Capítulo 10

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Y he aquí la segunda parte, ahora sí volvemos con nuestros protas.

Advertencias: Violencia y sangre...lo siento 😬


Arenita podía sentir sus párpados pesados, amenazando con caerse y hacer que se durmiera, podía sentir que le picaban los ojos, el cansancio se filtraba en sus huesos, haciéndolos pesar más de lo que deberían, haciéndola sentir como si su cuerpo fuera demasiado pesado para ella, como si no pudiera mantenerlo derecho sobre la silla.

Además de eso, los moretones que había adquirido en su pequeña y aterradora aventura habían comenzado a doler, realmente doler, después de que toda la adrenalina hubiera dejado de ser enviada desde su cerebro.

Ahora todo lo que podía sentir era dolor físico y un enorme agotamiento.

Los doctores le habían dado algunas pastillas para el dolor, y ella las había tomado, pero aún era temprano para que hicieran efecto.

Una amable enfermera le había ofrecido una habitación para que descansara, después de haber visto el estado en el que se encontraba, el cabello desordenado, las bolsas negras debajo de los ojos y el rastro de lágrimas secas en sus mejillas, pero se había negado. No quería irse a dormir, estaba cansada, pero estaba segura de que si se iba a dormir sufriría con pesadillas, sobre esta noche, sobre esa terrorífica máscara, sobre Bob y todos los espantosos y angustiantes resultados que esa noche podría haber tenido.

Ella no necesitaba eso, menos en esos momentos, cuando él estaba dentro de la sala de cirugía, aún no fuera de peligro mortal. No quería apartarse de su lado, por temor a que algo sucediera mientras ella estaba lejos de él. Lo había estado antes y lo había encontrado golpeado y ensangrentado. No se iría de su lado otra vez si pudiera evitarlo.

Ella sí aceptó la oferta de usar uno de los baños para lavarse, y el cambio de ropa limpia que la mujer le había ofrecido para reemplazar su pijama manchada después de que ella rechazara su primera oferta.

Ahora ya no parecía una vagabunda, su cabello volvía a caer en suaves ondas, llevaba un conjunto de pantalones azul pálido y una camiseta de manga larga, que no olía nada como el pijama que había usado antes, sino a desinfectante y hospital, si eso era posible.

Ese pijama amarillo pastel estaba dentro de una bolsa de plástico junto a ella en una silla ahora. Tal vez la policía lo querría como evidencia o algo así, o tal vez ella simplemente no quería deshacerse de el.

Se removió en su asiento, impaciente, juntando sus manos temblorosas en su regazo mientras sus ojos se fijaban en el cartel que había en la pared frente a ella. Hablaba sobre una enfermedad levemente inofensiva y de temporada, de sus síntomas, el modo de contagio y como prevenirlo. Lo había leído tantas veces ya que podría prácticamente recitarlo de memoria palabra por palabra, así que su capacidad para entretenerla se había agotado. En una mesita cerca de las sillas de plástico había una pila de revistas de moda, artículos del hogar y cosas por el estilo, pero después de hojear una por unos minutos había vuelto a dejarla junto a las demás, el contenido vano y poco interesante para sus gustos no servía distraer su mente o hacer que el tiempo pareciera ir más rápido.

Ansiaba poder tener con ella sus notas y planos, eso habría podido entretenerla esas horas de incertidumbre. Nada podía hacerla relajarse y distenderse del mundo como ocupar su mente con trabajo.

Bueno, tal vez pensar en Bob, pero como estaban las cosas dentro de ese quirófano, eso exactamente no era recomendable.

Así que trabajo tendría que ser. O haber sido.

Bajo La TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora