El fuego no siempre quema

Capítulo 44.- La confesión

Qué irónico que no me quiten los zapatos ni la diadema para ver al verdadero asesino, cuando las medidas con Jimmy parecían tan exageradas. Entro en la sala delante de Robert, que ha probado de sobra su inocencia. Cuando veo a Marcus Wallace encadenado a la mesa tampoco me siento mal como me pasó con Jimmy. Al revés, un escalofrío placentero recorre mi columna vertebral. Tengo la sensación de que está justo dónde debe estar. No hay cadenas suficientes para detener su maldad.

Me siento frente a él. Robert se queda de pie, a mi lado, cruzado de brazos, como si quisiera darme apoyo. Me cuesta un poco respirar, pero me fuerzo a hacerlo.

―¿Una visita por cortesía? ―pregunta Wallace, con una sonrisa.

―Quiero saber por qué, solo eso.

―¿Por qué, qué, Ada?

―Por qué un día te despertaste y decidiste matar a gente. Por qué metiste a Sullivan en eso. Por qué matasteis a mi padre, o a Jennifer, Lisa, Marian, Kira, Christal o cualquiera de las otras chicas. Por qué. Quiero saber el porqué de todo.

―¿Quién dice que yo haya hecho esas cosas? ―Se reclina hacia atrás―. No quedan testigos, y las pruebas son circunstanciales.

―Tu ADN está en las víctimas, maldito cerdo, eso no es circunstancial.

―Prueba que tuve relaciones sexuales con ellas, pero no es un delito, que yo sepa.

―Si fue contra su voluntad...

―No lo fue. Las había follado más gente, no puedes probar que fui yo el que las forzó. No puedes probar que estuve cerca de ellas mientras estuvieron retenidas. No puedes demostrar nada. Porque soy inocente, Ada.

―Deja el numerito, Wallace. A mí no me engañas ―resoplo.

Se encoje de hombros, como si le diera igual.

―No tengo que convencerte a ti, ¿no? De hecho, eres tú la que tienes que convencerlos de que lo hice.

―No voy a meterme, el fiscal lo hará. Yo solo me ocuparé de que tenga toda la información y todas las pruebas en tu contra.

―No tengo relación con las víctimas. Soy un buen hombre, religioso. Un pilar de la comunidad. ¿Cómo vas a relacionarme con ellas? ¿Con algo tan volátil como el ADN? Seré un putero, pero no un asesino. Tu chico embarazó a una de ellas, tiene más papeletas que yo para que le metan en la cárcel. ¿Quién va sospechar de un pobre anciano teniendo a ese chico tan peligroso al lado? ―Chasquea con la lengua y niega con la cabeza―. No tenéis nada, Ada, porque habéis matado a los culpables. Gracias. ―Sonríe ampliamente y se inclina hacia mí―. Saldré pronto y volveremos a vernos, cariño.

―Yo creo que eres un psicópata ―procuro no moverme, para que no vea el asco y el miedo que me produce―. Creo que en algún momento pillaste a Sullivan haciendo daño a algo o a alguien y te diste cuenta de que era como tú. Además, Robert dice que a veces jugabais juntos a las cartas con Haggard, así que pudiste conocerlo así también. Creo que os iba bien, matando a cada uno por vuestra cuenta. Sullivan y tú por un lado y Haggard por otro. Él le conocía, porque cuando fue a matarle, Haggard estaba tranquilo. Y, entonces, Sullivan conoció a Eileen en ese juicio y alteró vuestro sistema, ¿verdad? Llegó una puta cualquiera, enamoró al tonto y joven Sullivan y las cosas empezaron a hacerse como ella quería. Eligió a Jennifer, a Lisa y a Marian por sus propios motivos. Al principio os pareció bien, aceptable, teníais un lugar y podíais disfrutar mucho más con las chicas. Una semana entera de perversión cada uno. Ya no había que follárselas a toda prisa en un callejón, podíais recrearos en vuestra enfermedad mental. En tu tortura fetichista...

―Vaya boca, cariño, sigue hablando, que me la estás poniendo dura ―se burla, porque se cree intocable.

No me puedo creer que lleve años trabajando para este horrible monstruo y nunca haya atisbado ni un pedazo de su maldad. Ahora lo veo, y es aterrador.