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En una enorme casa, de pilares de madera pulcramente tallada, con muebles de la más fina calidad, en el gran comedor donde un señor de avanzada edad comía se presentó un joven de rostro asustado. El muchacho lucía pálido, y a tropezones se acercó al hombre.

— Señor Akiloz, necesito su ayuda –suplicó con la voz quebrándosele.

— ¿Otra vez en problemas? –preguntó con indiferencia dándole una insignificante mirada.

— Es, es mi hijo, él está...

— Tu hijo está bien.

— ¿Qué?

El Señor de Esparta se puso en pie dejando sus cubiertos sobre la mesa, caminó hasta donde estaba el muchacho y le dio vueltas como un buitre. El chico tenía los ojos llorosos.

— Yo rapté a tu hijo.

La confesión le hizo temblar, el joven amplió sus ojos y su boca se abrió de la sorpresa; su alma pareció regresarle al cuerpo pero al mismo tiempo, conociendo cómo era el actuar de Akiloz, se preocupó del bienestar de su pequeño hijo de a penas un año.

— Mis sirvientas lo cuidarán.

— ¿Por qué me lo quitó?

— Porque harás un viaje al que no puedes llevar a Tassos.

— ¿De qué hablas? –exigió saber el muchacho imaginándose los peores escenarios que podrían ocurrirle.

— Cuando impedí que murieras a manos de toda la ciudad por tu hijo lo hice con la condición de cobrar el favor un día, y ese día es hoy.

El joven tembló ante el recuerdo de aquel fatídico día donde casi fue apedreado en la plaza de la ciudad hasta la muerte por haber concebido a un hijo fuera del matrimonio. El Señor Akiloz lo salvó, no por benevolente, sino más por beneficios a futuro que podría obtener.

— Te enviaré como regalo al Emperador.

— ¡¿Por qué?!

— Porque sólo cerca de él podrás seducirlo y luego asesinarlo.

En la antigua Atenas, un paraje soleado y cuyos edificios brillaban en un tono terroso y blanco, el palacio real estaba sobre una de las colinas, imponente y grande con la majestuosidad del mismo emperador griego: Choi Soobin. Los pilares blancos, cincelados con cuidado y a lado de esculturas del emperador adornaban la fachada del lugar, sujetaban la enorme estructura de más de diez metros de altura. En el salón del trono, sentado luciendo una túnica blanca con bordes y el cordel de la cintura dorados, con una seriedad innata pero a la vez seductora como ninguna otra estaba el emperador, y frente a él sus escribas y guardias llevando encadenados a varios ciudadanos por diferentes delitos, desde un simple robo hasta el asesinato, todos esperando su juicio.

 En el salón del trono, sentado luciendo una túnica blanca con bordes y el cordel de la cintura dorados, con una seriedad innata pero a la vez seductora como ninguna otra estaba el emperador, y frente a él sus escribas y guardias llevando encadena...

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A LOS PIES DEL EMPERADOR ♛ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora