Hitoya ⁵

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Desde que nos casamos, nuestro sueño fue tener un hijo.

Desgraciadamente, que me embarazara era una tarea muy dificil; las probabilidades eran mínimas.

Después de muchos intentos, nos resignamos a que ese sueño, no lo podríamos hacer realidad. Sin embargo, hace unos días me comencé a sentir mal, así que fui al doctor.

Hoy, al ir a recoger los resultados de mis estudios, me llevé la grata sorpresa de que un bebé ya se estaba formando en mi.

Estaba sumamente feliz.

El doctor me hizo una lista muy minuciosa de cuidados para que el bebé llegara con bien, por lo que, opté por darle la noticia a Hitoya con una deliciosa cena.

Volví a casa e hice la lista de compras por la aplicación del celular, pues claro, no iría yo misma a cargar todo lo que necesitaba para el jamón. A partir de hoy me cuidaría incluso más de lo que debería.

Escuché por fin la puerta, y salí con gran alegría a recibirlo, llevándome otra sorpresa.

—Bienveni... dos.

En la entrada, junto a Hitoya, se encontraban dos chicos. Uno alto de cabello negro con mechones rubios y otro más bajo de cabello rojo.

—Ella es mi esposa, chicos. Kuko, por favor, no seas maleducado.

—¿Por quien me tomas, viejo? Es un gusto— dijo dedicándome una reverencia.

—Ho-hola. Soy Jyushi.

—Es un gusto. Eh... están en su casa.— dije haciéndoles una seña para que pasaran.

—¡Gracias!

—¡K-kuko, n-no entres así!

—Ella dijo que estábamos en nuestra casa.— ambos siguieron peleando de fondo. Volteé a ver a Hitoya.

—¿Y ellos son...?

—A ese le salve la vida, y al otro evite que se metiera en problemas.— dijo señalándolos.

—¿Y luego?

—Bueno, se podría decir que son como mis amigos. ¿Te molesta?

—No, claro que no. Hoy nada puede molestarme.— le dije dibujando una enorme sonrisa en mi rostro. Sonrió al verme y me tomó de la cintura, para así, poder besarme. —Te amo, mucho.— dije separándome de sus labios para darle un abrazo.

—Algo muy bueno pasó hoy, ¿no?— asentí en su hombro —Me encanta verte feliz.

—Y lo estarás más cuando te diga lo que...

—¡Agh! No hablen de esas cosas cuando tienen vistas. ¡Que asco!

—Cállate, monje estupido. Es mi casa y puedo hablar de lo que quiera con mi esposa.

—Pero ni siquiera hablábamos de... eso.

—Como sea... ¿a qué hora cenamos?— miré a Hitoya.

—Los invité a cenar.

—Ah... en un momento, ¿kuko?

—Ese, soy yo— asentí.

—Pueden ir a sentarse, en un momento les sirvo.

—¡Jyushi! ¡A la mesa! ¡Ya vamos a cenar!— gritó regresando con él.

—¡Podrías, por lo menos, ofrecerte a ayudar con algo!— se quejó Hitoya, a lo que yo reí.

—Tú me ayudarás.— tomé su mano y lo llevé a la cocina.

NAGOYA DIVISION | ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora