HARPER
Estaba dando vueltas en el pasillo antes de entrar al salón del taller mientras me mordía con ansiedad las uñas. Estaba algo avergonzada de aquella noche del incidente con Sky. No quería verlo, pero tampoco podía evitarlo. Tomé la manija de la puerta pero no la giré. Me quedé ahí parada armándome de valor.
—¿Vas a entrar o no? —di un salto del susto cuando escuché la voz de Sky detrás de mí. Me giré con rapidez quedando frente a él—. Hazte a un lado si no vas a entrar, y deja de obstruir el paso.
La estatura de Sky estaba por encima de mí, era tan alto que me dolió el cuello de tan solo mirarlo. Sky me observó desde arriba. Tragué saliva y después me hice a un lado para que entrara. Sky tomó la manija de la puerta y la abrió, entrando al salón sin decir nada. Yo lo seguí por detrás. Ambos tomamos asiento en los mismos pupitres de siempre. Adentro ya estaba Bethany y Eddie. Taegan aún no llegaba. Unos minutos después, la psicóloga Johnson entró con una sonrisa al salón de clases.
—Que bueno verlos otra vez chicos —dijo con voz suave—. Espero que se encuentren muy bien.
La vi dejar sus cosas en el escritorio, para después pararse frente al grupo.
—El día de hoy haremos otra dinámica. Esta tal vez les parezca un poco difícil o tal vez no —el ruido de la puerta la interrumpió cuando esta se abrió, dejando ver a Taegan entrando como sin nada—. Llegas tarde —le comentó la psicóloga.
—Estaba pensando si venir o no —contestó con desdén—. Pero como no tenía nada que hacer, vine.
La psicóloga lo miró y suspiró resignada, quizás sabía que ese chico no tenía remedio. Taegan pasó por un lado de ella y se sentó en la misma silla del final.
—Bien, como les decía, el día de hoy vamos a realizar otra dinámica, quiero que entre todos ustedes nos cuenten un poco de ustedes mismos —comentó. Todos la miramos confundidos—. ¿Cuál es el recuerdo más feliz que tienes? —nos preguntó—. Ya sea uno que quieran añadir. De vez en cuando es bueno recordarlos.
—¿Qué pasa si no tenemos? —le preguntó Bethany.
—Todos alguna vez hemos tenido tan siquiera uno —le respondió—. No necesariamente tiene que ser de ahora, pueden compartirnos uno de niñez o como gusten. A veces lo más pequeño e insignificante puede resultar lo más feliz para uno mismo que para otros.
La psicóloga tomó asiento en su escritorio.
—Eddie, empezamos contigo —le llamó—. Ven al frente y compártenos aquel recuerdo feliz que hayas tenido.
Eddie se levantó de la silla y se paró frente a todos.
—Bueno, hay un recuerdo que tengo de hace 2 años —comentó—. Fue el último viaje que hice con mis padres y mis hermanos. Habíamos ido a campar a las afueras de la ciudad. Esos días hicimos tirolesa, comimos y acampamos en el bosque, hicimos muchas actividades divertidas. Para mí es especial porque lo compartí con ellos.
Logré ver una sonrisa en Eddie.
—Gracias Eddie, por compartirnos ese lindo recuerdo —le dijo la psicóloga—. ¿Quién más? —dijo pensativa mientras nos miraba. Detuvo sus mirada en Taegan—. Tú Warrington, ven aquí.
Taegan suspiró y se levantó de la mesa con tanta pereza. Comenzó a caminar con lentitud hasta llegar al frente.
—El mejor recuerdo que tengo es con mi madre —añadió. Podía entender a Taegan. Su madre había fallecido al igual que mi hermana. Sabía lo que se sentía extrañar a alguien que ya no está—. Yo tenía nueve años y mi hermano once. En ese entonces estábamos en la playa de Malibu, mientras los tres caminábamos por la arena, quizás suene tan simple, pero para mi es muy especial porque sé que nunca volveré a vivir ese día.
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La juventud perdida
Teen Fiction5 jóvenes con vidas diferentes pero con algo similar. Todos se sienten perdidos en el transcurso de la vida de su adolescencia. ¿Podrán superar aquello que ven imposible y difícil de sobrellevar?