Cap 01

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Draco Malfoy.

Me encontraba sentado en uno de los tantos vagones de este sucio tren. En donde una vez más dirigía a Hogwarts, y que al llevar a destino daría inicio a un nuevo año escolar.

Miraba por la ventana, con mi cabeza apoyada en mi mano, las gotas caían, resbalabandose por el vidrio frío y empañado por la neblina de afuera.

Veía como el tren iba a una gran velocidad por sus respectivas vías, como pasábamos por túneles oscuros quienes parecían no acabar. Podía observar el paisaje, quien casi nunca se llevaba mi atención.

Pero esta vez lo hacía, no me encontraba aburrido, ni ansioso y mucho menos estresado. De hecho era todo lo contrario, sentía que al saber que no estaría en la mansión por un tiempo era como si me permitiera por fin respirar.

Odiaba, en verdad detestaba estar en mi casa. Empezaba a darme cuenta el día que por primera vez hice mi primer año entero en Hogwarts, me había dado cuenta cuanto me molestaba pasar el tiempo en lo que era "Mi hogar".

Era tanto así, que debía reconocer me alegraba un poco que el día de comienzo de clases llegara.

–¿Creen que el carrito de golosinas ya ha pasado y nos lo hemos perdido?

Escuche la voz de Crabbe, o Goyle, no se cual de los dos había hablado, pero tampoco me importaba. Solo me había sentado con ellos en el vagón porque no había encontrado a Zabini. Y no quería verme como un idiota buscandolo.

Crabbe y Goyle fueron mis primero amigos en primer año, después con el pasar del tiempo conocí a Zabini, con quien sentía que tenía más conexión. Y que no era tan tonto como eran los otros dos.

Me empecé a juntar más con Blaise, y me alejé de Crabbe y Goyle. Pero al parecer ellos seguían teniéndome mucho cariño. Siempre hacían lo que les pedía sin rechistar, y cada vez que podían iban detrás mío como dos pequeños perros gordos siguiendo a su amo.

–Espero que Potter este año no haya comprado todo el carrito.–Empezó a decir, quien ahora si mire a la voz del que hablaba. Era Crabbe.–En primer año compro todos las golosinas, y no pude comprar mis ranitas de chocolate...–Dijo con tristeza.

Puse mis ojos en blanco, y volví a poner mi atención en la ventana mugrosa.

Ojalá tuviera los estúpidos e inservibles problemas que tenían ellos. Preocupados solo se por comer, comer, y... comer.

No pienso, ni creo que mis problemas sean los peores del mundo. Pero a medida que crecía y pasaban los años, mis padres me atormentaban con más cosas con las cuales no quería saber absolutamente nada.

Como por ejemplo, casarme. Lucius había comenzado a perseguirme desde que había cumplido los diecisiete años. Comenzaba a hablarme de las posibles posibilidades de quien podría ser mi futura esposa.

Y era algo que me revolvía el estómago, al pensar y al hablar de ello.

Mi madre sin embargo, no estaba constantemente marcando mis errores, hablándome de cosas que sabía que me molestaban o dañaban.

Ella era más cálida y cuidadosa en ese aspecto. Aunque podía notar que cada vez que hablábamos sobre mi futura esposa, sus ojos se llenaban de alegría al pensar en que algún día me casaría.

–Podemos ir a buscar a la señora del carrito.–Propuse una vez que sentí la mirada de ambos puestas en mi, sabiendo que buscaban mi autorización para ir.

Sin perder el tiempo, me puse en marcha parándome de mi asiento. Corrí la puerta corrediza de aquel vagón y salí por ella, seguidos de Crabbe y Goyle.

HipnotizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora