Escocia❃

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Pov’ Cadie.

Ella se había marchado. Lleva 30 días fuera debido a su trabajo y cada día lo había sentido como una eternidad.

Mrs. B (como me gusta llamarla), tiene una vida difícil y John me platicaba sobre ello de vez en cuando, ya que su tema favorito era su padre. Hablaba y hablaba de lo orgulloso que se siente de él, quien a pesar de que su mujer no estaba siempre a su lado, había logrado hacer grandes cosas. Lo tenía en un pedestal y cómo no si ambos son hombres; es muy fácil que se admiren el uno al otro, pero ¿de ahí a considerarlo un mártir? Me parecía una exageración.

John es tan obvio con sus pensamientos, no tenía que decirme nada, sus ojos hablaban por él. Su evidente, pero bien oculto, desprecio que siente hacía su madre por estar ausente y por seguir sus sueños.

Odiaba la forma en la que a veces la trataba, ella no se daba cuenta porque piensa que a su edad es normal la rebeldía, pero yo veía la verdad. John no es rebelde, sino un niñito inmaduro, no entiende a su madre porque no sabe lo que es tener un sueño y seguirlo hasta el final. Yo sí que la entendía, el darlo todo por tus sueños. Gracias a que me he esforzado es que estoy hoy aquí, en esta casa, viviendo mi sueño.

[…]

—Hola, bebé—Me saludó John.

—Hola, amor—Fingí una sonrisa de esas que tanto le gustan.

—¡Cadie!—Gritó Vivian, se acercó corriendo y me abrazó con fuerza.

—Hola, muñequita—Besé su frente con ternura y acaricié su hermoso cabello, rubio y rizado.

Cada vez que la veía a los ojos podía sentir cerca a su madre y eso me consolaba.

—¿Quieres galletas? Ven…—Me tomó de la mano y comenzó a jalarme.

—¡Vivian, suéltala!—La reprendió John—. Viene a verme a mí, no a ti—Tomó mi mano libre y comenzó a jalarme hacia él.

Ambos peleaban por mí, como si de un peluche se tratase.

—¡Basta! La van a romper—Intervino Andrew con sus ya conocido sentido del humor.

—Payaso—Pensé

Inmediatamente John me soltó y bajó la cabeza; ese era el grado de respeto que tenía hacia su padre. Vivian por su parte seguía sosteniéndome con fuerza, lo cual me parecía muy tierno. Sabía que al igual que yo, también extrañaba a su madre y que de cierta forma mi presencia era un soporte para ella

—Tengo noticias de su mamá—Habló Andrew.

—¿Ella está bien?—Pregunté desesperada, impulsiva. Sin importarme lo que él o su hijo pensaran de mí.

Andrew me miró con extrañeza unos segundos y, luego continúo hablando.

—Por supuesto que está bien, no te preocupes—Respondió con una sonrisa cariñosa.

En otras circunstancias me habría mordido la lengua antes de hacer alguna una pregunta, pero ahora, después de tanto tiempo sin verla me era inevitable aguantarme las ganas de saber si estaba bien.

—¿Cuándo regresará?—Preguntó Vivian al borde del llanto.

La sostuve con fuerza y le sonreí para que entendiera que todo iba a estar bien o es lo que yo quería creer, pues el rostro de Andrew no reflejaba más que seriedad.

—Ya no tendrás que extrañarla más, mi niña—dijo su padre. Le hizo una seña para que ella fuera hacia él y obviamente así lo hizo. Él la tomó entre sus brazos y besó su mejilla con ternura—. ¡Vamos a ir a verla!—Soltó con alegría.

—¿Entonces se irán de viaje?—Preguntó John con cierta emoción.

Yo me quedé en silencio y mirando a la nada.

—Iremos—Corrigió Andrew.

—Pero, ¿y la escuela?—Alegó John.

—No te preocupes, si quieres yo puedo avisar—dije con una sonrisa bien fingida.

—Gracias Cadie, pero yo me encargaré de eso. Por qué no mejor hablas con la directora para que te dé un descanso. Tú, también eres parte de la familia y definitivamente vendrás al viaje.

—¿De verdad?—Pregunté con asombro.

—Claro que sí. Nos vamos el fin de semana.

–¿Por cuánto tiempo?—Quise saber.

—Seis días…

—¡Será increíble!—Comentó Vivian.
Se veía tan feliz; sus enormes zafiros, brillaban cuál diamantes.

—Y exactamente en qué lugar está ella—Preguntó John con evidente molestia, haciendo referencia al paradero de su madre.

—En Escocia—Respondió Andrew.

—Odio ese lugar. Nunca hay nada bueno ahí—John bufó, irritado.

—Seguro que encontraremos algo divertido qué hacer—Le sonreí. No podía permitir que arruinara el viaje con sus estupideces. Tenía que mantenerlo entretenido y de ser necesario llenarlo de mimos. Odiaba tener que hacerlo, pero no había otra manera de controlarlo. Me recordaba tanto a esos pequeños perritos que más que mascotas parecen bebés; tan necesitados de atención, un descuido y hacen un alboroto… exactamente así era él.

[…]

—¿Todo listo?—Preguntó Andrew antes de subir a la camioneta.

—Sí. Bonnie trae sus galletas y yo las mías—Respondió Vivian y abrazó con fuerza a su pequeño conejo de peluche.

—Todo bien aquí—aseguré.

—¿Y los chicos?—Preguntó con el ceño ligeramente fruncido.

—John olvidó sus audífonos, Robert y Martin deben estar con él—Respondí.

—Iré por ellos antes de que pierdan el vuelo. Ustedes suban ya—Ordenó.

—Estoy muy emocionada—Susurró Vivian, una vez que estuvimos solas dentro de la camioneta.

—Yo también, muñequita—Le sonreí, cómplice.

—También extrañabas a mamá, ¿verdad?—Me miró inquisitiva.

—Mucho—Admití.

—Ya sabía, a ti también te gusta estar con ella como a mí—Acomodó su pequeña cabeza sobre mi hombro.

—No tienes ni idea de cuanto—Suspiré.

—Le diré que te adopté—Propuso con emoción—Ella tiene mucho amor para todos.

—Eso sería genial—Reí por lo bajo. Hubiera sido muy afortunada si ella fuera mi madre, sin embargo prefería no compartir ese lazo con ella, pues mi ilusión iba mucho más allá de un cariño maternal. Aunque al principio de todo esto, ganarme ese cariño si era una opción, pero ahora definitivamente ya no. Su ausencia me había recordado lo que yo quería con ella, lo deseaba de ella.

[…]

—Aquí tienen sus boletos—Habló Andrew.

—¿Cómo? ¿Usted, no vendrá?—Pregunté sorprendida.

—No, Cadie. Tengo que atender unos asuntos de última hora y no pude cancelarlos.

—Ah, ya entendía el porqué me invitó; soy la niñera—Pensé.

—Pero, papi—Gruñó Vivian.

—Lo siento cariño, pero todo estará bien. Cadie irá contigo y bonnie también, se van a divertir mucho con mami, ya verás. Pórtate bien, ¿si?—Se despidió con un beso en su cabeza y nos acompañó a la sala de abordaje.

—¿Sabías que tu padre no vendría?—Le pregunté a John.

—Sí, él me lo dijo. Tiene asuntos verdaderamente importantes y no se pueden cancelar—Restó importancia.

—Oh…—Alcé ambas cejas y desvíe la vista. ¿De verdad tenía cosas más importantes que su esposa? Bueno, mejor para mí.

—Espero que podamos divertirnos—Comentó John durante el vuelo y tocó descaradamente mi pierna.
Me tensé al instante; odiaba su forma tan libidinosa de ser conmigo, pero… era parte de ser su novia.
—El chiste es que pasen tiempo con su mamá, seguro que los extraña mucho—Retiré sutilmente su mano y la entrelacé con la mía. No quería que hiciera un berrinche por sentirse rechazado.

—No creo que ella esté con nosotros en todo el día. Seguro que pasará a recogernos su asistente y, luego nos mandará una niñera—Reviró los ojos.

—Mira Cadie, todo se ve azul—Habló Vivian con emoción.

Ella venía sentada del lado de la ventana y se mostraba encantada con el paisaje.

—Es muy hermoso—Le sonreí.

—Y aburrido—Espetó John.

—Nada le parece, es un amargado—Susurró la pequeña.

—Escuché eso, monster—Volteó a mirarla con furia.

Vivian tomó mi brazo con miedo; su hermano lograba asustarla.

—Mira esa nube bebé, tiene forma de corazón—Llamé la atención de Vivian. Ella volteó emocionada y yo, me dirigí a John—. No pelees con tu hermanita, mejor toma un descanso y sueña con lo bien que no la vamos a pasar—Deposité un casto beso en sus labios y él sonrió—Un cachorro mimado.

[…]

—¿No tienen hambre, chicos?—Le pregunté a Robert y Martin, ambos están distraídos en sus celulares con un juego que yo no conocía.

—¡Les hablan, tontos!—Los golpeó John en la cabeza.

—No Cadie, gracias—Respondieron en unísono.

—¿Seguro que no tardan en llegar?—Le pregunté a John.

—La asistente de mamá siempre llega tarde. Si quieres podemos comer algo aquí, ¿qué se antoja?—Preguntó con ternura y acarició mi mejilla.

—No tengo hambre, solo quería saber—Le sonreí y él me abrazó.

Los minutos seguían pasando sin noticia alguna. Robert y Martin seguían distraídos en el celular, y John se les había unido también. Yo por el contrario hablaba con Vivian sobre lo mucho que nos gustaba el frío y ella me contaba cuanto le gusta la nieve, tanto como los helados de fresa.

—¿Te imaginas si se pudiera comer la nieve que cae del cielo?—Preguntó ilusionada.

—Y que fuera de fresa.

—Sí—Gritó emocionada.

No todo en nuestra conversación era siempre sobre fantasías, la pequeña siempre tenía anécdotas maravillosas que incluían a su madre y es por eso me amaba nuestras conversaciones. Me encantaba saber todos los detalles, como que su madre ama el helado de vainilla con chocolate derretido encima, que le gustaba hornear pasteles y galletas, que tienen una canción para ahuyentar a las pesadillas… cada uno de esos detalles me hacían amarla y admirarla cada día más.

—¡Es mamá, es mamá!—Gritó de pronto Vivian y señaló hacia el frente.

Era verdad. Detrás de aquella pared de cristal se encontraba su madre con un hermoso vestido azul cielo, largo y con botones al frente.
Vivian se levantó de un brinco y corrió hasta al cristal, estaba por chocar contra él, cuando su madre le hizo señas para que se detuviera; se veía tan tierna tratando de comunicarse sin palabras.
Le hablé a John y él a sus hermanos, juntos se levantaron y caminaron hasta la puerta. Yo me quedé atrás tratando de controlar mi alegría. Tenía tantas ganas de correr como Vivian y arrojarme a los brazos de aquella mujer. Cerré los ojos, suspiré y me quedé en silencio presenciando la hermosa escena familiar frente a mí.

Mrs. B, tomaba entre sus brazos a Vivian y besaba la cabeza de sus hijos con cariño y emoción. Sus hermosos ojos se habían convertido en un lago que se desbordaba con cada beso y abrazo que les daba; los había extrañado, se notaba demasiado.

Una vez que terminó su sesión de amor, dirigió su mirada hasta mí y me sonrió con ternura. Bajó a su pequeña hija con cuidado y se acercó.

—Dejó de verte por un mes y te pones más bonita—Me observó detenidamente, de arriba abajo y sonrió alegre arrugando la nariz.

Demasiado linda—Cómo era capaz de decir aquello con tanta naturalidad, como si de elogiar a una simple flor se tratase. Yo para nada me sentía una flor y más que su ternura, deseaba el fuego de su amor—. Gracias—respondí con timidez.

Quizás ella esperaba un abrazo de mi parte, pero me quedé inmóvil. Tenía tanto miedo de que se volviera a encender aquella corriente en mi vientre y que ocurriera lo mismo que aquella noche en su casa. Ahora no sé si sería tan fuerte cómo para contener a mi corazón, cómo para no arrojarme a sus labios importándome nada la presencia de sus hijos, de John, de todo el mundo. No podría ser tan hipócrita otra vez fingiendo que mis sentimientos son de una hija a una madre. ¡No lo eran! No lo serían jamás.

FIN DE POV'

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𝑻𝒂𝒏 𝒄𝒆𝒓𝒄𝒂... (TERMINADA PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora