Capítulo 32

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HARPER

Se escucharon golpes en la puerta de mi casa. Corrí hacia ella y la abrí, encontrándome a Sky llorando. No me dio tiempo de preguntarle que pasaba, ya que se balanceó sobre mí y me abrazó, hundiendo su cabeza en mi cuello.

—Sky ¿Qué sucede? —pregunté preocupada.

—¿Podrías abrazarme hasta que deje de doler? —susurró en el oído.

Asentí levemente sin soltarlo. No se que estaba sucediendo, pero lo abracé con todas mis fuerzas. No sé cuanto tiempo estuvimos así hasta que Sky se alejó un poco y me miró más relajado.

—Ven, entra —le dije. Subimos a mi habitación y nos sentamos en mi cama—. ¿Pasó algo?

—Me acabo de enterar que mi madre tiene cancer —musitó.

Miré a Sky y me di cuenta que estaba realmente mal.

—Lo siento mucho cariño —me acerqué a él y lo abracé de nuevo con fuerza.

Cuando Sky se calmó, le di un té frío —ya que odia las bebidas calientes— mientras estábamos sentados en la cama.

—¿Mucho mejor? —pregunté.

—No, ahora me duele la cabeza —añadió mientras llevaba su mano a su frente.

—¿Quieres una pastilla?

—No, odio tomar pastillas —comentó.

—Bueno, hay otra forma de quitar el dolor de cabeza, al menos a mi me funciona —añadí sonriendo, Sky me miró frunciendo el ceño.

—¿Y eso es...?

—Ven aquí —le extendí la mano y él la tomo de inmediato. Lo jalé por mi habitación hasta el baño—. Un baño caliente en la tina, ¿Que dices? ¿Entramos?

Sky miró la tina de baño y después a mí.

—¿Estás insinuando que nos metamos a la tina? —asentí—. ¿Juntos? ¿Desnudos?

—No pienses mal, Sky —le di un suave golpe en el hombro—. Pero si no quieres, entonces no.

—Claro que quiero —se apresuró a decir, no pude evitar reír.

Llené la tina con agua caliente, después agregué unas bolitas efervescentes que hicieron que el agua se volviera de colores, y por último, agregué un poco de jabón para que se hiciera espuma. Coloqué algunas velas aromatizadas para que el ambiente fuera más relajado. Me metí en la tina de baño con Sky. Ambos estábamos desnudos.

Sky estaba sentado frente a mí mientras yo le tallaba la espalda con la esponja llena de jabón. Tenía sus piernas flexionadas frente a él mientras se abrazaba a si mismo.

—Esto es muy agradable —musitó.

—¿Lo ves? Te lo dije.

Después de tallar su espalda, le di un masaje en los hombros para que se relajara, sus músculos se sentían tensos. Más tarde, cuando terminé, recargué mi cabeza en su espalda mientras lo abrazaba. Ambos estábamos en silencio.

—No puedo creer que una chica como tú se haya fijado en alguien como yo —comentó casi en susurro.

—¿Y por qué no lo haría? Para mí eres el chico más guapo que haya visto —añadí, logré ver aquella sonrisa en su rostro—. Sky, ¿Desde cuándo te gusto? —pregunté con curiosidad.

—¿Recuerdas aquel día donde chocamos en el pasillo? —preguntó.

—Claro que lo recuerdo.

—Pues desde ese día.

La juventud perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora