12 - Una revelación y una invitación... ¿furry?

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Luego de acompañar a mamá esa mañana a tomar su taxi de regreso a casa, decidí que sería una buena idea dar un paseo por el parque cercano a la avenida del apartamento

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Luego de acompañar a mamá esa mañana a tomar su taxi de regreso a casa, decidí que sería una buena idea dar un paseo por el parque cercano a la avenida del apartamento. Con una camisa estirada y un pantalón de pijama ridículamente ancho recorrí a paso adormilado las aceras del parque, sin rumbo alguno.

El sol estaba saliendo a medida que me paseaba por los alrededores de los jardines y mi atención estaba puesta en la hierba verde que crecía, rebelde, entre las grietas del cemento, pasando con cuidado sobre ellas, sin querer pisarlas, porque, de alguna forma —puede que una muy estúpida forma— me sintiera así, como una terca hierba luchando por salir y extenderse más alto para que el sol la recibiera.

Después de eso solo pude pensar que tal vez se me estaba yendo la cabeza, o quizás era lo contrario y todo empezaba a cobrar sentido a mi alrededor de la forma que necesitaba.

Porque en el fondo, siempre está esa parte de nosotros que esperaba con ansias la espera de esa gran revelación que nos haga abrir los ojos y confiar en lo que hacemos. Y por más ridículo o trivial que pareciera, las dudas que tenía sobre mi incierto camino en la escritura se esclarecieron un poco. Mis inseguridades y miedos revueltos en el fondo de mí, se habían encogido cuando tomé aire y sentí el sol sobre mí.

Salí de mi momento de introspección cuando un camión pasó por la calle a toda velocidad y tocó la bocina con tal fuerza que di un salto. Vi el camión pasar hasta perderlo de vista. El corazón me latía con fuerza, y sentía cómo la sangre fluía por mis venas del susto que me había dado, aunque tal vez también tenía que ver con el hecho de que había tenido una revelación.

Corrí hasta el apartamento, y cuando estuve adentro, seguí directo hasta mi cuarto. Cerré la puerta de golpe y me lancé a la cama. Me envolví en las sábanas hasta hacerme bolita.

Me sentía algo distinta, cambiada, y de una forma positiva, pero aún así, la parte del miedo seguía estando allí dentro, carcomiendo mis intenciones. Era como si tuviera muchas mariposas brotando empezando a volar en mi estómago, pero una red no las dejaba salir. Sabía que hasta que no me atreviera y tomara el primer paso, las mariposas no saldrían.

La alarma del teléfono sonó con el horroroso ringtone que siempre olvidaba cambiar y lo apagué. Alguien debía hacer una subvención para todos los artistas, así no tendríamos que trabajar y enfocarnos en nuestros proyectos, pero como el mundo estaba muy lejos de entender la importancia de ello, tuve que prepararme para ir a trabajar.

Aunque viendo el lado positivo de eso, tenía la posibilidad de ver a Halia. Apenas se habían visto —incluso trabajando en el mismo lugar— por los proyectos que había empezado en la fundación.

El cambio de aires le había sentado muy bien, en la fundación todos eran amables y consideraban sus ideas, y tenía tiempo libre para dedicarse a sus proyectos personales como la historia de fantasía que le quería mostrar a Halia, y que empezaba a tomar forma.

Las almas de Halia y MayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora