4. Una vez en Liberio

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Casi me atraganto con mi propia saliva al escuchar eso.

¿Gabi? ¿La heredera del titán acorazado?

Y más importante, ¿cómo coño tenían esos dos acceso a esa clase de información?

No pude evitar girarme bruscamente hacia ellos, clavando mis ojos ahora abiertos como platos en el hombre y el chico. Mi posición, hasta ahora relajada, había pasado a ser rígida, alerta, y prácticamente parecía que estaba lista para contrarrestar algún tipo de ataque.

Ambos barones me miraron con una ceja levantada, e inmediatamente me arrepentí de no haber intentado siquiera contenerme.

En ese momento, debido a mi estado de shock por haber oído hablar a esos dos tan a la ligera de un tema tan serio como lo es el titán acorazado, el que provocó la caída del muro María en sí y el que se podría decir que me había jodido la vida, no hice otra cosa que clavar la mirada en el suelo y volver lentamente a mi posición anterior. Ahora estaba apoyada en la pared, con los ojos abiertos como platos y rígida como una columna de piedra.

Prácticamente ya no oía los gritos del resto de pasajeros del vagón, la sorpresa y la confusión me cegaban los sentidos.

Con la mirada clavada en el suelo de madera, intentaba encontrar una respuesta a todas las preguntas que ahora me rondaban la mente, una respuesta que me tranquilizara y me diera a entender que todo aquello era normal. Pero no servía para nada.

– Eren... –Se me escapó de los labios esa mera palabra.

En ese momento, era plenamente consciente de que ese hombre, el portador del titán de ataque y el que me había arrastrado a esa misión de infiltración, era el único que podía responder a todas mis preguntas.

Di un paso hacia delante, para justo después detenerme.

Eren no estaba en ese vagón.

Ni en ese ni en ninguno que ahora mismo pudiese localizar.

– ¡E-espera! Retiro lo dicho. –Le suplicaba en ese momento Falco a Reiner, con un tono asustado que me hizo reaccionar enseguida. Por puro instinto, alcé la mirada y me puse firme, preparada para defender al niño, pues es lo que solía hacer antes en la legión. Tenía clavado en la mente des de mi primera expedición el grito de un niño al sentir el terror que provoca tener un titán enfrente. Mis músculos se relajaron al ver que no se trataba de ningún titán, sino de un hombre robusto y rubio amenazando a un joven.– ¡Yo, Falco Grice, juro entregar mi sangre a Marley para liberarnos de la maldad de Ymir!

Arrugué ligeramente el labio al oír eso, ya fuera de mi shock, pero no me dio tiempo a hacer nada más, pues Reiner volvió a hablar.

– ¿Qué sentirás si heredas uno de los nueve titanes fundadores?

Y ya estábamos otra vez.

Todo lo que salía de la boca de ese atractivo rubio me dejaba cada vez más desconcertada y fuera de lugar.

Es decir, yo sabía que Marley poseía unos cuantos titanes, pero nunca me dieron a entender que eso supusiera que los marleyenses hablaran de esos temas tan a la ligera.

A no ser... que esos dos fueran especiales.

En ese momento algo hizo click en mi mente y las piezas de un puzle incompleto encajaron.

Falco, al igual que Gabi, los dos otros niños que solían ir con ellos y el borracho que aún seguía aclamando a la joven heroína, lucía una banda amarilla.

Reiner, por su parte, llevaba una banda roja, la cual puede que se la hubiese visto a alguien en la ciudad, pero no a más de dos personas; y todos los demás llevábamos una banda gris.

La guerrera de la banda gris [Reiner Braun x Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora