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-¿Qué demonios haces en mi casa, Sergio?- Raquel trató de controlar el súbito miedo que la comenzó a invadir, era como si la hubieran descubierto en alguna escena del crimen.-Está también es mi casa, querida esposa.- Le habló con su voz más ronca que de costumbre y moviendo de lado a lado los hielos al fondo de su vaso de whisky.-No soy tu esposa-La replicó levantando su mano intentando darle aviso que se alejara-Claro que lo eres, seguimos legalmente casados.-Levantó su mano y señalo su anillo de bodas, ella vio la brillante sortija, le sorprendió verla, pensaba que él la tendría guardada en algún cajón.-Vete por favor.-Le señalo la puerta y evadió esa mirada fría que la asechaba. -No me voy de aquí hasta que te diga unas cuantas verdades en la cara "impecable mujer"

-¿De qué hablas?

-Y yo martirizándome pensando en lo mal, triste y acongojada que podrías estar, cuando en realidad la estabas pasando de maravilla o ¿me vas a negar que no disfrutaste la noche? O quién sabe cuántas noches y días acostándote con tu dichoso amiguito.

-Yo no me he acostado con nadie, a demás no es de tu incumbencia.

-Me llamabas mentiroso, que doble moral, cuando tu eres una mentirosa, ¿es que te atreves a negarme algo que acabo de ver?

-¿Qué viste?, dime ¿desde hace cuanto estas aquí?

Desde hace unos minutos estaba Sergio en la que siempre había sido su casa, tenía la intención clara de hablar con Raquel, de explicarle todo, no iba a ceder ante cualquier forma de rechazo, ella tenía que escucharlo, esa mañana tenía toda su fe puesta en que hablaría con tranquilidad, le contaría la verdad de los hechos, le pediría perdón, necesitaba el perdón, él quería el perdón de ella por el error que cometió, ese perdón lo conseguiría así fuera arrodillándose y suplicando, porque ya no aguantaba más estar lejos de su esposa, nada era igual en su vida desde su ruptura, la luz de su vida se apago definitivamente como ella se lo dijo: 'ese amor nunca más va a iluminar tu vida, se apagó, pero todos esos planes y todas esas palabras previamente preparadas fueron a dar a la basura, lo primero que hizo él cuando entro a su casa fue subir las escaleras y entrar a la primera habitación, su habitación, sabía que ella estaría dormida, aprovecharía para verla durmiendo, extrañaba verla tan tranquila y angelical, quería contemplarla por unos minutos en silencio, al entrar sigilosamente no la encontró como la esperaba, ahí estaba ella, su todavía esposa, su mujer compartiendo su cama matrimonial con su amigo, preciso con Aitor, eso le produjo de inmediato una especie de irritación y un fuego violento interno, si hubiera tenido un arma seguramente habría acabado con la vida del hombre que estaba bajo esas sabanas abrazando a su mujer, trató de guardar la calma, no era un hombre violento, jamás lo había sido y fue sensato al pensar que la violencia solo le acarrearía problemas, no podía seguir viendo ese doloroso cuadro, con rapidez , temblando y a punto de llorar salió del cuarto, se apoyó de espaldas contra una de las paredes, debía calmarse, en su cabeza negaba mil veces lo que había visto, se dijo a si mismo cientos de veces alguien que me despierte, no puede ser verdad, la mujer que amo... Debe ser una escena de novela, claro eso es... jamás fue despertado, esa era su realidad, realidad que lo llenaba de cólera.

No podía quedarse sin decirle a Raquel unas cuantas palabras, de hacerle saber cuan desilusionado estaba de ella.

-Vi lo suficiente para darme cuenta que el que ha estado ciego todo este tiempo he sido yo, ¿desde hace cuánto te entiendes con Aitor? - Se levantó del sofá y dio un sorbo a su vaso- no me respondas, yo sé la respuesta, es que debí hacer caso cuando me advertían que ese trato especial que le tenias no era precisamente porque era tu amigo o compañero de trabajo, debí haber prestado atención a todas las señales, tal vez todos esos chismes alrededor de ustedes eran ciertos.

-No, Sergio, que equivocado estás y no me extraña que ahora quieras dudar de mi, ya una vez lo hiciste- Respiró hondo para no gritarlo, estaba a punto de estallar y gritarle tanto- ¿quieres que te recuerde esa pelea a la madrugada por un bendito chisme inventado por gente inescrupulosa y sin oficio? donde me trataste como a una mujerzuela, donde puedo asegurar que fuiste a buscar consuelo en los brazos de tu amante. Y después te recibí con los brazos abiertos, hice de cuenta como si nada hubiera ocurrido.

Último juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora