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Aquella brillante presencia comenzaba a ser una molestia para el pelinegro, era increíble el odio que le tenía a aquel chico rubio, sin embargo, era algo que no podía evitar. Detestaba a aquel chico, realmente lo detestaba con todo su ser. Era demasiado llamativo, siempre sonriente y siempre ayudando a los demás, no importaba cuanto lo insultasen o rechazaran, siempre mantenía aquella estúpida sonrisa. Shouta era testigo de aquello.

Aquel adolescente de simpatía radiante era muy famoso en todo U.A. No había ser humano que hubiera pisado las instalaciones de la escuela sin haber visto tan siquiera una vez aquella sonrisa. Todas las chicas (e incluso varios chicos) caían ante sus encantos y tierna timidez que tanto lo caracterizaba, aquella belleza poco común era lo más destacable, sobre todo aquella mirada azulada que parecía un hermoso océano lleno de calma.

Sin embargo, aquella fachada era lo que realmente despreciaba el de hebras azabaches del rubio. Era sencillo para el de oscuro mirar descubrir las verdaderas intenciones de las personas, no importaba quien fuera, él siempre sabía si alguien tenía una intención oculta –ya sea buena o mala-, pero aquella mirada parecía un cascarón sin vida, vacío por dentro. No demostraba nada, si estaba siendo honesto con su actuar, si tenía una intención oculta, si mentía, nada, simplemente no reflejaban nada aquellos ojos azules; su lenguaje corporal todo el tiempo decía que estaba nervioso o ansioso, sin embargo, nunca encontraras otra emoción diferente en él. Eso era lo que realmente desesperaba a Shouta; él se consideraba a si mismo alguien bastante reservado, lo sabía, no podía juzgar a alguien por querer mantener sus pensamientos para sí mismo, lo entendía, pero le parecía seriamente ridículo lo reservado que su compañero podía llegar a ser, es decir, podría estar engañando a todo el mundo y en realidad ser parte de una mafia que busca conseguir varios rehenes para poder contrabandear con sus órgano o cuerpos, podía sonar descabellado, pero realmente no sabía que esperar del rubio.

Y la situación en la que se encontraba no era la mejor que podía esperar.

Aquel día se encontraba más cansado de lo normal, sus parpados pesaban demasiado y su cabeza dolía ligeramente, estaba seguro que pronto se enfermaría. Así que ignorando todas las posibles consecuencias que esto le podría traer, se recostó en su pupitre dispuesto a dormir el resto de las clases –las cuales eran aproximadamente 3-. Más tarde se arrepentiría de aquello, sin embargo, eso no era algo que le preocupara en esos momentos, tan solo esperaba que sus amigos lo respaldaran después.

Para ese momento, aquella situación era inentendible para Aizawa.

Todo había sucedido tan rápido que realmente aún no lograba procesar todo lo sucedido. En un momento se encontraba durmiendo en su pupitre y al siguiente frente a él e encontraba el chico más popular no solo de su clase, sino también de toda la escuela, Toshinori Yagi, con un rostro bastante sonrojado mientras trataba de decirle algo. No era la primera vez que veía al rubio así de nervioso, después de todo, era muy fácil hacer que se avergonzase -justamente por su naturaleza tímida-, pero aquella escena era algo que no se imaginaba presenciar.

El de hebras doradas jugueteaba con sus manos mientras tartamudeaba algunas cosas inentendibles para Aizawa, Toshinori no podía siquiera sostener la mirada azabache del contrario, como si tuviera miedo de que aquellos ojos azabaches vieran a través de su alma.

Shouta comenzaba a perder la poca paciencia que tenía, la cual era muy escasa ya que se acababa de despertar y a que la persona que se encontraba frente a él era con quien menos tenia deseos de cruzar alguna palabra. Llevaba al menos quince minutos esperando a que el más alto le dijera lo que sea que deseaba decirle, sin embargo, ahí se encontraba, en su salón de clases completamente vacío mientras a la lejanía se lograban escuchar las voces de los estudiantes que se encontraban en sus labores de club.

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