9. La triste vida de una pobre infiltrada con resaca

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Abrí los ojos.

Me incorporé. Mala elección.

Inmediatamente, me llevé la mano a la frente, intentando apaciguar el mareo que en ese momento me invadió.

Después de olvidarme del dolor de cabeza que se apoderaba de mí en esos instantes, abrí los ojos y recorrí con la mirada el oscuro cuarto en el que me encontraba. Mi habitación.

Inconscientemente, mi mirada se posó en la oscura puerta de madera de la sala en la que la señora Braun me había dejado hospedarme. Y fue entonces cuando un montón de flashes de no más de un segundo invadieron mi mente, permitiéndome recordar lo que había pasado en las horas anteriores.

Reiner y yo hablando en la cocina.

Karina, volviendo de comprar y avisándonos de que había llegado alguien. ¿Quién era...? No me acordaba.

Ah, sí. Koslow. El hombre al que le tuve que dar una paliza para que le quedara bien claro que a las mujeres no se les puede decir de todo y quedarse tan ancho.

Ese mismo hombre había venido a casa de los Braun, lugar en el que yo me hospedaba, en busca de mi persona.

Al recordar esto, otros flashes me vinieron a la mente, permitiéndome acordarme de Reiner. Él fue quien me defendió ante ese grupo de unos tres marleyenses, hombres sin banda.

Ahora me daba cuenta de lo que se había jugado defendiéndome.

Para evitar que esos hombres hablaran conmigo estando yo borracha (pues debió de deducir que, si me permitía entablar conversación con ellos teniendo tan poco control sobre mis actos, la cagaría aún más), el rubio de la banda roja había salido a negociar con ellos. Les había dicho que estaba indispuesta, y que en esos momentos no podía permitirme recibirlos. Y de eso me acordaba porqué estaba tan solo al otro lado de la puerta, detrás de Reiner, escuchando la conversación, solo que su gran estatura y robustez me escondían del grupo de marleyenses.

Al final, gracias a Ymir, esos hombres habían aceptado volver al día siguiente y dejarme tranquila durante unas horas, para que pudiese "recomponerme".

Recordando eso, me levanté apresuradamente de la cama, ignorando los malestares de mi cabeza, y corrí rápidamente y de un movimiento brusco las cortinas de la ventana de mi habitación.

Dejé escapar un leve suspiro a través de mis labios al darme cuenta de que, en ese momento, el sol se ponía por el horizonte.

Recordé que Reiner y yo habíamos tenido la gran idea de tomar algo poco antes de la hora de comer, y que justamente por eso Karina había vuelto de comprar a la llegada de Koslow. Había ido a comprar los ingredientes necesarios para hacer la comida. También recordé a través de pequeños flashbacks que, después de defenderme, Reiner me había mandado a la cama, pues él había bebido muy poco comparado conmigo, y yo había obedecido sin rechistar, como había estado adiestrada para hacer en la tropa 105.

Aparté la mirada del cristal de la ventana, centrándome de nuevo en la puerta.

No sabía si salir y enfrontar a Karina, la cual debería estar enfadada conmigo tanto por no haberla ayudado la noche anterior como por haber atraído a unos marleyenses cabreados hasta el portal de su casa, o quedarme en la habitación y esperar a que fuese ella quien entrase y tener que enfrontarla igualmente. A ver, siempre estaba la opción de saltar por la ventana e intentar volver nadando a Paradais, pero en ese caso no me salía demasiado factible, así que la deseché.

Tras unos minutos en silencio, parada de pie en medio de mi habitación, me decidí por salir. Y esta vez no iría directamente a la calle, sino que intentaría compensar todos los problemas que le había causado a Karina.

La guerrera de la banda gris [Reiner Braun x Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora