Capítulo 14

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Remus se despertó con una escena que recordaba mucho más a la mañana del domingo y que, afortunadamente, no se parecía en nada a la anterior, y aunque podía considerarse problemático el hecho de que siguiera encontrándose despierto en posiciones precarias con Sirius, tenía que admitir que era mejor despertarse con eso que con una punzante migraña.

La mano que Sirius había estado usando para calmar su sien había caído sobre su cuello durante la noche, y su estómago se revolvió ante la idea de que continuara después de dormirse. Desde tan cerca, Remus podía ver la peca que había justo debajo del labio inferior de Sirius, y tenía la oportunidad de apreciar realmente sus rasgos de cerca sin temor a que le pillaran buscando Sirius parecía fuera de combate.

Su siguiente pensamiento fue completamente involuntario; podría acostumbrarse a esto. El que vino justo después fue mucho más fuerte y vino en forma de duda. El propio Sirius decía que cuidaba de los suyos, y aunque Remus seguía maravillado por haberse añadido a esa lista en poco más de un mes de conocerlo, no le haría ningún bien convertir esto en algo que no era. Sirius parecía un hombre de acción, no uno que disfrutara sentándose al margen y esperando las cosas mientras alguien necesitaba ayuda. Había pasado a la acción, pero ¿qué otra cosa se esperaba que hiciera? De repente, Remus estaba seguro de que Sirius habría hecho lo mismo por James, por Lily, por Pete, como lo había hecho por él.

Remus bajó la mirada, una lenta sensación de hundimiento lo recorrió al darse cuenta de que no lo vería bien, sino sólo por circunstancias o por accidente, si los dos volvían a dormirse a centímetros de distancia, y eso no era probable.

Sacó lentamente su teléfono del bolsillo, vio que faltaban unos veinte minutos para que sonara su alarma, y decidió que eso era una señal de que debía empezar el día antes de lo previsto. Salió del brazo de Sirius, echando de menos su calor al instante, pero se obligó a levantarse y salir de la cama.

Primero se acercó sigilosamente a los cajones de Sirius y abrió uno sin hacer ruido, pensando que Sirius no le echaría en cara que tomara algo prestado, y eligió a propósito una camisa deshilachada en lugar de una más nueva. Olió la camisa al sacarla del cajón, y era tan innegablemente Sirius que se alegró de haber decidido coger algo suyo si eso significaba que iba a oler su aroma durante el resto del día.

Pensó entonces que era el momento de dejar de ser un asqueroso, se quedó callado para salir de la habitación y experimentó con las tablas del suelo para encontrar los lugares menos chirriantes por los que caminar mientras se dirigía al baño. Hizo buen tiempo pues se duchó, se vistió y volvió a la habitación de Sirius justo a la hora en que su alarma habría sonado si no la hubiera apagado. Se movió alrededor de la cama en silencio, tratando de no moverse demasiado bruscamente y despertar a Sirius como resultado; el pobre tipo no tenía un día libre como alguien más en la habitación.

Sus planes se frustraron, por supuesto, cuando cogió uno de sus libros de texto más pesados y no lo agarró lo suficientemente bien; se le resbaló de la mano y cayó al suelo con un ruido sordo. Remus se encogió, congelado a mitad de camino cuando Sirius se revolvió.

Miró por encima para ver que Sirius parpadeaba y levantaba la cabeza, dándole sentido a la habitación que lo rodeaba.

"Lo siento", dijo Remus en voz baja. "Vuelve a dormir, ya me iba".

Sirius se estiró larga y lánguidamente, luego se movió sobre su espalda y miró a Remus con los ojos entornados. "¿Me robas la camisa, gamberro?", preguntó, con la voz ronca por el sueño y demasiado sexy para las siete de la mañana.

"¿Está bien?" preguntó Remus, ahora repentinamente avergonzado por su suposición.

"Más que bien, aunque sólo sea por la oportunidad de verte con una camiseta de Def Leppard", dijo Sirius. "No sabía que necesitaba ver esto hasta ahora".

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