Capítulo 17.- Las dos historias

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Me cuesta respirar mientras coloco las cosas con cuidado sobre el escritorio que Eileen me ha indicado, en una habitación del club. Tengo la llave de esta en la mano, yo no soy tan confiada como ellos. De hecho, hay una idea en la que no quiero pensar que no deja de darme vueltas por la cabeza: si Randy lleva razón y hay más de un agresor, Jimmy puede ser culpable.

―Pool dice que tenías que enseñarme unas fotos ―me dice Eileen.

La miro sobresaltada, pensaba que se había ido, pero está apoyada en la puerta, con los brazos cruzados sobre un top minúsculo. Hace una pompa enorme con el chicle y luego sigue masticando con la boca abierta.

Busco las fotos y se las tiendo, señalando al tipo que quiero que identifique. Tengo que centrarme en esto. No sé cómo obviar el hecho de que puede que esté defendiendo a un psicópata, pero me concentro en respirar.

―¿Qué le pasa? ¿Por qué te importa? ―pregunta, devolviéndome las fotos.

―¿Lo conoces?

―Sí. Pero es legal, tía.

Le hago un gesto y me acerco a la cama. Esto es fácil, sé lo que he visto en él que me ha preocupado. Extiendo las fotos sobre el colchón que no tiene ni sábanas y las organizo para que vea lo que yo, dejándolas girada hacia ella que entra y mira con desconfianza.

―Estas fotos son del club o del exterior. El tipo está aquí, no importa, Pool dijo que lo conocía. Está bien, es normal. Hay más gente que se repite.

―Claro. Yo estoy ahí. ―Me señala una foto en la que se la ve junto a Jimmy, parece una foto de grupo y el tipo está de fondo también.

―Sí, vale, no pasa nada. Estas fotos son de un sitio llamado El Número Ocho, un local junto a la estación central. Hablé con el dueño hace unos días y me dijo que Christal iba por allí. El tipo también está.

―No es raro, tía. Estaba obsesionado con hacerle unas fotos a Christal. Eso no le convierte en culpable de nada.

―Esta es de la familia de Marian, en un cumpleaños o algo así. Es una residencia privada.

Coge la foto que la señalo y la mira de cerca. Lo ve entonces, escondido, espiando entre unos árboles de lejos. Sigo hablando:

―Está claro que no estaba invitado. La fiesta es temática, todos llevan ropa mejicana. Él no, va de calle, y tiene los pantalones manchados de césped, porque ha saltado una valla, seguramente. La seguía, estaba obsesionado. ¿No crees que pudo hacerle daño?

―¡Será cerdo! ―dice, tirando la foto asqueada―. Su nombre es Jules Dumont. Hace fotos. A veces me contrata como modelo.

―La foto de la habitación de Jimmy es suya. ―Ato cabos sin problema.

Eileen asiente antes de seguir contándome.

―Como te he dicho estaba obsesionado con hacerle fotos a Christal. Sinceramente no sé qué le veía, pero bueno.

―¿No os llevabais bien? ―pregunto confusa.

La gente no suele hablar mal de los muertos.

―No. Era una pesada. Siempre insistía en sacarme de aquí, en que podía haber otra vida para mí. Se creía que como a ella la había adoptado una señoritinga a todas nos querrían viejas ricas. Estúpida. ―Agita un poco la cabeza y clava la mirada en las fotos―. Pero no se merecía eso. Nadie se lo merece.

―Ayudó a otras chicas, ¿no crees que hubiera podido ayudarte? ―cuestiono, mientras recojo las fotos.

―Yo no necesito su ayuda, estoy bien con Jimmy.

El fuego no siempre quemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora