18 - Cuando tu voz se pierde

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El día siguiente a la presentación de la banda en el bar, Halia apareció a media mañana frente a mi puerta

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El día siguiente a la presentación de la banda en el bar, Halia apareció a media mañana frente a mi puerta. No esperaba que llegara así de repente porque todos habíamos terminado muy cansados.

La noche había ido increíble, a excepción de ese extraño e incómodo momento con la chica de cabello rizado. No había entendido nada de esa parte, pero no parecía que Halia estuviera bien con su presencia, así que no le pregunté nada en ese momento. Sabía que me lo diría. La banda terminó su presentación después de que Dan se desatara y subiera al escenario a cantar al micrófono —que le había quitado a Abril—una canción de señoras de mediana edad.

Más raro que eso fue que la gente se emocionara tanto como él, y que Ricky no lo hubiese vetado del bar.

Mateo se había mareado después de la tercera cerveza y esperamos que los chicos recogieran sus cosas para volver todos a casa. Abril, Fer e Isa no podían borrar las sonrisas de satisfacción y felicidad, contagiándonos al resto. Tania se ofreció a ayudar a los chicos a subir el equipo al maletero, pero todo indicaba que lo hacía por una persona en especial.

Ahora, Halia y yo estábamos en mi cama, con los auriculares puestos y la discografía completa de Taylor Swift sonando bajo nuestras respiraciones. La puse porque pensé que tal vez le serviría, así "resolvía" la mayoría de mis problemas. No pude evitar pensar en qué era estaba ahora, tenía que pensarlo.

Cuando entró a la habitación, se veía un poco perdida y las ojeras bajo sus ojos, que no brillaban como siempre lo hacían, me advirtieron que no había dormido mucho por la madrugada.

Era casi la una de tarde y la ventana estaba abierta, para que el aire pasara a través de ese rectángulo lo suficientemente grande y despertara todo lo que seguía dormido, como su voz y las palabras que se habían perdido en su pecho.

Le dije que se acostara y yo volví a la cama con ella, mirando las grietas del techo y las hojas que seguían colgando desde la última vez que había estado allí. Se sentía el ambiente que antecede a las revelaciones, del aire electrizado y las respiraciones cortando el silencio.

Su manos se escapó de la frazada gigante que tenía encima y me pinchó con el índice en la mejilla. Giré la cara y miré su perfil cubierto de la luz que entraba a través de la ventana.

—Sabes... La mayor parte del tiempo no tenía una idea muy clara de adónde iba. Como si estuviera avanzando con los ojos vendados —dijo a media voz. Soltó un largo suspiro que hizo temblar mínimamente la cama. Supe que se acercaba lo que necesitaba sacar de dentro —. La chica que estaba ayer en el bar, Lucille —pronunció su nombre como si le molestara tener que decirlo —. Era mi novia. Mi ex.

Me revolví en la cama, asintiendo.

—Lo supuse.

Era algo que se podía leer por la forma en que se miraban, aunque, obviamente no había terminado en buenos términos. La chica no parecía importarle nada en absoluto, y miraba a Halia como si su presencia fuera tan insignificante como la del resto y solo le interesara seguir bebiendo; mientras Halia la miraba con la tensión acumulándosele. Además que la reacción de Tania y Dan no indicaba que la chica fuese muy buena. Había demasiadas señales que no había captado, sino hasta después.

—Todo lo que pasó con ella mientras estuvimos juntas fue un desastre. Pero no me dí cuenta de ello, hasta que cada palabra que salía de ella me dolía. Supongo que eso pasa, crees tan fuertemente en una persona como tú en ella que no eres capaz de leer entre las líneas más claras del mundo que te está haciendo daño.

Aguanté la respiración y el techo solo era algo que seguía allí para que pudiera mirar mientras empezaba a comprender lo que decía a voz rota. Suspiró como si arrastra algo, con frustración.

—Por eso actué así en el bar y me siento como la mierda, porque estaba todo yendo muy bien, era la noche de los chicos; y aún después de haber terminado todo con ella y no haberla visto después de tanto tiempo... Me hizo sentirme ¿débil? No sé si sea exactamente eso, pero bueno...

La música ya no se escuchaba, no sé si porque el celular se había apagado, o porque también había decidido ceder espacio al silencio.

Su cuerpo se revolvió bajo la manta. Negué y mis labios estaban apretados de repente y mi mano encontró la suya. La apreté hasta que sintiera cada célula de mi piel contra la suya, para que supiera que estaba ahí. La miré por fin y sus ojos estaban cerrados con fuerza, como si quisiera evitar algo.

—Mírame, ¿sí? —le pido, y lo hace, abre un ojo primero examinando mi expresión con cuidado, hasta que parece segura del todo y me ve con los dos cristales azules. Sus ojos están un poco rojos y sus labios se quedaron en un círculo cerrado—. Recuerda que me tienes a mí —digo—, no solo a mí, sino a Tania y a Dan, y a un montón de gente más.

Ella asiente, escondiendo la barbilla bajo la frazada. Y espero a que su mirada me diga si desea que me acerque más o no. Me levanto usando un solo brazo, acomodando los mechones de cabello recién lavado que caen sobre mi frente. Y sus ojos dice que sí. Así que me acerco hasta que siento sus brazos alrededor de mi cintura y las siguientes palabras me salen solas, como agua corriendo libre:

—Y que te quiero, recuérdalo.

***

Yo también te quiero, Maya.

Sus labios volvieron a tener su sonrisa bonita, que despierta todo a su paso mientras pronunciaba esas palabras. Me alegraba que hubiera encontrado su voz de nuevo. Seguíamos agotadas, así que para cuando volví a despertar era de noche y Halia tenía sus brazos alrededor de mi cintura. Me levanté con cuidado para cerrar la ventana y volví a la cama. Sus pestañas se movían cuando respiraba, eso fue lo último que noté al cerrar los ojos de nuevo. 

***

Este capítulo lo tenía escrito desde hace casi dos semanas y no sabía si publicarlo, pero bueno, aquí está 🥺. Espero que les guste. 

Recuerden votar y comentar para que las nenas crezcan💜.

Bai, cuídense. 

 

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Las almas de Halia y MayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora