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Era la quinta noche desde que había llegado Yeonjun, hace dos semanas de su arribo, que este dormía en los aposentos del Emperador, la quinta noche en la que sus letargos eran custodiados por el alto, y la quinta noche en la que los planes de Soobin de intimar con el más pequeño se vieron frustrados. Cada noche que el rey le pedía pasar a su recámara el accedía pero únicamente se limitaba a aceptar besos y unas pocas caricias que no satisfacían por completo ni al uno ni al otro. Era insensato. Soobin se estresaba por no poder tocarlo como quería, y ni siquiera entendía porqué accedía a las peticiones de no continuar más allá de besos. Se preguntó si acaso ese muchacho estaba teniendo más poder sobre él de lo que podía permitírsele.

— Oh, Yeonjun, un día de estos vas a colmar mi paciencia –le dijo desde la puerta del cuarto de baño viendo al pequeño envuelto entre las sábanas, somnoliento y a penas con los ojos abiertos.

— Lo siento, mi Señor.

— Yo lo sentiré también cuando mi autocontrol ya no domine mi cuerpo.




El desayuno se sirvió en el jardín adyacente al palacio, el día era caluroso, perfecto para comer al aire libre. En la mesa estaban, como de costumbre, Soobin a la cabeza, su hermano a la derecha junto a su hijo Jungwon y Yuna a lado de este, Yeonjun estaba sentado a la izquierda de Soobin y había un lugar adicional junto al doncel. La joven rubia que hace días hubo interrumpido el erótico momento entre el Emperador y su kómpos apareció para el desayuno, hondeando su corto y escotado vestido en el aire, al llegar tomó a Yeonjun del antebrazo y a tirones lo lanzó al piso.

— ¿Qué haces sentado a la mesa? –casi le gritó molesta sorprendiendo a todos en la mesa, a algunos de mala manera y a otros de buena— Eres un esclavo y deberás aprender tu lugar.

— ¿Y alguien te enseñó a ti el tuyo? –gruñó HueningKai molesto por haber agredido al pequeño doncel. El príncipe se levantó y fue a ayudar al bajito notando que tenía su rodilla raspada.

— Karina deja de actuar como si fueras superior a él —ordenó Choi enfurruñado.

— Pero lo soy.

— ¿Estás bien, Jun? –le preguntó ayudándolo a ponerse en pie.

— Si, su alteza, descuide.

— HueningKai deja a ese en paz –gruñó su esposa en tono mordaz.

— Cállate –gruñó su esposo de vuelta.

— Mamá, ¿dónde está Hwinnie? –preguntó el pequeño por su tutor.

— Desayunando con los sirvientes.

— Donde debería estar otro –acotó ácidamente Karina.

— En algo por fin tuviste razón, Karina, Yeonjun no debería estar sentado ahí –concordó provocando una sonrisa victoriosa en la fémina. Soobin tomó a Yeonjun de la mano y lo dirigió a que se sentara en su regazo—. A él le gusta más estar en mi regazo.

— ¡Esto es inaudito! –chilló Karina para entonces marcharse de la mesa sintiéndose humillada.

El Emperador acarició la cintura de Yeonjun que tenía bien sujeta para que no se apartara, además sus ojos se dirigieron hasta las piernas del joven y examinaron la pequeña herida que aquella histérica mujer le causó. HueningKai tomó asiento dándole un guiño amistoso al doncel. Yeonjun le dijo que no importaba su herida, que apenas y le ardía un poco tratando de calmar al alto al verlo intrigado acerca de su raspón.

A LOS PIES DEL EMPERADOR ♛ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora