La casa de una persona te puede contar mucho de su historia; mucho más si tienes a un historiador de primera mano dispuesto a aclarar cualquier detalle por más vergonzoso que sea. Ser curiosa siempre había sido uno de mis atributos, si era bueno o malo... ya dependía del caso.
Apenas llevábamos dos horas en la casa de Halia y su madre ya había contado todas las veces que había hecho desastres durante su niñez y adolescencia. Estábamos todos sentados en la sala de estar, tomando té con galletas recién horneadas mientras Helen recitaba con una sonrisa burlona todas las travesuras de la chica sentada a mi lado con cara de querer fundirse con el sillón. Al parecer de ella solo había heredado el cabello rubio y los ojos azules porque Halia parecía estar esperando el momento indicado para escaparse de esa situación bochornosa que giraba entorno a ella, por suerte, si algo que sabían hacer mis amigos era cambiar de tema muy rápido y hablar de cualquier cosa como si fuese su más grande pasión, así que Dan, Mateo, Abril y Tania siguieron a la madre Halia, escaleras abajo hablando de la gran colección de juegos de mesa que tenía en el sótano y que siempre guardaba para ocasiones especiales y visitas como aquella; esa fue la luz verde para Halia quien ni muy corta ni muy lenta se levantó, saltó sobre el sillón y entornó los ojos con prisa:
—Te mostraré mi cuarto.
—Alto ahí —me burlé, pasando a su lado de brazos cruzados, intentando pincharla un poco—. No tan rápido que te estrellas. No nos sobrepasemos que apenas llevamos dos horas en tu casa y ya me quieres en tu cuarto. Un poco de recato, cariño.
Los colores en su rostro subieron dos tonos más y en medio del bochorno soltó una carcajada, bajó su cabeza y cuando sus ojos volvieron a los míos, una sonrisa tan clara como los rayos del sol cruzó mis labios mientras sus labios se acercaban a los míos. Cuando nos quedábamos juntas, solas en una habitación, el ambiente se sentía ligero, el aire nos atraía y todo se convertía en un jardín con flores brotando mágicamente alrededor de ambas a medida que la conversación se extendía.
—¿Me estás retando? —ladeó la cabeza y se giró caminando a algún lugar. Me quedé de pie, mirando lo que estaba ocurriendo, paralizada. En parte había logrado pincharla, pero ahora el juego había cambiado y ella parecía dispuesta a llevarme la delantera —. Vamos a mi cuarto, mente sucia. No sé por quién me tomas —dijo, con el sarcasmo a máxima potencia —, nunca había pensado en hacer nada más que dormir. ¿Acaso tú sí?
Cerré los ojos, escondiendo una sonrisa y la empujé un poco hacia adelante, a lo que rio y sonrió como si hubiera ganado.
—Camina y calla. Las cejas se te van a desaparecer tras el flequillo —solté, con el calor creciente en el rostro.
Quién me manda de bocona.
☼☼☼
Después de todo, Halia solo quería mostrarme dónde dormiría (con ella) y dónde dejar mis cosas. Así que, hice el ridículo y aparte como una calenturienta, aunque ya era ambas cosas antes de eso, para qué vamos a mentir.
ESTÁS LEYENDO
Las almas de Halia y Maya
Fiksi RemajaMaya está buscando su camino como escritora, escribir es parte de su naturaleza. Halia sigue dando vueltas por la ciudad, cumpliendo con sus instintos, es su chispa natural. La noche que se encuentran las luces de la ciudad se hacen más brillantes;...