Hacía algunos días había recorrido de noche esas calles, corriendo yo sola.
Esta vez era parecido: era de noche y yo corría por el distrito de eldianos, pero no estaba sola. Me cruzaba cadáveres cada dos por tres, gente que todavía respiraba enterrada bajo grandes trozos de edificios, guerreros Marleyenses que ni siquiera me miraban y, pasando constantemente por encima de mí, más guerreros, estos provenientes de la isla.
Me pesaba el corazón cada vez que veía una pobre mujer, un anciano o un niño suplicándome des de debajo de los escombros, pero yo no podía parar de correr. Si lo hacía, alguno de mis compañeros podía atacarme por equivocación, y yo no tenía nada con qué defenderme.
Me desplazaba de porche en porche, utilizando las estructuras con tejado que todavía se mantenían en pie para esconderme de los guerreros voladores, y a veces tenía que arriesgarme a ponerme debajo de algún pedazo de edificio que con suerte se mantenía apoyado en otro, rezando por que no me aplastaran.
Tras unos minutos de incertidumbre, angustia y adrenalina repitiendo ese proceso de esconderme, conseguí salir de la plaza. No sabía en qué calle me encontraba, pero como mínimo ya no estaba rodeada de titanes.
Mientras corría en dirección contraria a la plaza, vi de reojo como Eren salía de su titán y lo volvía a formar, esta vez libre del árbol de cristal. El titán bestia se marcó un Shiganshina y tiró piedras a los edificios de la plaza como si estuviera jugando a baseball. Nada de eso me hizo detenerme; lo que sí lo hizo fue la siguiente parte del plan: una explosión de dimensiones incalculables lejos, en el horizonte que respondía al océano. Todos los demás a mi alrededor también se detuvieron a ver con horror ese espectáculo pirotécnico decorado con buques de guerra volando por los aires. Y, cómo no, la guinda del pastel. Lo que verdaderamente tiñó sus rostros de espanto.
El titán colosal.
Aproveché ese momento de quietud general para echar a correr. Cuando los demás se empezaron a movilizar, pensando que la transformación del colosal se había quedado en esa explosión, yo me escondí tras una pared y cerré los ojos.
Fue entonces cuando la onda expansiva llegó hasta el distrito.
Pude ver como guerreros salían volando, empujados por el viento caliente que había provocado Armin al invocar su titán. Algunos quedaron aturdidos en el suelo, pero no me permití preocuparme por nadie. En cuanto el viento cesó, eché a correr.
Llevaba un rato corriendo por las calles, intentando localizar en algún tejado a mi buena amiga, cuando me encontré con un guerrero de Paradais retorciéndose de dolor en el suelo. Miré a ambos lados, vigilando que no hubiese nadie en esa pequeña calle.
–¡N-no te acerques! –me gritó, amenazadoramente, pensándose que era una verdadera marleyense.
–Cállate cabrón, que soy de los vuestros –le espeté, acuclillándome a su lado para socorrerlo.
–Voy yo y me lo creo –replicó, mientras le examinaba la herida de bala cerca del hígado a pesar de que él intentaba alejarse de mí–. ¿Qué quieres? ¿Información? Soy de bajo rango y estoy a punto de palmarla, no te voy a servir de nada.
–Mira cadete, te juro que no sería tan tonta como para acercarme a extraerle información a un crío moribundo si fuese marleyense –le mandé callar, ejerciendo presión sobre su herida para que se dejara de desangrar.
Él siseó de dolor antes de contestar, desconcertado:
–¿Qué...?
–Artemis Schützend, miembro del cuerpo de exploración y del escuadrón de Levi, asignada especial de Eren Jaeger, portador del titán de ataque, fundador y sospecho que ahora también del martillo en esta misión como infiltrada –terminé de atarle un trozo de tela alrededor de la cadera para evitar el desangre, apretando el nudo de un tirón–. ¿Algo que objetar, cadete?
El chico tragó saliva, sin osar contestar. Ahora sí que me creía, supongo.
De repente, oí pasos detrás de mí.
–No te muevas –le susurré al chico.
–¿Qué...?
–¿Qué coño hace, soldado? –me gritó alguien de rango superior, supongo, al verme acuclillada junto a un "enemigo".
Yo me incorporé, poniéndome firme con una mano recta encima de la ceja derecha.
–Comprobar las constantes del enemigo, señor –respondí, mirando fijamente la pared detrás del hombre–. Sería mi deber acabar con él si sigue...
–¡No hay tiempo para eso, joder! ¡Agarre una metralleta y huya, demente!
Tras decir esto, el señor empezó a correr y ni siquiera se giró para asegurarse de que lo seguía.
–¿Cómo puedes...? –empezó el chico, pero lo mandé callar con un gesto mientras volvía la mirada hacia la ahora bastante lejana plaza.
El señor me había hecho pensar. Sí, sería buena idea coger alguna ametralladora para poder defenderme, pero con eso no conseguiría encontrar a Sasha...
De repente, una bombilla se encendió dentro de mi cabeza.
Me giré con una sonrisa maligna hacia el cadete y su equipo de maniobras.
–Aaah no, ni se le ocurra-
Apreté el gatillo y el gancho salió disparado. Se aferró con fuerza al muro de uno de los edificios, y yo salí disparada hacia el aire. No pude evitar sonreír ante esa sensación, cuya ausencia había notado tanto en esos días.
El chico había resultado ser un poco testarudo, pero al final había cedido. "Te pasaré a buscar para llevarte al dirigible en cuanto encuentre el mío", le había prometido, convenciéndolo de que en su condición ni siquiera con el equipo podría huir de ahí. Era verdad, así que...
Antes de irme, mientras me colocaba el equipo, me había advertido de que le quedaba más bien poco combustible. Tendría que apresurarme en encontrar a Sasha.
Era consciente de que, volando entre los edificios, desentonaba bastante: una guerrera marleyense en apariencia, con la banda y todo, utilizando la compleja arma del enemigo. Aun así, intenté pasar tan rápido por cualquier lugar que nadie se pudiera percatar.
Con los minutos, empecé a seguir un patrón: tras disparar unas tres veces el gancho con cable, me disparaba a mí misma hacia arriba entre los edificios para revisar los tejados más cercanos. Podía ver las luces que habían estado colocando mis compañeros en algún que otro tejado, pero ni rastro de mi amiga.
En cierto punto, durante uno de mis saltos hacia arriba, vi como algo que giraba (supuse que se trataba del capitán Levi) se acercaba con sus cuchillas a la nuca del titán bestia hasta que un chorro de sangre salió de ahí. Se oyó un fuerte ruido: el cuerpo del titán al desplomarse contra el suelo.
En mi próximo salto, alcancé a ver un pequeño bulto en un tejado disparar una única bala hacia el titán carguero. Y, instantes después, una de las ametralladoras gigantes falló.
Sonreí.
La había encontrado.
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La guerrera de la banda gris [Reiner Braun x Oc]
Fanfic¿Ir al otro lado del océano? De pequeña ni siquiera sabía que eso existía. Pero lo que no esperaba era encontrar ahí algo tan importante para mí como el amor. Y tampoco quería cagarla gracias a eso, tirando todos los esfuerzos de mis compañeros po...