicen que, entre todas las mujeres, ella era la más hermosa, también la más poderosa de los guerreros de la magia, solo superada por Unot. Luego nació Wyam, que a temprana edad ya mostró las cualidades de un experimentado líder, en tiempos venideros consolidaría alianzas entre los reinos de los hombres, uniría pueblos de distintas razas, sofocaría guerras mucho antes de que fueran consolidadas.

Diegt hizo una pausa. Todos lo miraban expectantes, Iluymt se mostraba inquieto por la situación. Luego tras beber un trago de agua de su cantimplora, continuó hablando.

—Al cuarto de los generales lo llamaron Amut. Dicen que luchaba sin armas, solo con sus manos. Nada más se sabe, pues de los escritos antiguos queda muy poco. Un anciano, de los más versados de mi lugar de origen, me contó algo que estableció en mí la esperanza. Si cabía una posibilidad, una sola, merecía la pena intentarlo.

EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora