IV: Déjame ir

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Aquella tarde de viernes el pequeño Zephyr —que no tenía nada de pequeño, pues la semana pasada en el examen médico le había revelado que ahora media 1.75 m— caminaba por las calles de la ciudad. Parecía que el universo se había puesto en su contra, pues se había quedado hasta tarde haciendo un examen que al final estuvo mal, luego su madre la había dicho que no podía pasar a recogerlo porque su hermano se había llevado el auto y además la calle que ahora transitaba estaba completamente oscura, casualmente las lámparas dejaron de funcionar en cuanto puso un pie en la misma.

No contento con todo eso, cuando dio la vuelta en la siguiente esquina vio a lo lejos un bulto negro tirado en la acera, al principio pensó que se trataba de un perro, pero conforme se acercaba parecía no tener pelo,  si no ropa, pensó que se trataba de un vagabundo, pero sus ropas no se veían en mal estado. Tal vez lo que cualquier persona normal hubiera hecho es cambiarse de acera, pero uno: Zephyr no es una persona normal y dos: su curiosidad no lo iba a dejar en paz hasta saber qué era lo que estaba ahí.

Maldijo en todos los idiomas que sabía —que solo eran dos— cuando se dió cuenta que ese bulto era una persona con lo que parecía ser un disparo en el costado y otro en el pecho, menos mal que no había sido la cabeza porque ahora mismo estaría gritando y corriendo calle abajo y eso no sería nada bueno para él, pues el autor del crimen seguía allí. 

Parado frente a él, a unos 15 metros había una figurada erguida, no podía adivinar si le estaba viendo o no, pero de algo estaba seguro, en su mano derecha tenia lo que parecía ser una pistola. Sintió el estomago y el corazón írsele a la garganta, su mente trabajaba más rápido de lo que quería y ahora mismo ya estaba pensando en cómo encontrarían su cuerpo, en que ni siquiera se había despedido de nadie o peor aún, que lo vendieran por partes, como vil auto robado.

Una luz detrás iluminó la figura frente a él, y segundos después un sonido extraño, parecido  a un chasquido, se hizo presente y el hombre cayó mientras se tomaba el brazo.

—¡¿Vas a subir o no?! —le gritó una voz a su costado—.

Giró la cabeza para encontrarse con Anthony en un auto que recordaba haber visto en la semana o en el día, puesto que era un auto muy lujoso, pero eso no fue lo que lo detuvo en ese momento, si no que notó que en la mano izquierda, el joven empuñaba una pistola, al parecer con ella había herido al otro hombre. Obviamente no le daba nada de confianza, pero el mismo sonido ahora en dirección contraria y luego la bala impactando en el suelo muy cerca  de sus pies hizo que entrara al auto sin dudarlo más...¿Qué era mejor? Morir a manos de un hombre que ya había matado a alguien unos minutos atrás o ser secuestrado por ese chico del cuál ahora tenía una imagen muy diferente a la del chico del bar. Ninguna de las opciones sonaba bien, pero ahora mismo se encontraba en la segunda situación.

—Déjame ir... —por fin pudo decir—No dudaré en llamar a la policía.

Anthony dejó salir una risa sarcástica sin dejar de mirar al frente.

—Hazlo si quieres, igualmente tenemos comprada a la policía de la cuidad.

¿Tenemos? Eso significaba que no era él solo, ahora Zephyr estaba cagado hasta las patas. ¿En qué momento se le había juntado tanta mala suerte? Solo deseaba estar en casa cenando con sus padres, pero no, estaba en el auto de un desconocido, a mas de 80 kilómetros por hora, en la zona periférica de Bristol, escapando de quien sabe quién, porque seguramente el hombre al que había herido era alguien igual de malo.

Más temprano que tarde se había dado cuenta de quién o quienes eran los que les perseguían, pues dos camionetas negras se posicionaron en los carriles laterales, dejando al deportivo blanco en el medio, Zephyr se dio cuenta de esto y miró a Anthony, seguramente ahora estaba pálido.

—A-Anthony... —balbuceó el menor—.

—Ya lo sé —fue en ese momento que Anthony pisó el acelerador a fondo y el pobre Zephyr solamente quedó con la espalda totalmente pegada al asiento—.

Ahora estaban en Long Ashton, una parte de la ciudad que el menor jamás había visitado por la fama que tenía, decían que era peligrosa y que si salía, probablemente lo haría sin dinero, celular y sin zapatos.  El mayor comenzó a dar giros bastante peligrosos en varias calles, parecía que no sabía a donde iba pero al parecer sí, pues en una esquina algo oscura entro casi derrapando a una bodega o garaje bastante amplio, apagó las luces y el motor del auto y solamente pudieron ver como las camionetas pasaban de largo.

Un silencio enorme envolvía el lugar, lo único que se escuchaba eran las camionetas acelerando a lo lejos y las respiraciones de ambos chicos; Anthony respiraba agitado, su respiración llevaba un ritmo un poco rápido, pero no era como la de Zephyr que parecía estar a punto de tener un ataque de pánico.

El mayor de ambos miró a Zephyr de arriba a abajo, estaba tensó, tenía las manos en su regazo y la cabeza totalmente derecha y mirando al frente, su cara no era muy diferente, tenía todos los músculos tensos y los ojos bien abiertos, rió divertido ante tal escena. Zephyr por su parte giró su cabeza con un movimiento parecido al de un robot para verle igual o más asustado que antes.

—Déjame ir —repitió—.

Zephyr esperaba de todo menos lo que Anthony hizo, se inclinó sobre él para abrirle la puerta y le hizo un ademán con la mano como el que hacen en algunos restaurantes para invitar a pasar al cliente, pero esta vez lo invitaba a salir.

El menor dudoso tomó sus cosas y salió rápidamente del vehículo, se alejó lo más posible del auto por si decidía arrancar y atropellarlo, intentó no correr y no darle la espalda en caso de que le disparara, pero nada de eso pasó, solamente escuchó la puerta del auto cerrarse y unos pasos alejarse un poco.

—Aunque yo no haría eso si fuera tú... —dijo Anthony burlón— Nadie en estos rumbos te conoce y por la pinta que tienes...si no te mató el tipo de antes, seguramente te matan aquí.

—¿Entonces qué esperas que haga?



Angel With A Shotgun || ʰʸᵘⁿʲⁱⁿ ᵃⁿᵈ ˢᵘⁿᵒᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora