Temo odiaba la sensación nauseabunda que sentía en la boca de su estómago el dolor que se irradiaba por todo su vientre, la sensación de tener mil hormigas corriendo por su piel y la insistente necesidad de querer escapar de ella, el sudor frío corriendo por su espalda, el dolor en su cuello, la necesidad de mantener sus manos ocupadas en algo, la necesidad de hacer algo o explotaría.
El miedo, el miedo era paralizante, corría por cada célula de su cuerpo, no había forma ni manera de racionalizarlo, tampoco había forma correcta o incorrecta de afrontarlo.
Llevaba semanas sintiendo este miedo paralizador, quería agarrar a su pequeñito y huir hacia Australia meterlo dentro de una burbuja de cristal y usar su propia fuerza para protegerlo de cualquier cosa, con los ojos cerrados sin titubear cambiaría con su hijo para evitarle cualquier dolor.
Su hijo era pequeñito, no tenía edad para pasar por tantas cosas, si podía ser una operación común en una gran cantidad de niños en todo el mundo y el porcentaje de éxito superaba el ochenta y cinco por ciento. Si todo eso podía entenderlo de forma racional, por supuesto que podía, simplemente no era tan sencillo explicarle eso a sus sentimientos como padre.
Dejarlo en manos de doctores que tenían una amplia experiencia, que había operado a cientos de niños con eficiencia. Si, pero esos niños no eran su hijo, y en ese porcentaje había un quince por ciento, incluso con un 0.00001% de posibilidades negativas todavía seguiría siendo un porcentaje demasiado alto para él.
Con el transcurrir de las semanas, Temo se había enfocado por completo en Thomy y conseguir lo que necesitaba para que llevara a futuro una vida plena, sin complicaciones, aunque eso estuviera estrujando su corazón. Hablarlo con la trabajadora social, conseguir las firmas necesarias para la intervención, cuidar por completo que Thomy se mantuviera fuerte y saludable hasta el día marcado en el calendario, las citas con el médico para hablar de la cirugía, los exámenes pre-cirugía. Todo esto lo tenía estresado, y emocionalmente agotado, pero no podía dejarse vencer, tenía que ser todo un guerrero como su hijo.
Solo hace unas horas su hijo se había despedido con besos cariñosos en sus mejillas, y un abrazo reparador por completo, un abrazo que le había dado la paz que necesitaba para entender que era algo que debían pasar, que serían más fuertes y estarían más unidos luego de eso.
Esperar, lo estaba volviendo loco, ver las horas pasar y no recibir ninguna noticia, sin poder evitarlo pensar en las posibilidades negativas, las complicaciones los riesgos que se había memorizado por completo, desde algo tan sencillo como problemas con la anestesia a otros derivados de la misma intervención.
Temo caminaba por la sala de espera, el reloj seguía corriendo, las horas pasando, cada minuto que trascurría era demasiado tiempo.
Cuando dejó de caminar por un momento se fijó en Mateo, tenía sus manos en su cabeza y miraba hacia el suelo, toda su espalda se veía tensa, recordaba haberlo visto muy estoicamente sentando en el sillón de la sala de espera, pero ahora parecía no estar emocionalmente mejor que él.
Se habría vuelto loco de no tener a Mateo a su lado, de no poder recargarse contra él y sentir su mano acariciando su espalda, frotando y ayudando a relajar los músculos de su cuerpo.
Decidió regresar a sentarse a su lado y pasar su brazo por sus hombros haciendo que Mateo lo mirara por un instante, ahora podía sentir la tensión en el cuerpo de él.
Mateo de inmediato intentó esconder el desespero que sentía intentando fuertemente verse imperturbable.
—Va a estar bien, Thomy va a estar bien —no cabía ninguna otra posibilidad en su cabeza.
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Deseo de Cumpleaños [MATEMO]
Fanfiction"Los deseos son el primer paso para que suceda la magia." Treinta y dos velas de cumpleaños y un solo deseo. ¿La Paz mundial? Dos vidas unidas por un calcetín impar y multicolor que los lleva hacía un tierno corazón. Cupido tiene formas misteriosas...