6 - Meter la pata

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Hay momentos en los que deseo que la vida fuese como escribir un libro, para poder borrar un párrafo o una escena que no me ha gustado, pero por desgracia no es así, y justo estoy en uno de esos momentos vergonzosos que desearía poder suprimir con...

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Hay momentos en los que deseo que la vida fuese como escribir un libro, para poder borrar un párrafo o una escena que no me ha gustado, pero por desgracia no es así, y justo estoy en uno de esos momentos vergonzosos que desearía poder suprimir con solo presionar un botón.

Terminaba de enviarle la dirección a Halia por WhatsApp y como es costumbre hice algo que tal vez no debí hacer. Me acababa de levantar, estaba atontada por el sueño y tal vez haya sido mi subconsciente, mi adormilamiento o mi capacidad interminable de meter la pata, pero tras mandarle la dirección, mi pulgar fue directo al gif de los corazones. Sí, el de los malditos corazones.

A primera vista puede parecer una tontería, son solo unos corazones, ¿cierto?, pues no, cuando le envías corazones a alguien, ya sea por gratitud o cariño es una cosa, pero si lo haces a la persona que te gusta, esos corazones en la pantalla tienen una carga muy distinta, más intensa. Por eso cuando mis pocas neuronas por fin conectaron y me di cuenta de lo que acababa de hacer, mi respuesta como era de esperar, fue entrar en pánico. Así, sin más.

«A veces parece que te encanta hacer el ridículo» dijo una voz en mi interior, y para ser honesta, estaba totalmente de acuerdo con eso.

Estaba en pánico, ¿Cómo iba a enviarle corazones? ¿Es que acaso no podía razonar dos segundos para evitar hacer el ridículo? Me levanté como un tornado de la silla y en el apuro pisé el ruedo del pijama, haciendo que cayera de pecho al suelo. No tenía tiempo para levantarme ni quejarme, me arrastré por el piso y tomé el celular aún con el chat abierto; la única solución era borrar ese último mensaje. Y eso fue lo que hice.

Apoyé la frente y las manos en la fría cerámica del piso, soltando un suspiro de alivio. Ya no había ningún mensaje que pudiera incriminarme.

Pero claro, no podía ir tan bien todo.

El sonido de una notificación interrumpió mi pequeña sonrisa de alivio. Al revisar sentí cómo todo mi rostro se volvía rojo en segundos, más rápido de lo que yo lograba avergonzarme.

«No puede ser» fue lo único que pude pensar. Lo había visto.

«Aborten misión, se cancela todo. Hoy morimos»

Halia:

Lo vi justo antes de que lo borraras

Ahora es mi turno

*sticker de focas besándose*

UwU

Si no estuviese muriendo de vergüenza y quisiera esconderme para siempre bajo mis sábanas y vivir a base de las chucherías escondidas en mi armario, las focas me hubieran parecido muy tiernas.

Siempre es lo mismo, por una cosa que hago bien, otra se estropea. Y allí estaba, tenía planeada una cita genial, pero claramente en algún momento iba a pasar algo así.

Las almas de Halia y MayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora