21 - La curiosidad mató al gato

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La casa de una persona te puede contar mucho de su historia; mucho más si tienes a un historiador de primera mano dispuesto a aclarar cualquier detalle por más vergonzoso que sea

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La casa de una persona te puede contar mucho de su historia; mucho más si tienes a un historiador de primera mano dispuesto a aclarar cualquier detalle por más vergonzoso que sea. Ser curiosa siempre había sido uno de mis atributos, si era bueno o malo... ya dependía del caso.

Apenas llevábamos dos horas en la casa de Halia y su madre ya había contado todas las veces que había hecho desastres durante su niñez y adolescencia. Estábamos todos sentados en la sala de estar, tomando té con galletas recién horneadas mientras Helen recitaba con una sonrisa burlona todas las travesuras de la chica sentada a mi lado con cara de querer fundirse con el sillón. Al parecer de ella solo había heredado el cabello rubio y los ojos azules porque Halia parecía estar esperando el momento indicado para escaparse de esa situación bochornosa que giraba entorno a ella, por suerte, si algo que sabían hacer mis amigos era cambiar de tema muy rápido y hablar de cualquier cosa como si fuese su más grande pasión, así que Dan, Mateo, Abril y Tania siguieron a la madre Halia, escaleras abajo hablando de la gran colección de juegos de mesa que tenía en el sótano y que siempre guardaba para ocasiones especiales y visitas como aquella; esa fue la luz verde para Halia quien ni muy corta ni muy lenta se levantó, saltó sobre el sillón y entornó los ojos con prisa:

—Te mostraré mi cuarto.

—Alto ahí —me burlé, pasando a su lado de brazos cruzados, intentando pincharla un poco—. No tan rápido que te estrellas. No nos sobrepasemos que apenas llevamos dos horas en tu casa y ya me quieres en tu cuarto. Un poco de recato, cariño.

Los colores en su rostro subieron dos tonos más y en medio del bochorno soltó una carcajada, bajó su cabeza y cuando sus ojos volvieron a los míos, una sonrisa tan clara como los rayos del sol cruzó mis labios mientras sus labios se acercaban a los míos. Cuando nos quedábamos juntas, solas en una habitación, el ambiente se sentía ligero, el aire nos atraía y todo se convertía en un jardín con flores brotando mágicamente alrededor de ambas a medida que la conversación se extendía.

—¿Me estás retando? —ladeó la cabeza y se giró caminando a algún lugar. Me quedé de pie, mirando lo que estaba ocurriendo, paralizada. En parte había logrado pincharla, pero ahora el juego había cambiado y ella parecía dispuesta a llevarme la delantera —. Vamos a mi cuarto, mente sucia. No sé por quién me tomas —dijo, con el sarcasmo a máxima potencia —, nunca había pensado en hacer nada más que dormir. ¿Acaso tú sí?

Cerré los ojos, escondiendo una sonrisa y la empujé un poco hacia adelante, a lo que rio y sonrió como si hubiera ganado.

—Camina y calla. Las cejas se te van a desaparecer tras el flequillo —solté, con el calor creciente en el rostro.

Quién me manda de bocona.

☼☼☼

Después de todo, Halia solo quería mostrarme dónde dormiría (con ella) y dónde dejar mis cosas. Así que, hice el ridículo y aparte como una calenturienta, aunque ya era ambas cosas antes de eso, para qué vamos a mentir.

Las almas de Halia y MayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora