EPÍLOGO

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—¿Puedo pasar?

—Estoy cerrando. —Dijo la cantinera.

—¿Ni siquiera un pequeño trago para un viejo amigo?

—¡Por todos los Dioses! —Exclamó Niela girando la cabeza y descubriendo a Wonkal en la puerta.

La chica saltó a los brazos del mago.

—Ten cuidado, solo soy un pobre anciano.

—¿Dónde has estado? ¡Han pasado doce lunas desde que te fuiste sin despedirte! Ni una triste despedida. —Su boca se torció en un gesto de desagrado.

—Un asunto requería mi atención.

—Al menos podías haber dicho que te ibas. Estaba preocupada. Tiene que ver con Athim y Thed. Quiero decir... ¿Kelj, Unot y Wyam?

—En cierto modo sí. Kelj en persona me encomendó traer algo de suma importancia.

—Ummm. ¿Me lo puedes contar? —Dijo Niela con cara de pícara.

Wonkal dudó un poco, luego un poco más, después se sentó con calma, apoyó el codo en una mesa y durante un rato estuvo haciendo como que pensaba.

—¿Me lo vas a decir ya? —Dijo Niela a regañadientes.

—En realidad, es un asunto secreto.

—¡Venga ya! —Soltó impaciente.

—En verdad, no lo es tanto, todos lo saben, todos menos tú. Era una sorpresa. —Entonces el mago miró para la puerta.

Niela ahogó un grito.

—¡Mamá! —Soltó Niela con la voz rota.

Y su madre sin poder contenerse ni un momento más corrió hacia ella. Y todo cuanto allí había pareció querer ser parte de ese abrazo. Wonkal no pudo evitar sentir un escalofrío mientras sus ojos se humedecían.


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Veintidós lunas después de la victoria.

Despertó y buscó el sol con la mirada.

Alzó la vista y lo vio.

Agachó la cabeza. No sabía bien que decirle.

El recién llegado se sentó a su lado.

Durante algún tiempo, solo se escuchó la leve brisa.

Fue a hablar, en varias ocasiones, pero no podía.

Por fin, haciendo un gran esfuerzo preguntó:

—¿Estoy muerto?

—Sí. Al menos en parte. Así debe ser.

—¿Podré volver?

—De momento no.

—¿Qué me has hecho?

—El mal estaba muy arraigado en ti. Te consumía. Las llamas blancas han seccionado tu parte oscura.

—¿Qué queda de mí?

—Tu humanidad.

—Y... ¿La maldición?

Silencio. El silencio se prolongó.

—Todo a su tiempo.

Agachó la cabeza y miró con intensidad a Kelj. Su iris mostraba el brillo de antaño y una gratitud que pensaba extinta, alumbró su rostro.

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He aquí la historia completa, el cuarto mago. Publicada para aquellos que no tenéis posibilidad de leerla de otra forma. Así que a vosotros, a aquellos que tenéis menos recursos y que me habéis seguido hasta el final, dedico este último libro.

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Gracias, gracias a todos vosotros por formar parte de mi trilogía, de vuestra trilógia.

Este, vuestro autor: Juan manuel Sequera. 

EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora