04. Mi putita

5.3K 500 94
                                    

—Verá, he pensado en un trabajo para usted

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Verá, he pensado en un trabajo para usted. El único trabajo que haría de maravilla dado a su gran experiencia.
                     
Minho no se lo podía creer. Abrió la boca de un golpe.
                     
—No estará insinuando...
                     
—Oh no, yo no insinúo nada —se apresuró a asegurarle, por lo que el castaño volvió a respirar tranquilo—. Yo se lo digo con total claridad, joven Lee, quiero que sea usted mi asistente personal. Mi putita para ser exactos —le soltó a bocajarro.
                     
Minho lo miró sin poder articular palabra siquiera y el mayor soltó una carcajada.
                     
—Venga, ¿qué le parece si nos dejamos de rodeos y ponemos las cartas sobre la mesa? Usted entró en mi despacho con la idea de engatusarme para librarse del desahucio. ¿Me equivoco?
                     
—Pero...
                     
—No se le ocurra negarlo —le advirtió en un tono serio—. Usted tenía todo muy bien planeado. Pensaba que con su sexy apariencia y un simple aleteo de pestañas, caería rendido a sus encantos. Pero me temo que yo no soy uno de los imbéciles a los que suele embaucar —«Ya no», terminó de decir para sus adentros—. Y me di cuenta de su juego desde el principio.
                     
—V-Vale, lo admito —tartamudeó el chico—. Intenté seducirle para librarme del desahucio. Eso no significa que esté dispuesto a ser su... ¿¡Pero por quién me ha tomado!? —soltó furioso.
                     
—Simplemente por lo que es —contestó sin más—. ¿Acaso no estaba dispuesto a meterse en mi cama? 
                     
El menor empezó a transpirar por cada poro de su piel.
                     
—¡Conteste de una vez! —le ordenó el azabache dando un golpe en la mesa.
                     
—Sí —musitó cabizbajo. 
                     
—Bien, pues yo tengo algo interesante que ofrecerle. 
                     
—No entiendo...
                     
Han exhibió una sonrisa perversa.
                     
—No se preocupe, con sumo gusto se lo explicaré —se regodeó—. Verá, como puede imaginar, soy un hombre con muchos compromisos que atender. Y me vendría bien contar con una persona servicial que tenga disponibilidad absoluta y sea experta en las artes amatorias. Pero también me gustaría poder llevar a esa persona del brazo a mis fiestas y reuniones sociales. Por lo que no me vale un cualquiera. Necesito a alguien con buena educación, que sea hermoso, que sonría, pero que no abra mucho la boca. No sé si me sigue...
                     
—Deduzco que se refiere usted a un hombre florero —masculló Minho, que volvía a notar como le bullía la sangre de rabia.
                     
—Supongo que es una de las muchas definiciones —alegó con un gesto arrogante—. Pero cabe aclarar que no solo busco echar un polvo en una fría habitación de hotel. A mí me gusta follar a lo bestia y donde sea, joven Lee. Estoy harto de santurronas estrechas y de fingir que soy un caballero. Yo quiero una relación sin tabúes ni complicaciones. Quiero follar con un hombre hasta reventar, sin temor a herir. ¿Me entiende ahora o se lo dejo más claro con una pequeña demostración? —recalcó con una expresión maliciosa.
                     
—Lo comprendo perfectamente —replicó entre dientes—. Y desde luego yo no soy lo que busca.
                     
—¿Usted cree? —se rió burlón—. Me ha reconocido hace un momento que estaba dispuesto a meterse en mi cama con tal de no perder la casa. Eso tiene un nombre, señor mío. Solo que su hipocresía y su arrogancia le impide sincerarse consigo mismo. Además no está en condiciones de rechazar mi ayuda —agregó con rudeza.
                     
—Tengo amigos poderosos a los que recurrir —le desafió con la barbilla erguida. Pero el pelinegro se volvió a reír con desdén. 
                     
—Sí, los mismos que lo dejaron en la estacada en cuanto se declaró en ruina.
                     
—¿Qué sabrá usted?
                     
—¿De traiciones e ingratitud? Créame, lo veo casi a diario en mi profesión. De todas formas no hace falta ser un genio para saber que, si contara usted con esos buenos amigos que dice tener, no habría venido a mi despacho pidiendo ayuda y no estaría ahora entre la espada y la pared. Pero no se aflija, no es el primer ricachón caído en desgracia que se da de bruces contra la realidad —se mofó con desprecio antes de lanzarle una mirada penetrante—. Está solo joven Lee, no tiene a nadie. Y le aconsejo que se piense bien mi oferta antes de cometer la imprudencia de rechazarla. Puede quedarse sin nada y la vida en la calle es muy dura. Sobre todo para un nene de papi acostumbrado a dormir entre algodones —enfatizó, con sus ojos marrones fijos en los de él—. ¿Quién sabe? Puede incluso que tenga que prostituirse de verdad por unos pocos dólares. Y modestia aparte, yo soy más atractivo que cualquiera de los borrachos que frecuentarán su esquina. Ah, y por supuesto pago mucho mejor —concluyó de forma desdeñosa. 
                     
—Necesito ir al baño —musitó con voz trémula. 
                     
Cuando se levantó de la silla notó como le temblaban las piernas pero trató de no caer desplomado mientras se alejaba entre las mesas. ¡Sexo por dinero!¡Convertirse en el fulano de un banquero! Se echó un poco de agua en la cara y se inclinó sobre el lavabo. La cabeza le daba vueltas. Jamás en su vida se había sentido tan insultado. Lo peor no era eso, lo peor era saber que él tenía razón. Estaba a un paso de perder lo único que le quedaba y si eso llegaba a suceder, quién sabe lo que tendría que hacer para sobrevivir. Minho reprimió las lágrimas. Solo de imaginarse siendo sobado por un tipejo maloliente, le producía arcadas. Pero no podía aceptar su oferta. Oh Dios, ¡eso era demasiado humillante!
                     
De repente la puerta del baño se abrió, Han se acercó a él a grandes zancadas y lo atrajo hacia su cuerpo uniendo sus labios. Minho intentó empujarlo pero la lengua del mayor se abrió paso entre sus belfos de forma imparable. Y luego ya no pudo pensar en nada más. Solo sentía su sabor dulce y personal. Su aroma a menta inundándole los sentidos, y entrelazó sus dedos en su cabellera oscura. Han soltó un pequeño gruñido y lo arrastró contra la pared. Entonces Minho lo apartó de un empujón cuando recuperó la cordura. 
                     
—No, usted me prometió tiempo para pensarlo —se quejó sofocado.
                     
—No seas estúpido, sabes que no tienes otra opción y... —Introdujo sus manos por debajo de su camisa—, sabes que en el fondo lo deseas —añadió bajando una mano hasta su trasero apretándolo suavemente.
                     
Minho observó como sus pupilas se dilataron. El azabache se echó a reír.
                     
—Oh, ya lo creo que lo deseas, te mueres por tenerme dentro de ti —dijo apoyando su entrepierna dura contra la del castaño que empezaba a despertar—. Pero sigues siendo el mismo imbécil arrogante que no soporta que nadie le imponga su voluntad —le susurró con rabia. 
                     
El menor parpadeó descolocado. ¿A qué se refería con que seguía siendo el mismo? Luego cayó en la cuenta de que estaba a punto de caer en sus garras y pataleó histérico.
                     
—¡Déjeme en paz!
                     
Han lo sujetó con fuerza por la cintura.
                     
—Voy a follarte contra los azulejos, Minho. Y lo voy a hacer tan bien que vas a desear que se vuelva a repetir este momento —le susurró con voz seductora.

 Y lo voy a hacer tan bien que vas a desear que se vuelva a repetir este momento —le susurró con voz seductora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

perdon por actualizar tan tarde :(

Love Debit : HanknowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora