08. Mejor amigo

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Si hay algún error me lo harían saber, gracias 🌷

Minho se sorprendió cuando el señor kim llamó a jisung desde el escenario y le pidió que dijera unas palabras

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Minho se sorprendió cuando el señor kim llamó a jisung desde el escenario y le pidió que dijera unas palabras. Por lo visto él tampoco lo esperaba porque se mostró incómodo y aceptó el micrófono a regañadientes. Aun así se desenvolvió con naturalidad y su voz sonó firme y segura. Entonces se dio cuenta de que estaba suspirando como un bobo mientras lo contemplaba allí de pie, vestido con su esmoquin impecable.
                     
—¡Minho qué sorpresa verte aquí! —le saludó una voz familiar.                   

Se dio la vuelta y se quedó de piedra al reconocer al chico.
                     
—¡Bangchan!
                 
—Oh, madre mía, pero mírate. Estás despampanante —dijo comiéndoselo con los ojos. 
                     
Minho le sonrió con timidez y observó al hombre que había sido su prometido. 
                    
—Y dime ¿qué haces en Seúl? Lo último que supe de ti es que te ibas a Europa.  
                     
Él se encogió de hombros.
                     
—Sí, pero me aburrí de dar tumbos por ahí y regresé hace poco —le contestó con una enorme sonrisa—. Ahora he abierto un pequeño negocio de transporte y me va bien.
                     
—Así que por eso te han invitado a la fiesta. Tú también eres cliente de Credibank —concluyó Minho.
                     
Bangchan asintió sin dejar de observarlo fijamente. Estaba muy hermoso.  
                     
—Oye Minho, sé que te debo una explicación por lo que pasó...
                     
—Tranquilo —le cortó enseguida—. No me debes nada. Es cierto que te odié cuando rompiste nuestro compromiso pero con el tiempo me di cuenta de que fue lo mejor. Los dos somos demasiado atolondrados. Ese matrimonio no habría funcionado. Por mucho que nuestros padres estuvieran empeñados —añadió con un gesto divertido.   
                     
Bangchan le acarició la mejilla con ternura.  
                     
—Sí, somos iguales. De hecho nunca he conocido a un chico con el que congeniara tanto —admitió con sincero pesar.
                     
El castaño recordó aquellas desenfrenadas noches de juerga y esbozó una sonrisa nostálgica. Además de su prometido, Bangchan había sido su cómplice de fechorías y su compañero de estudios en la universidad. En realidad no era la primera vez que tenía un mejor amigo. Cuando era pequeño solía jugar con un niño al que llamaban Hannie y era el hijo de la ama de llaves. Hasta que se tuvieron que mudar de forma repentina y ya no lo había vuelto a ver más. 
                     
—Cuéntame ¿y dices que has abierto un negocio? —preguntó cambiando de tema.
                     
—Sí, transportamos y exportamos maquinaria industrial. Aún estamos en pañales pero parece que la cosa avanza —le explicó con una sonrisa nerviosa.  
                     
De pronto Minho tuvo una idea. 
                     
—Oye y por casualidad no necesitaréis personal, ¿verdad? —le dejó caer.
                     
—Bueno ahora que lo mencionas no me vendría mal alguien que gestionase mis cuentas. Pero Minho... ¿entonces es cierto lo que se rumorea por ahí?
                     
—Sí —admitió sin rodeos.
               
Bangchan abrió los ojos como platos.
                     
—¿Y cómo ha sucedido? Tú eras el heredero de una gran fortuna. 
                     
El castaño entrecerró los ojos y dio comienzo a su teatro.
                     
—Ay Bangchan, querido —suspiró—. Me han pasado tantas cosas horribles desde que no nos vemos. Mis padres murieron en un accidente de coche al poco tiempo de irte a Europa. Yo heredé una gran fortuna, es cierto. Pero me fue mal en los negocios y tuve que malvender las acciones de la compañía —le contó con semblante compungido.
                     
—Sabía lo ocurrido con tus padres pero no tenía ni idea del resto. ¡Es espantoso! —exclamó afectado.
                     
—Sí que lo es —apostilló Minho.
                     
Bangchan volvió en sí y le cogió las manos.
                     
—Por favor, si puedo hacer algo por ti... 
                     
Minho sonrió satisfecho. Por fin un poco de suerte. Empezaba a pensar que estaba perdiendo su influjo sobre los hombres. 
                     
—Te lo agradezco pero si me concedieras el trabajo sería más que suficiente.
                     
—Pues no se hable más, el puesto es tuyo. Y no te preocupes por el dinero, te pagaré lo que necesites —le prometió sin dudar. 
                     
Minho dio un saltito y se aferró a su cuello. 
                     
—¡Oh Bangchan! No sé cómo podré agradecértelo... Bueno sí sé como... —expresó en un tono coqueto.

                     
Han pensó que se lo llevaban los demonios cuando los vio besarse apasionadamente antes de escabullirse entre la gente hacia fuera del salón. De repente sintió que retrocedía en el tiempo y volvía a ser aquel chiquillo escuálido y frágil que lo espiaba consumido por los celos desde un rincón de la casa, mientras él se daba el lote con algún chico. Y notó como la sangre empezaba a bullirle por todo el cuerpo. Apretó los puños, tratando de contenerse, pero no pudo. En su mente no dejaba de verlos besándose y otras cosas peores. Entonces una especie de furia irracional lo dominó por completo y bajó del escenario para buscarlos entre la gente. A medida que recorría las estancias y los pasillos de la mansión, la desesperación creció dentro de su pecho. Escuchó que algunos invitados reclamaban su atención, pero no estaba de humor para saludar o hablar con nadie. Ni siquiera podía percibir su alrededor con claridad. La ira lo nublaba todo.                   

Subió las escaleras y los buscó por la segunda planta. Pero los minutos transcurrieron sin que diera con ellos, por lo que empezó a abrirse paso entre la gente a codazos. «¿Dónde se han metido, joder?», se oyó gruñir en voz alta.
                     
Minho dejó que Bangchan le besara el cuello y lo sobara por encima de la ropa. Se sintió algo extraño. Aquel había sido el único hombre al que había querido y sin embargo no terminaba de encontrarse a gusto. A sus besos les faltaba fuerza, en sus caricias no halló la pasión que esperaba. Pero cerró los ojos y se abandonó sin más. Necesitaba conseguir ese trabajo como fuera. Necesitaba escapar de las garras del pelinegro y de lo que él le hacía sentir. 
                     
Bangchan le deshizo los botones de su camisa e inclinó la cabeza para besarle los pezones. Minho se concentró en la música que sonaba fuera de la habitación e imaginó que las manos que recorrían su cuerpo y apretaban su trasero eran más grandes y fuertes. Que aquella lengua, lamía y succionaba sus pezones con más exigencia. Pero por mucho que lo intentó ese hombre no era el azabache. Entonces la puerta del cuarto se abrió de golpe y lo vio a él, con la mano apoyada en el pomo y la cara congestionada de rabia. Bangchan levantó la cabeza y se quedó congelado delante del intruso.
                     
—¡Señor Han! —exclamó sorprendido. 
                     
El pelinegro apartó su mirada glacial del castaño y la dirigió a su acompañante.
                     
—¿Te importaría soltarle el trasero a mi novio? No quisiera tener que destrozarte la cara —masculló con sus ojos clavados en la mano que sostenía un glúteo del joven.
                     
Bangchan obedeció de inmediato. Había visto leones menos fieros en sus safaris por la sabana y la intuición le decía que era mejor no llevarle la contraria. 
                     
—¿Minho está saliendo con usted?             

                        —¿Minho está saliendo con usted?             

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Love Debit : HanknowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora