Capítulo 28.- La rusa

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No sé el tiempo que llevo mirando las fotos de las cuatro primeras víctimas. Tengo la sensación de que a Christal solo querían acallarla y por eso el patrón debe estar en las otras. Pero no tienen absolutamente nada en común. Rubias, morenas, blancas, hispanas... Ni siquiera sus edades son similares, la primera tenía diecinueve años y la mujer de Garret tenía treinta. ¿Qué clase de asesino en serie es el que elige las víctimas con esa amplitud?

Parece que le da igual. Estas mujeres no comparten estatus social, ni procedencia, ni rasgos físicos, ni empleos, ni estudios, ni edad... Absolutamente nada. Y no tiene ningún sentido, porque si no hay nada jamás podremos pararle.

―Clayton está aquí, señorita Irons ―me dice Blue, asomándose con timidez desde la puerta.

Tiene los ojos rojos y sorbe por la nariz cuando le miro. No le he prestado mucha atención, porque no tengo tiempo de nada más, pero parece tan joven y tan desamparado...

―¿Estabas muy unido a Eileen? ―le pregunto mientras recojo un abrigo para salir fuera.

Me he vuelto a poner el vestido para ir a cenar con Sullivan y hace algo de frío para estar en tirantes, pero necesitaba sentirme normal un ratito.

―Sí. Ella era genial.

―Lo es. Está viva, Blue, la encontraremos. Te lo prometo ―le digo, apretando un segundo su mano.

Me dedica una sonrisa tierna que le hace parecer aún más joven. Me muero de ganas de saber qué llevó a un muchacho tan joven y con cara de bueno a meterse en una banda, pero seguro que Jimmy ya está fuera con Fred y no quiero que se maten. No me viene bien ir a más juicios hoy.

Tengo que soltarle yo, porque parece reacio a hacerlo él. Los tacones me dificultan avanzar rápido y aún me duele un poco la pierna, así que camino despacio. Aún no he llegado a la escalera cuando Blue habla.

―Yo no creo que vayamos a encontrarla, señorita Irons. Le harán lo mismo que a las demás. Solo queda esperar a ver dónde dejan su cuerpo. Espero que sea en un sitio con flores. A Eileen le gustaban las flores.

Su comentario me produce un estremecimiento de los malos. Parece que se ha rendido, pues muy bien, yo me niego a hacerlo. Aunque el sentimiento desagradable y el frío en mi columna no desaparece, me acompañan por la discoteca hasta el aparcamiento.

Al ver a Jimmy apoyado en su coche como si tal cosa y a Fred a tres pasos, junto al suyo, me olvido un poco de la frase agorera de Blue. Ninguno habla, solo se miran amenazantes. En una pelea física supongo que Jimmy ganaría, porque es más bestia, pero también es quién tiene más que perder. Si toca al policía volverá a la cárcel y ni yo podré sacarle.

―Gracias por venir, Fred ―le digo.

Y me encuentro entre los dos, literalmente. Si doy un paso hacia uno o hacia el otro decantaré la balanza. Es curioso porque Jimmy, que encarna el mal, va vestido de gris clarito y Fred, que en teoría es el bueno, lleva pantalones y camisa negra. Y, pese a sus posiciones en teoría claras en la sociedad (el pandillero contra el policía), creo que van vestidos como deben.

Jimmy al menos no ha tratado de sacarme del caso con mentiras como Fred. Nunca ha ocultado ser malo. Pero Fred es mi realidad desde hace cinco años. Teníamos planes de futuro, nos queremos. Y no sé dónde queda eso.

Así que me quedo a un paso de ellos, justo entre los dos. Sin poder moverme ni a un lado ni a otro.

―Era tu táser, ¿verdad? ―me dice Fred, con los dientes apretados.

―Sí. Me lo debieron quitar cuando me golpearon. No lo recuerdo. ¿Vas a ayudarnos?

―Las pruebas apuntan a Burnside, quizá son circunstanciales o te parezcan insuficientes, pero llevas razón en que todo se hizo de forma chapucera y rápida. Hawk quería cerrar el caso por la rusa.

El fuego no siempre quemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora