"𝖬𝗂𝗇𝗁𝗈 𝗍𝖾𝗇𝗂́𝖺 𝗎𝗇𝖺 𝖽𝖾𝗎𝖽𝖺 𝗒 𝖩𝗂𝗌𝗎𝗇𝗀 𝗌𝖾 𝗅𝖺 𝗁𝗂𝗓𝗈 𝗉𝖺𝗀𝖺𝗋."
Lee Minho tiene un mes para embalar sus cosas y dejar la casa donde ha vivido desde niño. Su última opción para impedir el embargo es presentarse en el despach...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
5/6
—Siento el retraso, cariño. Pero tenía que resolver un asunto. Por cierto ¿por qué tienes la boca mojada?
—Estaba cenando —se justificó como si nada.
El muchacho giró la cabeza y al ver al joven espatarrado encima de la mesa, dibujo una sonrisa maliciosa.
—Ya comprendo.
—Ven, os presentaré —le dijo antes de sacarle el abrigo para colgarlo en el perchero—. Jeongin, este es Minho, el hombre del que te hablé. Minho este es jeongin, mi antiguo sumiso.
—Oh, es realmente hermoso —comentó el rubio chico, inclinándose sobre la mesa para contemplar mejor al joven amordazado.
—Y peligroso —puntualizó jisung—. Detrás de esa cara angelical se esconde una fiera. Ya me he llevado una patada en los huevos, así que ten cuidado.
Jeongin se echó a reír.
—¿Es que todavía no has conseguido meterlo en cintura?
—Estoy en ello pero necesita más tiempo y preparación.
—Vaya, conmigo no te tomaste tantas molestias. Enseguida me esposaste al cabecero de la cama y me azotaste con la fusta. Y por supuesto nunca antes me habías invitado a tu casa —se quejó resentido.
—Controla esa lengua de arpía envidiosa, Jeongin. Él también ha probado mi látigo hoy. Quédate aquí, ahora vuelvo —le ordenó antes de salir por la puerta.
El rubio aprovechó su ausencia para observar al joven más detenidamente. Pero Minho seguía petrificado. Aquello no podía ser real. No, de ninguna manera, seguramente era una horrible pesadilla de la que estaba a punto de despertar. Intentó moverse y pedir ayuda. Sin embargo seguía atado a la mesa y la maldita mordaza apagaba sus gritos. Entonces, cuando ya no creía que su corazón podía latirle más rápido, notó un dedo rozando su pecho desnudo.
