11 - Me avergüenzan colectivamente

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Una no espera que su madre la llame a las seis de la mañana diciendo que está afuera de su edificio

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Una no espera que su madre la llame a las seis de la mañana diciendo que está afuera de su edificio. Por lo menos, esperaría que hubiese enviado un mensaje avisando su visita. Pero mi madre nunca ha sido así. No sé de qué me sorprendía.

Así que luego del susto de ver su número marcando tan temprano, tras imaginar todos los fatales escenarios que se me ocurrieron antes de lograr responder la llamada para que me reprochara a las primeras horas de la mañana... El alivio se esfumó para devolverme el sueño.

Me revolví entre las sábanas. No sabía cuándo me había quedado dormida. Ni qué día era, ni quién era yo.

—Maya, llevo más de media hora aquí fuera esperando que alguien se digne a abrirme la puerta. —replicó mi madre a través del teléfono.

Gruñí, dándome la vuelta en la cama, de alguna forma, me enredé con las sábanas y caí al suelo. Estaba muy suave, calentito y se movía.

—Maya, despierta. —dijo mi madre, subiendo la voz.

Estaba muy confundida. El piso me estaba empujando. Abrí los ojos y me encontré con la cara de Fer aplastada contra el piso. Estaba babeando una almohada.

—¡Ah! —grité levantándome de golpe del suelo, o mejor dicho, de su cuerpo enrollado en cobijas.

Colgué el teléfono y le di una patada en el trasero al chico que seguía durmiendo plácidamente en el suelo de mi habitación.

Poco a poco abrió los ojos y se dio cuenta de mi presencia.

—Oh, buenos días. —se revolvió el pelo y se levantó —¿Qué tal?

Lo miré espantada. Moví mis manos, haciendo círculos a mi alrededor.

— "¿Qué tal?" —chillé ante su actitud relajada— Fernando —era una lástima que no supiera su segundo nombre en ese momento, sonaría más intimidante. — ¿Qué haces durmiendo aquí?

Hizo un gesto como "ah, eso".

—Es que nos quedamos hasta muy tarde tratando de hacer las fotos y la pintura. No encontramos las llaves del apartamento, así que nos quedamos a dormir.

Ya se había levantado y me miraba algo más centrado mientras recogía lo que había usado.

—Ok, pero, ¿por qué mi cuarto?

—Umm... —se rascó la cabeza, pensando en qué decir.

Lo miré atentamente. Parecía apunto de vomitar.

—Como era tan tarde Isa también se quedó...

—Ok —dije, esperando que se animara a terminar la frase.

—Que no iba a poder dormir tranquilamente sabiendo que estaría a menos de dos metros de distancia ¿entiendes? —dijo aceleradamente, pasándose las manos por la cara con frustración.

Las almas de Halia y MayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora