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La vida es como un carrusel, una vez que empieza a girar, no hay vuelta atrás para evitar los mareos, como tampoco la posibilidad que te guste cada giro. 

Jimin, no lograba calmar la subducción de emociones que le azotaban ante el inminente llanto que le cubría sin darle escapatoria.

JungKook, por su parte, mordía su labio inferior de impotencia.

Si bien sabía, Park no era un chico como los que anteriormente se acercaban a él, siendo esa una de las razones del por qué nunca deseó mantenerlo tan cerca, a como tal era su relación en la actualidad, sin embargo, con las acciones de cercanía que día a día frecuentaban durante sus estadías en la preparatoria, fue notando lo que hacía al chico completamente distinto a los otros.

No solo era su hermoso y sublime cuerpo, no era su ternura nata, era la rigidez en la que se empeñaba a no llegar a profundizar emociones en aquella burbuja de lujuria, la forma en que se retaba a no darle tantas vueltas a las palabras sentimentales, de poco a poco, durante cada accionar, Jimin le mostró su verdadero pleito interno.

Y ahora que, literalmente, había roto aquella brecha de confianza, espacio que se prometió cuidar cuando ambos proclamaron ser uno, no ver a demás, ser sus únicas excepciones, le llenaba de impotencia e ira.

Sujetando con fuerza el pequeño cuerpo, cuyos espasmos no le dejaban, recordaba el primer día que se conoció con Jimin, la primera plática, la primera vez en que le escuchó reír, el día donde probó la misma tentación en persona, sus rechonchos labios, y la suavidad de su piel por completo.

🕓|| Cansado, y a punto de dejarse caer en el profundo sueño que le tentaba, se encontraba Jeon JungKook. Recostado con la cabeza sobre la superficie de la mesa, con la vista fija hacia el ventanal, y cuyas puertas de cristal impedían que el aire fluyera dentro del salón de clases.

— No debí de haber venido — balbuceó a lo bajo, muy arrepentido.

Y sin aguantar más, cerró los ojos, permitiendo que, el tren de los sueños hiciera parada, escuchando a los lejos el bullicio de sus compañeros de clases y maestra, sin embargo.

— Puedes entrar — dijo la mujer.

Palabras que, el pelinegro escuchó muy lejanas.

Un peligris, de un metro setentena y cuatro, entró al salón, viendo a todos bajo una sonrisa aun cuando los nervios le carcomieran.

JungKook, seguía distante, en su mundo de recuperación de energía.

El menor, terminó de entrar, se posó enfrente, donde estaba ubicada con anterioridad la profesora.

— Preséntate — le pidió ésta.

Claramente, dio un asentimiento, y tragó grueso antes de empezar.

— Soy Park Jimin, y es un gusto — dijo con simplicidad.

— Algo más, joven Park — le incitó la mayor para que continuara.

— Espero llevarme bien con... —

Calló cuando sus orbes miel, se fijaron en aquellos ojos negros que le escudriñaban con superioridad.

— ... todos — finalizó al ser consciente de que la fijación que esos orbes mantenían sobre su cuerpo le calaron demasiado.

Cabe decir que, JungKook, había despertado al escuchar la fina voz del chico, y se quedó alelado al verlo, puesto que, perfección absoluta, definía al menor.

𝐘𝐨𝐮'𝐥𝐥 𝐀𝐥𝐰𝐚𝐲𝐬 𝐁𝐞 𝐘𝐨𝐮!~||❍︎𝐊𝐨𝐨𝐤𝐌𝐢𝐧 ||EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora