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La inquietud de ambos era palpable, cada uno inmerso en sus propias conclusiones y finales creados por su angustia. Realmente querían evitar llegar de nuevo a tal extremo, sin embargo, les era difícil expresarse al respecto.

Siempre había sido así, al menos, así lo fue en la única ocasión que han peleado. Nunca les ha gustado involucrar sus propios sentimientos en situaciones que involucraran profundamente al otro, siempre y cuando no estén directamente involucrados en ello.

La situación con Aizawa no tenía nada que ver directamente con Mirai, el problema era de una relación amorosa, la cual es de dos personas, él simplemente se veía enredado en ello por la estrecha relación que mantenía desde su infancia con el blondo, más allá de ello no había nada más que le incumbiera. Su única preocupación, desde el inicio, era que su bondadoso amigo no terminara siendo arrastrado y ridiculizado por sus sinceros sentimientos, cualquier cosa que pensara sobre su relación de ambos era algo de segundo plano, un asunto secundario que debían resolver a su tiempo. Uno que no podría postergar más.

Ellos tenían la fortuna de haberse topado hasta el momento con personas que no les importaba aquella extraña relación que tenían, desde que fueron adoptado en el orfanato, la primera vez que realmente habían temido separarse, hasta las amistades que habían construido con el paso de los años; nadie había tenido problemas con su cercanía, incluso en aquellos tiempos de secundaria, el problema no había sido culpa de externos, su distanciamiento había sido totalmente culpa de ambos, más de Mirai que de Toshinori, pero en aquel entonces eran más tontos e inmaduros de lo que ahora lo son.

Mirai se había percatado de las inseguridades del pelinegro. Había tenido algunas sospechas recién comenzaron su extraña amistad, durante aquella "pelea" dentro del salón de clases, el menor parecía estar alerta a cada declaración que salía por su boca, incluso podía percibir un temor latente por las palabras que podían salir de sus labios y que deseaba con todas sus fuerzas no escuchar; incluso después de eso, notó la ligera incomodidad de él cada vez que se acercaba demasiado a su mejor amigo. Había meditado al respecto durante todo este tiempo, y luego de los últimos eventos entorno a ello, notó el alivio que parecía tener ahora que mantenía una distancia prudente de Toshinori; no lo hacía conscientemente, claro está, pero ese sentimiento de inseguridad era algo que no podía evitar.

Sorahiko muchas veces les había dicho que encontrar a alguien que aceptara su extraña dinámica sería raro, y que tenían que prepararse cuando una situación similar se cruzara frente a ellos, sin embargo, con aquella inocencia infantil propia de sus 7 años, ambos respondieron que no habría problema, que no había nada en el mundo que los separara.

El mundo se encargó de estrellarlos en la realidad dos veces.

-Mira- el blondo susurró - ¿A qué se refería Enji? - tanteó el terreno, tratando de abordar a su amigo poco a poco para que no se cerrara más de lo que ya lo había hecho. Aún no sabía cómo tratar a Mirai cuando se encerraba a todo el mundo, incluso a él.

El peliverde se acomodó mejor en su sitio, evitando lo más que podía aquellos zafiros suplicantes -No es nada muy importante Toshi, solo tonterías que pasaban por mi cabeza- respondió, aun evitando ser claro al respecto.

Toshinori bufó inconforme, girándose por completo para poder apreciar el perfil de su amigo -Mirai, por favor- suplicó -No he querido presionarte desde ese día que te fuiste a ver a Tsunagu y Enji sin mí, y bueno- rascó su nuca con cierta incomodidad -Realmente no hemos tenido tiempo para los dos desde entonces, y cuando tenemos la oportunidad de hacerlo siempre evitas la conversación-.

El silencio regresó unos segundos mientras Mirai trataba de acomodar sus pensamientos.

- ¿Crees que nuestra relación es muy rara? - preguntó en susurro, temiendo lo que aquella pregunta podría desencadenar.

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