Amigos no

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Lucius Malfoy era un sangre pura, heredero de una de las familias más importantes de Gran Bretaña, y aún así había cometido el "error" de fijarse en alguien que no podía tener. No, más bien, claro que podía tenerlo y lo tendría. Después de todo era el príncipe de las serpientes.

Lo que en realidad quería decir es que era cuestión de tiempo para que lo tuviera en sus brazos...

Ya había notada a ese chico, le pareció lindo, el típico que no quiere ser notado, pero que te terminaba atrayendo como una abeja a la miel... Pero, Malfoy no era ningún idiota, su padre se juntaba con personas indeseables por su servicio a Lord Voldemort, y él había tenido el infortunio de encontrarse con criaturas como Fenrir Greyback, un hombre lobo vicioso y cruel, como muchos de los seguidores del Lord.

De ahí que, había notado ciertas similitudes, mínimas obviamente, pero que ahí estaban, y entonces investigó, y sus sospechas se confirmaron. Lupin era un hombre lobo. Que, ¿Qué estaría pensando Dumbledore al admitirlo en la escuela? Quien sabe. Ese viejo era un misterio... 

De todas formas, ahora lo agradecía de sobremanera, encontrarte al amor de tu vida por la bondad de un viejo chocho no pasaba todos los días. El caso es que él no tenía forma de acercarse, era prácticamente resguardado por los merodeadores, ese grupo de idiotas con demasiado tiempo libre, pero eso no lo detendría. ¡Claro que no!

Pero, por desgracia tuvo que ser más creativo para llamar su atención... Le preguntó a su buen amigo Severus sobre cómo romancear mestizos y había sugerido, después de burlarse en su cara, que le mandara cartas anónimas. Que era un lindo detalle. Aceptó, porque la idea se le hizo romántica, pero quizás hubiera empezado con algo diferente, en lugar de decirle que se lo quería coger.

Tenía planeado enviarle más cartas, con una pista en cada una de quién era para que al final no fuera una inesperada sorpresa, sino que al final ya lo aceptara como su pareja. Todo debía salir de acuerdo al plan.

—Eres un vulgar, Lucius. Así no va a querer estar contigo nadie —dijo Severus asqueado por el intento de poesía de su amigo.

—Tengo que ser directo. Dijiste que fuera yo mismo, ¿Cuál es el problema? 

—¿El problema? ¿Acaso no te lees? —se burló Regulus sentándose junto a ellos. 

Ofendido, se levantó con toda la dignidad que pudo y salió de ahí para inspirarse lejos de las burlas y mala saña de sus amigos.

Ambos se rieron por el ataque de diva, si que era medio especial.

—¿Y, tú Sev? ¿Qué te traes este año? —preguntó Regulus curioso. Puesto que, ya había notada que su amigo se desaparecía algunos días, volviendo muy tarde.

—Nada.

—¿Seguro?

—Sí

—¿Super seguro?

—Sí, Regulus, super seguro

—Segurísimo, porq...

Severus lo miró amenazante, retándolo a terminar esa frase. No estaba de humor para sus jueguitos.

—Bueno, ya —murmuró el pobre Regulus temiendo por su vida—. Mejor me voy a dormir. Buenas noches.

Severus lo despidió y se quedó por su cuenta mirando el fuego. Extrañamente, se sentía más preparado para iniciar los preparativos de su transformación. De hecho, ya tenía los ingredientes para empezar. Se tomaría su tiempo, no quería terminar lamentando la ilegalidad de su transformación. 

Igualmente, por alguna razón volvía a pensar en el perro que se le había aparecido. A primera vista se veía tosco y rudo, pero en realidad era un mansito que buscaba compañía. Le agradaba verlo, incluso si solo se lo había encontrado dos veces. Además, le animaba a completar su transformación, así podría ser libre y explorar el bosque sin estar en demasiado peligro. Aunque, todavía había que ver que forma tomaría, ¿Sería una serpiente? ¿Algún animal grande, como una pantera? O Merlín no lo quiera, ¿un murciélago? 

Quédate esta noche (Severus x Sirius fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora