4| C o n f e s i o n e s

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Donde hubo fuego- Luciano Pereyra.

Jaden:

Se me podría considerar un imbécil de primera. Sí, definitivamente.

¿Por qué? La respuesta a esa pregunta sería sencilla.

El lunes le dejé a Brid una nota donde decía que me llamara. Durante dos días sé que no lo hizo, pero al tercer día, perdí mi teléfono, entonces no supe si lo hizo o no.

Me reprendo mentalmente por eso, siempre soy precavido con mis pertenencias, pero ayer estaba tan cansado y anduve en tantos lugares que no sé donde pudo haber quedado.

Desde eso han pasado dos días, y ahora estoy por salir de trabajar para comprarme otro teléfono, por que lo necesito.

Mi segunda tarea pendiente es seguir arreglando las cosas con Brid, por lo que, pasando por la misma floristería que fui cuando le compré la dalia de disculpa, encargo un hermoso ramo de margaritas, trato de que todas se vean hermosas, porque ella lo merece.

Le entrego mi tarjeta a la chica de la tienda, quien no ha dejado de tirarme miradas coquetas, pago y con un saludo cordial, tomo mis cosas y me largo de allí. Una vez en mi auto, reviso el ticket de compra y me doy cuenta de que en la parte trasera tiene un número anotado.

—Ja, lo siento por ti cariño, pero este hombre ya está tomado.

Sin más, empiezo a conducir y antes de dirigirme al departamento de Brid, paso por un centro comercial para hacer unas compras, pero la principal, es mi teléfono.

Al entrar al local, agradezco que sea un hombre quien me atienda, y no es por alardear ni nada, pero muchas veces llega a ser incómodo e incluso intimidante que las mujeres me miren fijamente.

—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarlo?— amablemente el hombre pregunta.

Le digo lo que quiero y luego de que él saque varios teléfonos y me los muestre, escojo uno que sea de mi gusto.

Mientras espero ser llamado para realizar el pago, veo en el área de joyas algo que llama mi atención, por lo tanto, me salgo de la fila.

Quedo deslumbrado ante la belleza del pequeño pendiente junto a su cadenita dorada, es como si el collar dijera su nombre, como si me dijera; "llévalo, porque definitivamente debe colgar de su cuello."

Es un pequeño árbol, del cual caen hojas. Es precioso, delicado, y como si un ser divino me dijera qué hacer, sin fijarme su valor, llamo al hombre que me atendió anteriormente, agregando el collar en mi compra.

Salgo de allí feliz, con el positivismo al cien porciento.

***

Claramente, la suerte no está de mi lado, pienso mientras veo a Bridget bajar del ascensor.

—Joder, joder, joder.

El plan era dejar las cosas en la puerta de Bridget, junto a mi nuevo número de teléfono, porque mi plan seguía, y se supone que ella no debería verme.

Miro la gran maceta a un costado de la puerta y luego vuelvo mi vista hacia Brid, quien no me ve por estar concentrada en las—seguramente pesadas— bolsas que lleva.

Sería ridículo esconderme detrás de la maceta, mido casi un metro noventa, sí, definitivamente sería ridículo.

Ahora es donde yo me pregunto. ¿Qué mierda hago?

Y como los nervios me juegan una mala pasada, lo primero que hago, es esconderme detrás de la maceta, la cual no llega a cubrir la mitad de mi cuerpo.

Pueden darme el premio al más idiota, porque yo lo soy.

Escucho el ruido de las llaves, pero no escucho el ruido de la puerta al abrirse.

—Me pregunto, ¿si sabes que eres el doble de lo que es esa maceta?

Atrapado.

Con una sonrisa de fingida inocencia salgo de "escondite."

Bridget, con lo que yo llamo mirada intimidante y de brazos cruzados me observa.

Está cabreada, y la comprendo.

— Hola, Brid. . .— creo que no debería haber hablado porque ella explota.

—¿Hola Brid?¿Eso es lo primero que dices luego de dos jodidas semanas? Bastardo, dime. ¿Quedaste satisfecho con el revolcón?

—Brid, no es lo que parece.

—¿No es lo que parece? Me pides que te llame, y yo como una estúpida lo hago, pensando que responderías, dime Jaden. ¿Me crees tan tonta como para no darme cuenta que me estás tomando el pelo?

—Escúchame, por favor, hay una explicación para todo, solo. . . déjame hablar.

Ella duda demasiado, pero soltando un suspiro se rinde y abre la puerta. Como soy idiota pero no maleducado, la ayudo con las bolsas que traía y luego con el ramo de flores que estaba junto a la puerta.

Un silencio incómodo se forma entre nosotros mientras nos observamos. No puedo evitar detallarla y seguir pensando en lo hermosa que es, en lo que me hace sentir.

—¿Quieres tomar algo?— pregunta jugando con sus dedos. Está nerviosa.

—Agua estaría bien.

Ella va a la cocina por agua y la sigo, me interpongo en la puerta para que podamos hablar y no escapar.

—Yo. . .— decimos los dos a la vez.

—Habla tú.—digo. Se aclara la garganta.

—¿Por qué? ¿Por qué te fuiste, J?— Al sentir su voz quebrarse, me maldigo por lo imbécil y cobarde que fui.

—Tengo miedo, Brid. Sé de sobra que no soy bueno para ti . . .

—¿Cómo lo sabes? No sabes lo que quiero, no sabes como me sentí esa mañana al descubrir que no estabas, Jaden.

—Lo sé, fui un idiota. . .— creo que tiene mucho por decir porque otra vez no me deja terminar.

—¿Te arrepientes?—pregunta acercándose un poco.—¿Te arrepientes de haberte acostado conmigo?

Hicimos el amor, quiero decirle, quiere confesarle tantas cosas.

—¿Qué? No, Brid, joder, no. No me arrepiento de haber hecho el amor contigo, me arrepiento de mis decisiones.— acomodo mi cabello, y me acerco un poco mas a ella.

—Son las que nos traen hasta aquí. 

El silencio horrible vuelve a hacerse presente, ella baja su mirada y vuelve a hablar.

—Te llamé. Nunca respondiste.

—Perdí mi teléfono.— en ese momento mi lengua se afloja y escupo las palabras que quería guardar para mas adelante.— Cameron. . .Cameron me dijo que estas enamorada de mi.

Ella levanta la cabeza de golpe con los ojos muy abiertos.

—¿Qué Cameron hizo qué? Maldito traidor— murmura.—Tiene una explicación, J, de verdad. . .—la corto antes de que pueda seguir hablando.

—¿Desde hace cuanto Brid?

Se queda callada por varios segundos, como debatiéndose internamente si decir la verdad o no. Una ventaja de conocerla hace tanto tiempo es que sé cuando miente. Resignada resopla y levanta su vista.

—Desde antes de que tu madre muriera.

Lo que dice tu mirada [Libro II saga "Miradas"]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora