Capítulo 2

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Regina y Maléfica estaban sentadas viendo como el baile se desarrollaba, ninguna tenía la intención de relacionarse con los otros reinos, pues lo de ese lado de las tierras eran los más molestos y con doble moral que pudiesen encontrar.

–¿Ya nos iremos?–. Maléfica no podía sacar de su cabeza lo que sintió cuando besó a la mejilla de la princesa y eso la estaba molestando mucho, pues sólo una vez sintió ese tipo de emociones y fue cuando conoció a Regina, algo que no podría repetirse jamás ya que Regina era su amor verdadero, o eso le gustaba decirse constantemente.

–No, quiero saber por qué Snow tiene un hechizo de obediencia sobre su hija–. Cuando besó a Emma pudo sentir como el hechizo, que estaba bastante débil, se terminaba de romper.

–¿Piensas que unió a su hija a un contrato matrimonial?–. Una de las cosas que había abolido cuando se habían unido a los reinos formales del Bosque Encantado, siendo el suyo el reino más poderoso y grande, fueron los contratos matrimoniales; pero los reyes al parecer seguían haciéndolo y lo escondían tras la fachada del viaje que hacían las princesas cuando cumplían los dieciocho años.

–Sí, no veo otra razón para colocarla bajo un hechizo de obediencia, aparte he visto como la ve el hijo de Rumpel –Regina y Maléfica eran de las pocas que llamaban al Oscuro por su nombre–, tiene un brillo que no me gusta en sus ojos y la princesa evita a toda costa verle o estar cerca de él–. Maléfica volteó sutilmente hacía el nombrado y pudo ver como se levantaba en dirección a la princesa, y lo que sintió cuando vio los ojos del joven no le gustó para nada.

–Voy a bailar con la princesa –dejó un beso sobre los labios de Regina al tiempo que pegaba los pies del hijo de Rumpel al piso–. Puedes tomar la siguiente pieza con ella–. Sonriendo se acercó a Emma quién estaba siendo flanqueada por su madre y Azul.

Emma vio como Bealfire se detuvo abruptamente, como quien pisa un pozo de fango fresco, y segundos después frente a ella se encontraba la reina Maléfica con una sonrisa que aceleró los latidos de su corazón.

–Maléfica, no te puede acercar a mi ahijada –Azul estaba con su cuerpo humano; pero no podía hacerle frente a la altura del dragón–, regresa con tu jinete y no regreses frente a la princesa Emma–. Maléfica sólo se limitó a sonreír y movió su mano regresando a Azul a su estatura normal.

–Regresa a tu árbol, polilla –ignoró completamente a Snow y se paró frente Emma con la mano extendida–, ¿me concede esta pieza, princesa?–. Snow se acercó a su hija y susurró en su oído algo que Maléfica no pudo escuchar; pero que cambió los ojos de la joven, apagando el brillo que antes poseían.

–No lo puedo hacer, majestad–. La voz de Emma sonaba incluso diferente, así que Maléfica se atrevió a acerarse y decir algo a su oído, lo que tensó el cuerpo de Snow.

Libre de hechizo, responde solamente con la verdad y lo que desea tu corazón –se alejó de ella y le extendió nuevamente la mano–. ¿Me concede esta pieza, princesa?–. El brillo en los ojos de Emma regresó y tomó la mano de Maléfica con mucha seguridad.

–Sí, majestad–. Snow sentía que toda su sangre hervía, pues se suponía que su hija debía negarse y si Maléfica podía romper ese hechizo de obediencia significaba que cuando estuviese en el reino del Oscuro este debía colocar un hechizo más poderoso para que Emma no se saliera de camino, igual que su padre había hecho con Regina, aunque con esta última no funcionó muy bien, y como había hecho con ella misma cuando tenía la edad de Emma.

Emma y Maléfica llegaron hasta la mitad de la pista y la mayor tomó el control de la pieza; pero poco después se dejó guiar por la princesa, pues sabía que luego de un hechizo de obediencia lo que más desea la persona es tener el control de sus acciones y ser guiada en un baile no era precisamente tener el control de sus acciones y movimientos.

El cisne, la manzana y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora