02

2.4K 312 304
                                    



Yeonjun fue conducido a una habitación contigua a la del Emperador, ahí dormiría cuando este no requiriese sus servicios. El lugar estaba pulcramente arreglado, con una cama grande con dosel y seda fina, era más elegante de lo que él pensaba merecer. Se preguntó entonces si ese sería el cuarto donde mantendría a sus amantes regulares. Le fue asignado un sirviente que lo ayudaría a vestirse, arreglarse y obedeciera sus órdenes. Para Yeonjun aquello no tenía sentido, ¿por qué tomarse la molestia de tratarlo como si su palabra valiera algo?

— Es porque usted, mi señor, no es un invitado cualquiera en esta casa –le dijo su sirviente mientras le ayudaba a retirarse las prendas esa mañana para tomar un baño—. Esta habitación se guarda en el palacio para la Emperatriz.

Yeonjun comprendió que había una gran confusión ahí.

— ¿Ustedes creen que...?

— Todos en el palacio lo creen, mi joven señor, y es realmente una sorpresa para el pueblo pues jamás se le conoció un potencial consorte.

Y no podían estar más equivocados.

— Creí que tenía muchos amantes –dijo mientras se metía en la tina de agua caliente con pétalos de rosa y lavanda, dejó que sus músculos se relajaran y que por el momento su cerebro descansara. Realmente necesitaba ese baño.

— No tantos como cree. El Emperador Choi siempre ha sido muy renuente a contraer matrimonio; no obstante, esta pareciera ser la ocasión para demostrar lo contrario.

— En realidad no soy ni seré jamás el consorte del Emperador –trató de explicar— pues soy simplemente otro de sus amantes de turno.

El sirviente quiso refutarle pero Yeonjun le pidió no insistir con el tema dedicándose únicamente a masajear los tensos músculos del muchacho, pasó una fragancia a rosas por su cabello. Cuando salió fue secado con una tela blanca y cubierto con una túnica hasta llevarlo a su habitación donde el sirviente lo vistió con un traje blanco con cordeles, le calzó sandalias de altas ataduras y le peinó su castaña cabellera.

— Luces hermoso, ni la misma Afrodita poseería tal belleza –halagó Soobin entrando en la habitación del joven. El sirviente se retiró haciendo una reverencia—. Supongo que cualquiera luciría así con la indumentaria adecuada.

¿Fue un insulto o halago?

— ¿Puedo pedirle algo, mi Señor?

— Habla.

— Creo que no necesito un sirviente si puedo valerme por mi mismo, y... quiero una habitación más pequeña.

— Tus peticiones son realmente extrañas.

— Es que no me siento cómodo ahí ni en la forma en la que me tratan. Me gustaría decirles que soy un simple kómpos.

— ¿Qué te hace pensar que no lo saben?

Yeonjun se mostró desconcertado, sus ojos se agrandaron y conectaron directamente con la mirada oscura de Soobin. Se sintió avergonzado porque por un minuto se creyó más de lo que era y Soobin se encargó de recordárselo.

— El rumor se esparció con rapidez, para la siguiente hora de que llegaste ya todos sabían de mi nueva adquisición.

— Me siento muy fuera de lugar con sus comentarios.

— Ignóralos. Al único a quien debes escuchar es a mí.

Por un instante a Yeonjun le gustó la arrogancia y posesividad con la que lo trató, recordó que el padre de su bebé tenía una posesividad parecida antes de abandonarlo, claro que para él aquello se transmitía de una manera insana. Con Soobin era diferente.

A LOS PIES DEL EMPERADOR ♛ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora